Las plagas de Egipto

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La Biblia cuenta que cuando los egipcios se hallaban más oprimidos por el faraón, Moisés le advirtió a éste que si no dejaba libre a su pueblo, se desencadenarían terribles plagas sobre su reino.

Dado que el monarca no accedió a su demanda, el agua se convirtió en sangre y los peces murieron. Y como no hubo rectificación, sucedieron otras 9 plagas que finalmente doblegaron la voluntad del poderoso, y los afectados lograron la salvación demandaba por el Profeta.

La alusión podría no venir al caso si pensáramos en lo que ocurre en el Perú de hoy. Después de todo, el faraón era una autoridad despótica que martirizaba a sus súbditos, y Moisés buscaba salvarlos.

En otras palabras, las plagas que cayeron sobre Egipto ayudaron a redimir a los oprimidos. El tiempo, ha cambiado la mirada de los hechos, y ahora se toma el caso como una suerte de maldición descargada por la ira, y un castigo inmisericorde.

En ese sentido puede considerarse el conjunto de ruindades con las que se amenaza a nuestro pueblo si persiste en la voluntad de ungir al profesor Castillo como Mandatario de la Nación en los comicios que culminarán el 6 de junio.

Si en aquella época se hablaba de plagas para referirse a ranas, mosquitos e insectos; a pestilencia, úlceras y sarpullido; y granizo de fuego y de hielo; hoy los que pretenden interpretar la supuesta voluntad suprema, recogen amenazas no menos tormentosas ni intimidatorias.

Por lo pronto, como el gobierno de los Estados Unidos emitió una “recomendación” a sus ciudadanos para que no visiten el Perú mientras dure la Pandemia dada la gravedad de la crisis sanitaria; los bustos parlantes de Willax TV, han asegurado que ésta es la primera reacción de Washington ante “el peligro” que implica el resultado de la elección que se avecina en el Perú.

La maniobra tiene un sesgo definido. Busca “advertir” a los peruanos que  ya comenzó una suerte de aislamiento o de bloqueo por parte de nuestro poderoso vecino del norte, porque nos ven dispuestos a asumir un derrotero que no es del agrado de este Supremo de barras y estrellas.

Desde ese punto de vista es que ellos, ahora, quieren vernos como Venezuela, o como Cuba, es decir, como “sancionados” por un “algo que hicieron”. Y claro, si es así, la culpa no será nunca del castigador, sino del castigado porque lo que busca el fuerte es “corregir” lo que debe subsanarse. Esos países quisieron obrar por su cuenta, y eso, debe sancionarse.

Y si se persiste en esa suerte de “voluntad errática”, vendrán otras plagas: el dólar subirá de precio, se devaluará nuestro signo monetario, caerá la Bolsa de Valores, perderemos nuestros mercados, no nos venderán armas, se nos cerrarán los créditos, no vendrán capitales, desaparecerá la inversión, quebrará el mercado interno y asomará la recesión. En otras palabras, caerán sobre nuestros débiles hombros, y una tras otra, todas las calamidades. Las 10 plagas de Egipto, y algo más.

Esto es lo que se desprende de la campaña mediática desatada por la clase dominante, horrorizada ante la posibilidad de sufrir una derrota en la elección que se aproxima. Y es que, en verdad, nunca se ha presentado una situación tan prístina, y gracias a la cual los peruanos estaremos prestos a abrir un camino de dignidad y de justicia.

Es claro que la ofensiva mediática desatada contra el pueblo está plagada de insensateces. Al 68% de los peruanos, el anticomunismo no les importa y a nadie, en su sano juicio se le podría ocurrir que un país podría seguir el camino de otro. Tampoco, idear un “programa de gobierno” basado en la iniquidad ni en la violencia.

A nadie se le ocurriría pensar en la necesidad de requisar viviendas, vehículos o cocinas. Sostener esos despropósitos, no haría sino revela el enanismo mental de los que incuban tamaños desatinos.

Aún faltan seis semanas para la segunda vuelta electoral. Todo lo que han dicho los portavoces de la reacción, habrá de multiplicarse y crecer. Miles de otras mentiras serán dichas con un doble propósito; engañar a la gente y asustar al pueblo. Hacer creer lo que no existe, e intimidar a las personas para que pierdan la fe en la victoria y terminen entregando el Poder -una vez más- a sus opresores.

El miedo es el que alienta esa campaña. Por eso Hugo Guerra habla de las armas para proteger (sus) ideas; en tanto que otros, más timoratos, aconsejan “tener un plan b”: Pasaporte a la mano, cuentas secretas en el exterior, visa para otros países, dinero a la mano. Son los que piensan que, de las 37 estrategias, la mejor es correr.

Es curioso, los que ante una declaración de Evo Morales y otra de José Mujica gritan desaforados exigiendo que “nadie se meta en los asuntos peruanos”; se meten todos los días con Venezuela, Cuba y hasta Corea del Norte.

Y los que dicen que un extranjero no tiene derecho a criticar a un político peruano, se pasan el día atacando a Lula, a Nicolás Maduro, o a Daniel Ortega. ¿Qué autoridad puede tener los que así obran?

Las Plagas de Egipto no ayudarán, en nuestro caso, a salvar a los oprimidos sino a esclavizarlos más. El camino liberador está en manos del pueblo.

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