Unidas Podemos y el feminismo

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Gema P. Chimeno

Muchas de las feministas radicales que hemos votado a UP nos sentimos como si nos hubieran apuñalado por la espalda. Nos ilusionamos con el Ministerio de Igualdad. Quizás fuimos unas incautas, no nos percatamos del nombre, Igualdad, que no Equidad. Y es que parece que la igualdad es su lema. Ya han igualado los permisos de paternidad entre hombres y mujeres y ahora quieren igualar a las mujeres trans con las mujeres biológicas.

La ley trans, para cualquiera que se moleste en leerla, a pesar de su argumentario emotivo en defensa de un colectivo discriminado, verá que no añade nada que proteja específicamente a los transexuales de la violencia real que sufren y que su objetivo es fundamentar legalmente algo llamado Identidad de Género. La identidad de genero es la percepción subjetiva que un individuo tiene sobre sí mismo en cuanto a su propio género. En un ejercicio de acrobacia argumentativa se legitima el género mientras a la vez se dice pretender destruirlo: ya que la identidad de genero puede no coincidir con la que nos impone el sistema patriarcal en función de nuestro sexo biológico, concluyen que la realidad verdadera es la sentida, es decir, el género porque puede ser elegido y por lo tanto el sexo biológico es un constructo. Esta curiosa conclusión se contrapone frontalmente con el feminismo radical, que entiende el género como uno de los medios de opresión del patriarcado, en su estrategia de diferenciar social y económicamente a las mujeres. Que sea “elegido”(1) o impuesto no cambia su naturaleza opresiva.

Asi, esta concepción de la identidad, basada en la teoria queer, viene a legitimar esas dos “cajas” que nos ofrece el patriarcado (más una para los indecisos) en tanto que son “elegidas”, frente al planteamiento feminista que pretende destruir dichas cajas y defiende que cada cual, independientemente de su sexo biologico, debe tener el derecho de comportarse como decida en cada momento y ser respetado como tal.

En la sociedad heteropatriarcal, el género y la heteronormatividad se convierten en una fuente de inadaptación sobre todo durante los procesos de socialización en la infancia y la pubertad. Uno de los instintos de supervivencia más primarios del ser humano es sentirse incluido en el grupo, y para ello observará, buscará referentes y validación en el entorno, en busca de ese lugar desde el cual ser reconocido y aceptado. Todo este proceso conforma lo que llamamos identidad o concepto de uno mismo, algo que se siente internamente, pero que tiene un origen social al estar influido por los valores imperantes, algo que la teoría queer no es capaz ni de ver ni de poner en duda. Así, la libertad ofrecida por esta ley se reduce a la libertad negativa (que no me niegen mi derecho a hacer) e ignora la lucha por la libertad positiva (ofrecer el máximo de opciones para poder elegir más libremente), sosteniéndose así en principios profundamente liberales.

Desde su integración en las democracias liberales parece los partidos de izquierda se centran cada vez más en lo que Nancy Fraser (2) denomina injusticias de reconocimiento. En su ensayo ¿Redistribución o reconocimiento?”, la autora diferencia ante aquellas injusticias derivadas de la falta de aceptación de un colectivo por la sociedad (homosexuales, culturas minoritarias, mujeres, etc) y las injusticias derivadas de la falta de acceso a los recursos (personas racializadas, clase trabajadora, mujeres, etc). Los partidos de izquierda entraron a formar parte de las democracias liberales de estados basados en economías capitalistas, aceptaron ciertas reglas del juego y vieron reducidas sus herramientas de lucha por la redistribución de los recursos. La estructura capitalista no se toca, así que a lo sumo pueden ofrecer ayudas y subvenciones. Un ejemplo seria el mismo planteamiento de la ley igualdad de permisos, donde se comprueba que es más cómodo repartir lo conseguido por las mujeres que obligar a la patronal a poner la parte que los hombres deben aportar en eso de la crianza. Por desgracia, con esta ley se comprueba que cierta izquierda va un paso más allá en la adaptación al sistema: políticas de reconocimiento pero esta vez planteadas desde un punto de vista liberal e individualista.

Pero volvamos al heteropatriarcado y lo que le ocurre a esa infancia y adolescencia que no se adapta a sus normas. Estaríamos hablando de los homosexuales y de aquellas/os con una personalidad que no se ajusta al canon social. A no ser que tengan un círculo que les apoye y acepte, sufrirán durante su proceso de socialización y puede que desarrollen disforia de género, es decir, rechazo a su cuerpo. La disforia puede darse en los homosexuales, al no tener el cuerpo deseable por aquellos que ellos desean (3) y en los últimos tiempos se están incrementando los casos en un nuevo grupo, las niñas. En países como Inglaterra (4), desde que se implantaron leyes de Identidad de Género, cada vez mas menores, y en particular niñas, van a las llamadas clínicas de género, movidas por su resistencia a adaptarse a una feminidad cada vez más cosificadora y animadas por charlas que les venden la identidad de genero como la solución a sus problemas de inadaptación (5).

