30 años después del desastre

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La situación en la Rusia de los años 90 era mucho más dramática que en los últimos años de la URSS. La economía se hubiera hundido como resultado de la crisis del 98, la esfera social estaba en cero y el ejército dejó de existir. 

Vladimir Putin, presidente de Rusia.

30 años se cumplirán pronto de lo que el autor de estas declaraciones ha calificado a veces como «el mayor desastre geopolítico del siglo XX». Para este villano de Madrid, tal afirmación es, quizás, excesiva, pero sí me atrevería a decir que la desintegración de la URSS es el mayor desastre geopolítico después de la Segunda Guerra Mundial.

Vladimir Putin dista bastante de ser un bolchevique y, sin embargo, conserva un gran respeto por la historia de la URSS. Las declaraciones que acaban de ver son una visión de la Rusia postsoviética, al menos de sus primeros años, realmente difíciles de ver en esta parte del mundo. Los resultados electorales de Rusia Unida, su partido, no dejan lugar a la duda de que los rusos sintonizan con esta visión. Aunque machaconamente se nos diga que es un líder antipático, torvo y sanguinario. No tienen más que ver que durante varios meses correspondientes al final de 2020 y principios de este año que termina, cuando las potencias occidentales estaban intentando vender a su pelele Alexei Navalni, los medios de masas nos informaron insistentemente de que era el momento de menor popularidad de Putin. Lo que ocultaban todo lo que podían crónicas y reportajes como este, es que en ese supuesto pico inverso, el 53% de los rusos apoyaba a Putin.

Pero hay más. En contra de lo que se nos asegura, Navalni, como quedó claro en las elecciones legislativas de este año, no es nadie en Rusia. El segundo partido más votado es el Partido Comunista de la Federación Rusa. Un partido comunista que reivindica el legado de Stalin, entre otras cosas.

Y según varias encuestas, resulta que la percepción que tienen los rusos de su historia deja en bastante mejor lugar a Stalin y a Leonid Ilich Brezhnev que a Gorbachov.

¿Cómo es esto posible? Si Gorbachov tiene un Nobel por haber «liberado a su propio pueblo », según expresión acuñada por George H. W. Bush. Para responder a esta pregunta, deberíamos tener en cuenta varios hechos que tradicionalmente obvia la historiografía occidental sobre el final del siglo XX. Este villano de Madrid les va a dar una perspectiva que es difícil que vean en los medios hegemónicos occidentales.

En primer lugar, analicemos quién le da este premio a Gorbachov: los enemigos del país que gobernaba. Historiadores como Roger Keenan y Thomas Kenny en su estudio El socialismo traicionado, narran que, pretendiendo, como Gorbachov pretendía, hacer una reforma de la economía de la URSS, alguna concesión, seguramente, hubiera sido necesaria, pero que los diplomáticos estadounidenses se quedaban perplejos ante la facilidad con la que claudicaba de cualquier posición sin obtener nada a cambio. Especialmente llamativa fue su aceptación de la denominada Opción 0 en 1987, en la cuál la URSS retiraría los misiles que tenía desplegados en Europa a cambio simplemente de que los Estados Unidos no fabricaran más armas de este tipo.

En Afganistán se retiró sin obtener ningún compromiso por parte de los norteamericanos de suspender la «Operación Ciclón» de la que alguna vez les he hablado en esta columna. Reagan y sus sucesores no tuvieron que suspender su ayuda y entrenamiento a los integristas afganos ni comprometerse a que Afganistán fuera un país neutral, con las consecuencias que todos llevamos viendo todo este siglo.

Además suspendió la ayuda soviética a miles de movimientos revolucionarios en el mundo, y en algunas zonas de África, como Namibia, su abandono fue catastrófico para las organizaciones progresistas locales.

Pero el principal interés de la URSS estaba en Europa. Y aquí también claudicó sin obtener nada a cambio. Gorbachov se comprometió a no intervenir en los movimientos reaccionarios que se estaban produciendo en el este de Europa. Esta concesión fue especialmente dramática en dos países:

  • La antigua RDA, que no obtuvo, como se pretendía, una negociación de igual a igual a igual para la unión de las dos Alemanias. A pesar de que según un estudio en los meses siguientes a la caída del muro, el 71% de los alemanes del este querían mantener el sistema socialista y un 73% no deseaba la reunificación ―datos recogidos por Austin Murphy en su libro The Triumph of Evil―, sufrieron una anexión forzada y humillante, incluido un juicio farsa a los líderes de la RDA, que pretendía materializar el viejo anhelo capitalista de someter al comunismo a un proceso vergonzante como fue el de Nürnberg para los nazis. Posteriormente este proceso fue criticado por el propio Gorbachov, como pueden ver aquí.
  • En Rumanía, recuerden el final de Ceaucescu y su mujer en otro simulacro de juicio por un tribunal fantoche. Posteriormente hemos sabido que para promover la contrarrevolución que acabó con el matrimonio se había llegado a profanar tumbas para encontrar cadáveres magullados que con la complicidad de no pocos medios occidentales se hicieron pasar por víctimas de la supuesta brutal represión de Ceaucescu. Aquí lo tienen.

También aniquiló el Pacto de Varsovia con la absurda idea de que los norteamericanos harían lo propio con la OTAN. Cuando esta organización no solo siguió existiendo, sino que se expandió en dirección a Rusia, Gorbachov lamentó mil veces aquel engaño, según cuentan Oliver Stone y Peter Kuznick en su Historia no contada de los Estados Unidos.

