Un cómic para 2021

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Como hice el año pasado, quiero ofrecerles durante el periodo navideño un análisis y recomendación de alguna obra relacionada con los temas que trata habitualmente este diario con el fin de darles una opción más como posible petición a sus majestades los Reyes Magos de Oriente, cuya llegada está próxima.

Este año no será un libro estudio sobre ningún tema, ni una monografía, ni siquiera un ensayo. En esta ocasión les voy a proponer un cómic que relata una historia de ficción durante la guerra Fría. Les hablo del magnífico trabajo de los autores españoles Felipe Hernández Cava, como guionista, y Bartolomé Seguí, como dibujante, titulado Hágase el caos.

Este podría ser un relato más de intriga política o espionaje durante el periodo de tensión entre los bloques del este y del oeste. La trama nos cuenta las aventuras de Alex, un químico británico pero de ascendencia yugoslava que trabaja en los laboratorios de Scotland Yard y que un día es informado de la muerte de su madre en muy extrañas circunstancias. Al no convencerle la explicación que ofrece la policía decide investigar por su cuenta, indagando en el pasado de su familia, las tensiones ideológicas religiosas y étnicas en los Balcanes, etc. Poco a poco va descubriendo que él y su madre estaban siendo usados como chivo expiatorio por una opaca organización yugoslava que se propone asesinar al mariscal Tito durante una visita a Londres. Este argumento en apariencia no tiene nada que lo distinga de miles de obras de entretenimiento que han tomado como base el espionaje.

Pero Hágase el Caos es recomendable para el lector interesado en nuestros temas, porque el trabajo de documentación de Hernández Cava es uno de los más minuciosos que he conocido. La mayoría de los que tratan en España las tensiones que han sacudido durante siglos los Balcanes se quedan en la explicación que nos dieron de las guerras yugoslavas de finales del siglo pasado y principios del presente los medios sistémicos: lod sedbiod son mu malod y un día les dio pod masacrad a sud vecinod. Sin embargo Hernández Cava, sin prejuicio de la emoción y tensión de su historia, que no nos engañemos, sigue siendo su objetivo principal, demuestra primero un conocimiento profundo de la zona de la que habla, desde la época del llamado Avispero de los Balcanes de la segunda mitad del siglo XIX hasta la formación de la Yugoslavia socialista de Tito, y segundo, una capacidad inusitada para integrar en su relato a nostálgicos monárquicos serbios, musulmanes bosnios, criminales ustacha croatas, socialistas titoístas, nacionalistas albaneses… Créanme cuando les digo que me parece un retrato mejor documentado y más aclaratorio de la zona más inestable de Europa que muchos supuestos estudios sesudos en profundidad.

Por otro lado, Hernández Cava añade un episodio donde se nos muestra un hecho poco conocido por el español de a pie y que ha afectado directamente a nuestro país: la España franquista como refugio seguro para los criminales ustacha, aquellos monstruos croatas ultrafascistas y ultranacionalistas colaboracionistas de los nazis que se jactaban de haber acabado con más serbios en cinco meses en su campo de concentración de Jasenovac que el imperio otomano en cinco siglos. Les recuerdo que nada menos que Ante Pavelic, el líder de aquella horda inhumana, y al que se atribuye la afirmación de que un ustacha debía ser capaz de rajar con su machete a una mujer embarazada serbia, extraer el feto y degollarlo ante ella está enterrado en el madrileño cementerio de San Isidro, y que entre la fauna de extrema derecha que puebla Madrid y de la que alguna vez les he hablado vienen bastantes ultras croatas a ver a su héroe.

Tumba del criminal de guerra ustacha Ante Pavelic en Madrid. Nótese que está llena de símbolos nacionalistas croatas que dejan los neonazis del país balcánico que acuden en peregrinación a ver a su líder.

Añadir a todo ello que el dibujo de Bartolomé Seguí acompaña de maravilla a la historia, es un dibujo capaz de transmitir el tono oscuro según el personaje de Alex va recuperando su pasado, de resaltar la tensión, de retratar los ambientes donde se mueve cada personaje, etc. El estilo de línea clara del dibujante mallorquín nos tare a la memoria la mejor tradición del cómic europeo, a la vez que dota a la historia de una personalidad y unos matices muy profundos. Los colores se emplean de un modo muy adecuado, y la expresión de todos sus personajes es digna de verse.

En cuanto a los aspectos meramente ideológicos Hernández Cava se esfuerza por ser objetivo, mostrar los puntos fuertes y débiles de todas las facciones. No debemos olvidar que su propósito es una ficción de espionaje entretenida, no una obra de estudio. Pero los criminales ustacha quedan retratados como los monstruos que eran, Tito, sin llegar a quedar como un héroe se nos muestra como la mejor opción para este territorio, y todo el resto de grupos étnicos y religiosos encuentran su espacio donde quedan expuestas sus motivaciones, su recorrido y su historia, logrando al final lo que creo que era un objetivo loable: explicar lo que mueve a todos sin demonizar ni hacer un panegírico de nadie. Si los ustacha quedan como lo que eran es porque esa gente es sencillamente indefendible, hasta sus aliados nazis se horrorizaron de su crueldad.

Yo también me proponía sencillamente hacer un retrato de una obra que me gustó, ahora corresponde a ustedes decidir si estará entre sus peticiones a los magos de Oriente.

Y visto lo que pasó la anterior vez que lo hice tengo reparos a felicitarles el año, pero qué demonios…

¡Feliz 2021!

Lux y Umbra, los dos tomos que componen Hágase el caos.

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