Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la sesión inaugural de la II Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno (Madrid – España, 23 de julio de 1992)

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Como cada 12 de Octubre, «fachas» y «progres» nos someten a un interminable y estéril debate entorno a la «Hispanidad». No deja de ser curioso, que en ambos casos, defensores y detractores no dejen de ser meros altavoces del capitalismo realmente existente y por lo tanto del imperialismo norteamericano en sus versiones republicanas («trumpistas», «nacionalistas» o «fascistas») o demócratas («progresistas», «posmodernos» o «globalistas»).

En ese sentido se viralizaba un video de Fidel Castro, de su visita institucional a Galicia en el año 1992, donde se reivindica el concepto de hispanidad. Interpretado por algunos como un «zasca» a «lo progre», os facilitamos el contexto de ese pequeño corte de video de apenas dos minutos.

Aquí os dejamos la intervención completa del Comandante en Jefe en la II Cumbre Iberoamericana, donde el presidente español José María Aznar, agente del imperialismo yanqui, iba a acusar a Cuba de promocionar el terrorismo internacional. Un llamamiento a construir una comunidad de países realmente independientes, con justicia social, que se reconoce en una historia compartida y un acerbo cultural común, que supone una superación de la visión chovinista del nacionalismo español que añora el Imperio y de la visión liquida y cosmopolita, cuasi religiosa, que mientras llora por los crímenes del pasado (y pide rendir cuentas a quien no los ha cometido), apoya a pies juntillas el orden imperialista criminal reinante, que es hegemónica en la izquierda posmoderna actual («lo mas maravilloso de Biden»).

Su Majestad;

Excelencias:

Grandiosa fue la hazaña de Colón, e intrépidos los que fueron capaces de conquistar y colonizar decenas de millones de kilómetros cuadrados de territorio poblado en el hemisferio occidental. Pero también sin precedentes en la historia fueron los ejemplos de resistencia heroica como la de Tenochtitlán, capital de los aztecas, e insuperable la hazaña de los hombres que, con Bolívar a la vanguardia, fueron capaces de liberar después todo un continente.

Juntos hemos escrito una dramática y fabulosa historia. Pero no se viaja desde tan lejos para asistir simplemente a una conmemoración por importante que sea. Nos trae aquí la conciencia de que en América Latina nuestra unión no existe todavía, nuestra independencia está por consolidarse y nuestro pleno desarrollo está por realizarse.

Conmemoramos el V Centenario cuando se ha roto el balance de fuerzas en el mundo, cuando conceptos esenciales de la soberanía están cuestionados, cuando surge en el planeta el hegemonismo unipolar.

¿Qué ocurrirá en los próximos quinientos años? ¿Será de nuevo una gran parte de la humanidad sometida a las peores formas de dominación? ¿Será ignorada, aplastada, absorbida en el orden político, económico y cultural, esta vez no únicamente por el poder que emana de las armas más sofisticadas, sino también por el monopolio de tecnologías avanzadas, el control absoluto de la economía mundial y el dominio total de los medios de comunicación masiva? ¿Podrán sus derechos ser garantizados por las Naciones Unidas, cuyas funciones han sido usurpadas por un Consejo de Seguridad que hoy es manejado a su antojo por la mayor potencia militar, que impone su política en el minúsculo grupo de los que ostentan el anacrónico derecho al veto, irritante y antidemocrático privilegio que es indigno de nuestra época?

Preguntémonos, incluso, si la humanidad podrá sobrevivir a la destrucción del medio ambiente, propiciada por las sociedades de consumo, despilfarradoras y enajenantes; sociedades que no resuelven los problemas sociales y económicos fundamentales, como quedó demostrado en la opulenta ciudad de Los Angeles, dentro de un país que pretende ser modelo de sistema político y donde la violencia racial es cada vez más brutal, los ricos son cada vez más ricos, los pobres cada vez más pobres y los negros e hispanoamericanos cada vez más discriminados.

Cuando nos reunimos aquí, ese propio país, la mayor potencia militar de la historia, ha proclamado el derecho bárbaro a secuestrar ciudadanos de cualquier nación en cualquier parte del mundo: el imperio tratando de gobernar el planeta; un planeta que es, además, ingobernable.

Ese mismo imperio, hace más de treinta años, bloquea despiadadamente a Cuba, pequeño país latinoamericano. Ni siquiera los alimentos y medicamentos están excluidos. Se intenta rendir por asfixia económica y hambre a un pueblo que se niega a renunciar a su independencia y a sus ideas: un genocidio, un ultraje a la humanidad.

¿Es este acaso el nuevo orden mundial? ¿Es este el porvenir que espera a cada país que aspire a ser verdaderamente independiente?

Y para el Tercer Mundo en su conjunto, ¿cuáles son las esperanzas?

Hay en esta época convulsa y confusa quienes decidieron vender su alma aspirando a vivir como en París o en Londres simplemente cambiando de ideología. Países considerados hasta hace poco como industrializados, reclaman ahora cientos de miles de millones de dólares con el sueño de convertirse en sociedades de consumo, compitiendo por los recursos con los que necesitan de verdad desarrollarse.

Los enormes déficit presupuestarios de la potencia hegemónica succionan cuantiosos medios financieros a la economía mundial.

¿Qué quedará para vencer el subdesarrollo de la inmensa mayoría de los que en América Latina, África y Asia empezaron a ser colonias europeas hace precisamente quinientos años? ¿Tendrán que vivir acaso de las limosnas y los desperdicios del mundo rico?

Cualesquiera que fuesen las respuestas a estas interrogantes, a ningún latinoamericano se nos escapa la necesidad histórica, ante todo, de unirnos e integrarnos.

La integración económica y política con América Latina es ya un objetivo inscrito en las páginas de la Constitución de la República de Cuba.

Divididos, nuestros pueblos no podrán garantizar su independencia, el respeto de los poderosos, el bienestar a que aspiramos y un lugar decoroso en el mundo.

En esta excepcional ocasión deseo saludar al pueblo español, a los valerosos y nobles descendientes de los que lucharon 700 años por su independencia y de los que en defensa de la patria derrotaron a los ejércitos, hasta entonces invencibles, de Napoleón.

Agradezco su cálida hospitalidad, y agradezco, de modo especial como latinoamericano, que pueda hablar aquí hoy en español y no en inglés.

El pueblo cubano se siente heredero de las mejores tradiciones del pueblo español.

Nada es imposible para los que luchan.

Nuestro Héroe Nacional José Martí, hijo de padre y madre españoles, en vísperas del reinicio de la lucha por la independencia, escribió algo que parece concebido para esta reunión: «Cuba no anda de pedigüeña por el mundo: anda de hermana, y obra con la autoridad de tal. Al salvarse, salva. Nuestra América no le fallará, porque ella no falla a América.»

Muchas gracias (APLAUSOS).

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