Todos los días, a todas horas.
Por elevar la voz y protestar sólo cuando la denuncia se usa como arma política. Por mirarlas con esos ojos con los que no se debería mirar ni siquiera a una mujer adulta. Por arruinar su infancia. Por aceptar como eximente que no se sabía la edad de la niña ni que era delito. Por rebajar la pena de cárcel si no hay violencia, como si tocarlas no lo fuera. Por pedirles que callen, por decirles que midan las consecuencias de sus confesiones, porque la víctima importa a ratos dependiendo de las audiencias. Por dar por hecho que la culpa es de ellas, de dónde estaban o cómo vestían.
En nuestro país, tres de cada diez niñas sufre abusos sexuales. Niñas ignoradas por la ley de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia, tan celebrada como un hito, cuando pierde la oportunidad de tipificar el incesto, que es el delito que más se comete contra ellas, y que ignora que el sexo es un factor de riesgo.
Debería daros vergüenza no respetarlas.
Nuestras hijas ya aprenden en cuanto salen con nosotras a la calle que somos la presa y que pronto lo serán ellas, que a los doce años la mayoría ya hemos sido acosadas, que las niñas de ahora son exactamente igual que las de hace treinta años y pasan miedo. Que cuando tú le dices a tu niña y a sus amigas que tengan cuidado, ya saben de lo que estamos hablando.
Lo viven en el colegio, en el parque, en los campamentos de verano. Preguntad a esas niñas si quieren compartir vestuario o baño con los chicos, si las han llamado exageradas cuando les han levantado la falda y han protestado, si los demás han visto como una broma bajarle el bikini en la piscina, si alguna vez han querido desaparecer cuando han sentido que las miraban por la calle.
Debería daros vergüenza creerlas sólo cuando os interesa.
Porque si las abusa su padre, están manipuladas, si gobierna vuestro partido no condenáis que las prostituyan, si las violan en manada miráis el pasaporte. Se denuncia y nadie hace nada. Salen en las noticias cuando huyen para no testificar contra sus agresores, cuando las descubren escondidas en un zulo para que no las agredan, cuando las liberan de los pisos donde las vendían; las leéis y no hacéis nada, porque sabéis de sobra que son los hombres quienes consumen, pero vuestras charlas no empiezan con un «las niñas se respetan», no. En vuestra cabeza estáis leyendo la belleza infantil como una justificación a todo esto. Es que lo están buscando. ¿El qué? Que las quieran, como buscamos todos, no que las destrocen y luego las desechen. Y no, no maduran antes, lo que sí saben es que peligran, y sueñan con ser un niño, escapando del género como los refugiados huyen de un país en guerra.
Debería daros vergüenza seguir escribiendo esos titulares.
Las niñas no consienten, las violan. Sufren abusos, no tienen relaciones sexuales. Luego nos escandalizan los matrimonios infantiles en otros sitios, cuando se está justificando aquí con muy pocos años de diferencia.
Tener voz en los medios y pedir que callen, perpetuar el mensaje de que esos trapos sucios no hay que lavarlos, se guardan en el último cajón y ahí se quedan hasta que el hedor que nunca desaparece la vuelve loca y entonces explota. Y puede acabar de tantas formas…, enfrentarlo después de años y caer otra vez en esa pesadilla que te ahoga, lastrando tu vida para siempre sin poder construir relaciones sanas, porque no hay nada sano dentro de ti después de aquello, superándolo a veces pero nunca del todo, con décadas de esfuerzo y apoyo.
Debería daros vergüenza llenaros la boca de cadena perpetua y fanfarronadas, para luego no hacer nada, como siempre. Que son niñas, no juguetes, que los niños que ya las están acosando son hijos vuestros, que sois vosotros los que las avergonzáis con vuestras miradas y vuestro acoso verbal. Sois responsables los que pagáis más por las que menos edad tienen con la excusa del yo no sabía que lleváis usando desde siempre. Cuando vamos con nuestras hijas nos damos cuenta de cómo las miráis, y son ellas, y no ellos, las que llegan llorando a casa porque han pasado miedo mientras vosotros os reíais.
Debería daros vergüenza leer esto y que lo primero que se os pase por la cabeza es que os estamos atacando, que os acusamos falsamente, cuando os consta que lo verdaderamente vergonzoso es que hay muchos que leen esto y se dan por aludidos.