Lógicamente, si de un país que luchaba por ser la primera potencia mundial uno hace un juguete en manos de sus enemigos, permitiendo incluso que estos lleguen a apuntarlo con armas nucleares, ya es un primer motivo para que tu pueblo no te recuerde con cariño. Y con él una porción nada despreciable de ciudadanos del antiguo bloque socialista, por cierto.

Pero la verdadera debacle fue la que organizó Gorbachov en el interior de la URSS. Recuerden que estas concesiones, supuestamente, eran para no gastar recursos en otras cosas que en revitalizar la economía interior. Pues bien, sus reformas económicas sin líneas ni objetivos claros dieron lugar a la aparición de una delincuencia organizada y una penetración de los especuladores tanto extranjeros como soviéticos a gran escala. Coincidiendo con esto, la política de Glasnost de Gorbachov, en opinión de historiadores como los citados Keenan y Kenny, en realidad lo que hizo fue entregar poder en los medios de comunicación a todos los enemigos interiores del gobierno soviético, incluyendo corrientes nacionalistas de las diferentes repúblicas. Como Gorbachov necesitaba vender sus reformas económicas permitió, cuando no fomentó, que estas corrientes nacionalistas ganaran presencia mediática e ideológica. Todo ello acabó llevando la URSS al desastre al adquirir poder arribistas como Boris Yeltsin, el presidente de la república de Rusia, que se apoyaron en las reivindicaciones nacionalistas mientras se conchababan con mafiosos y estraperlistas.

A pesar de que en marzo de 1991 los ciudadanos de la URSS votaron de forma abrumadora por perseverar la Unión, ya saben lo que ocurrió. El golpe de la desintegración y la irrupción neoliberal fue devastador en todas las repúblicas. La Rusia de los 90 se convirtió en el lugar de pesadilla que les describía Putin al abrir este artículo. Las privatizaciones salvajes, el estraperlo y el crimen organizado arruinaron a mucha gente. Se lo crean o no, la esperanza de vida de los varones rusos cayó 20 años, y los movimientos secesionistas seguían en la nueva república. La insólita debilidad del nuevo estado quedó patente cuando perdió la primera guerra chechena contra los rebeldes de una república cuya población total era menor al número de efectivos del ejército ruso. Incluso pocos recuerdan en el hemisferio occidental del mundo que, en octubre de 1993, Boris Yeltsin llegó a bombardear la sede del Congreso de los Diputados y el Soviet supremo para sofocar una rebelión de diputados y ciudadanos que pedían el regreso del socialismo y se negaban a darle todo el poder para poner en práctica su agenda privatizadora, pero así es. Eso ocurrió.

Y en el resto del mundo, sintiéndose libres de la amenaza que para sus proyectos representaba la URSS, los grandes capitalistas extendieron el neoliberalismo hasta el último reducto del mapa. Los retrocesos de derechos laborales respecto al orden planetario previo al colapso son públicos y notorios. Pero observemos cómo ha afectado el proceso a los países citados en este artículo:

  • Rusia ha rehecho en parte su prestigio y, si bien parece tener en el mundo actual menos fuerza que China, vuelve a ser un poder a tomar en consideración. Los rusos lo saben, como hemos comentado más arriba.
  • El resto de repúblicas soviéticas han corrido diferentes suertes. Las centroasiáticas parecen estar creciendo, las caucásicas se han convertido en países cuasi tercermundistas que sufren constantes conflictos, como la Guerra del alto Karabaj en 2020 entre Armenia y Azerbaiyán. Otras como Bielorrusia o Ucrania han sido campos de prueba de las nuevas movilizaciones reaccionarias, hoy conocidas como «revoluciones de colores».
  • En el viejo bloque del Este varios países han caído en las garras de gobiernos de extrema derecha que ya no se cortan al perseguir y señalar a determinados colectivos.
  • Afganistán es hoy presa de los integristas islámicos y acaba de infligir una dolorosa derrota a los que permitieron que esos indeseables se hicieran con el poder. Cría cuervos, etc, etc.
  • En el resto de mundo, en África y América Latina, nuevos movimientos populares están volviendo a implantar el socialismo, a pesar de los intentos de injerencia de USA
  • Estados Unidos da síntomas cada vez más claros de decadencia, con sus infraestructuras hechas un desastre, la población sufriendo los efectos de las deudas y la adicción a los opiáceos, su ejército cosechando derrotas humillantes como la recientemente sufrida en Afganistán, y una extrema derecha formada a partir de sectas fundamentalistas, racistas, machistas, locos del rifle, etc cada vez más echada al monte. Ya intentaron un burdo golpe de estado con su asalto al Capitolio.
  • ¿Europa occidental? Pues camina hacia la irrelevancia en el nuevo mundo. Dependemos del gas ruso y tenemos tratos comerciales con China, pero por algún motivo nuestros mandatarios han decidido ponerse del lado de USA. Los norteamericanos ya han dicho que la OTAN para ellos es secundaria, y se han lanzado a forjar otras alianzas en el Pacífico, con países como Australia, para molestar a su nuevo rival, China. Una de sus enviadas fue muy clara al respecto mientras transmitía órdenes de su país a los títeres que han logrado implantar en Ucrania. Personalmente, este villano de Madrid cree que no tenemos nada que sacar si seguimos bailando el agua a los yankees, pero es sabido que los chinos y los rusos son muy malos por algún motivo, así que los europeos tenemos que seguir tragando desventajas económicas y peligros militares porque estamos del lado de los güenos, claro que sí.
Imagen de los tanques del ejército mandados por Boris Yeltsin bombardeando la Casa Blanca de Moscú durante la crisis de octubre de 1993.

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