Ante esta inadaptación sana (6) existen dos posibilidades. Adaptarse lo mejor que puedas a las “cajas”, lo que puede implicar cambiar tu cuerpo, no salir nunca del armario o agarrarte a eso de la identidad de género. La otra opción es la resistencia, ir contra corriente y ayudar con tu lucha a otros que sufren lo mismo que tu, convirtiéndote en un referente. Esto no es nuevo: mujeres revolucionarias haciendo lo que la sociedad les prohibe o censura, hombres que superan el miedo al rechazo y experimentan aquellas partes de su personalidad que se consideran “femeninas” y sin duda todos las/os homosexuales, que poniendo incluso su vida en peligro, han conseguido que en muchas sociedades los adolescentes tengan referentes que validen sus sentimientos. No quiero decir con esto que los transexuales hicieron mal en cambiar sus cuerpos. Su sufrimiento, sus estrategias de supervivencia, no las pondré nunca en duda. Lo que pongo en duda es una ley que demoniza el trabajo de las unidades que trabajan con estas personas ayudándoles a decidir la mejor solución, porque hay muchas y variadas, sobre todo si hay un enfoque feminista, y no hay razón para tener prisa, si en la mayoría de los casos la disforia desaparece tras la pubertad (7).

Y al final una se pregunta cómo una ley que va en contra de los principios más básicos del feminismo, el género como opresión, ha llegado a propuesta de ley. Me arriesgo a decir que lo que contábamos sobre las políticas de izquierdas en el parlamento se refleja en sus propias organizaciones. Estos partidos parecen haber hecho los deberes respecto al reconocimiento de la mujer, por ejemplo, sus manifiestos y su propio nombres usan términos en femenino e intentan eso de las cuotas, pero parece que no pasa lo mismo con la redistribución del poder y de la voz. No hay duda de que no se ha contado con el punto de vista de las feministas de sus filas (8), sino la propuesta seria muy distinta, y vemos que en cuanto estas mujeres levantan la voz para defender sus derechos y sus análisis, el partido cierra filas para proteger la coalición. Se puede observar el completo desentendimiento de buena parte de los hombres de estos partidos, que al estar libres de la opresión de género se apartan de nuevo, y dejan el problema para los afectados directamente. Ha quedado claro que ellos no van a perder el tiempo ni escuchando, ni entendiendo cada planteamiento y mucho menos posicionándose. Pero en definitiva queda claro que estos partidos se llaman feministas pero la gran mayoría de sus integrantes no han abierto un libro sobre feminismo en su vida.

En definitiva Unidas Podemos presenta una ley de reconocimiento de un colectivo discriminado apelando a la percepción personal, argumentada con planteamientos liberales y emotivos; y haciendo caso omiso a los análisis feministas e emancipadores más básicos.

Pero a lo mejor yo soy la equivocada, corren nuevos tiempos y para la nueva izquierda lo importante son las autopercepciones y las decisiones personales. Supongo que podemos ver el lado bueno de todo esto. Con la ley trans, la próxima vez que vaya a casa sola, me podré identificar como un hombre, con lo que se reducirá estadísticamente la posibilidad de ser agredida.

Tampoco olvidemos que adaptarse a los nuevos nuevos tiempos implica que desaparezcan esos tediosos análisis en clave colectiva y estructural. Así que por último, ahora que he interiorizado los nuevos postulados, les pediría que dejen de atormentar a los pobres obreros de derechas con sus complejos análisis sobre el reparto de la riqueza o las clases. Si ellos se autoidentifican con la clase burguesa, ¿quién es nadie para contrariarlos?

  1. Cultura del azul y el rosa, por Ana de Miguel (https://www.lne.es/gijon/2016/02/05/peligrosa-vuelta-azul-rosa-19633015.html)
  2. Recomiendo la contrastación de ideas entre Judith Butler, una de las teóricas más importantes de la teoría queer, y Nancy Fraser.
  3. Testimonios recogidos por la red LBG, sobre la disforia en homosexuales.
  4. Incremento de infancia en clinicas de transicion: https://www.channel4.com/news/factcheck/factcheck-qa-how-many-children-are-going-to-gender-identity-clinics-in-the-uk
  5. Cuentos sobre la identidad de genero: https://chrysallis.org.es/recursos/cuentos/
  6. «Estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma no es una buena forma de medir la salud», Jiddu Krishnamurti.
  7. Porcentaje de casos de disforia que remiten tras la pubertad: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5841333/
  8. Militantes de Podemos e IU firman manifiestos contra la Ley Trans: https://www.elmundo.es/espana/2021/03/08/6045ed50fdddff908d8b4669.html

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