¿Acercando la Prostitución a las Aulas?

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DOFEMCO (Docentes feministas por la Coeducación)

En estos tiempos de confinamiento es un alivio poder acceder a conferencias y cursos a través de las pantallas, así hemos sabido que el Sindicato de Enseñanza USTEA había programado unas jornadas para sus afiliados con el título de: “Género como exclusión social, Perspectiva coeducativa”

No podemos negar la habilidad para titular: Género, exclusión y coeducación tiene todas las papeletas para generar interés… hasta que leemos los contenidos del programa: la intención de las actividades de formación para docentes es analizar las posturas desde las que se aborda el problema de la Prostitución: Regulacionismo vs Abolicionismo.

Asistimos con creciente regularidad al aumento de voces que defienden la prostitución bajo la denominación de “trabajo sexual”, que, como es sabido, oculta el negocio del proxenetismo, y su consiguiente propaganda, bajo la mullida y recurrente alfombra de una supuesta protección de los “derechos” de las mujeres prostituidas.

Ante esta propuesta de formación para el profesorado -necesitamos leer de nuevo nuestra propia frase: “formación para profesoradola primera pregunta que hay que hacerse es la del interés de un sindicato de enseñanza en un tema que poco o nada tiene que ver con los intereses del sector y, que, a su vez, lo introduce -sospechosamente- en el marco de la “perspectiva coeducativa”, ante lo que parece buscar justificar la  presencia de un tema alejado del interés y las necesidades de la docencia y las aulas.

Así las cosas, debemos recordar que la Coeducación tiene como principio fundacional formar e informar a la infancia y la adolescencia sin estereotipos sexistas, por lo que, y esta es la reflexión oportuna de nuestra segunda pregunta: ¿hay algo más sexista que considerar que los varones tienen derecho a satisfacer sus deseos sexuales, sean los que sean, accediendo sin límites al cuerpo de las mujeres a cambio de dinero? ¿Es esto, por cierto, lo que el profesorado debe conocer para, en su caso, formar a su vez a su alumnado en las aulas -en sesiones de tutoría, por ejemplo, en donde casi cualquier tema cabe-?

Seguimos haciéndonos preguntas, no por obvias, menos pertinentes: ¿Qué se busca, intencional y decididamente, con este tipo de actividades de formación docente? ¿Normalizar la posibilidad de mercantilizar por ley, el cuerpo de las mujeres? ¿Contribuir al aumento de la disponibilidad de mercancía para satisfacer las necesidades de un  mercado cada vez más  exigente en cantidad y variedad, y que reclama mujeres cada vez más jóvenes, niñas bordeando la mayoría de edad? ¿Denominarlo “trabajo sexual” es una forma de conseguir que esta forma de esclavitud de mujeres sea aceptada socialmente?

Es bien sabido que la posición abolicionista entiende la prostitución como una “institución” (en sí mismo un “sistema”, según las aportaciones de numerosas teóricas) que ha estado presente a lo largo de toda la historia de la humanidad, fundamentada en la supuesta necesidad intocable de los varones de satisfacer sus necesidades y apetitos sexuales desde la posición de poder y dominación que el sistema patriarcal les ha atribuido poniendo en situación de inferioridad a las mujeres, que por su vulnerabilidad social o económica, se ven obligadas a vender su cuerpo para sobrevivir.

Cierto que nadie, ni siquiera las feministas radicales, va a negar la existencia de una pequeñísima proporción de mujeres que son conscientes de que ejercen la prostitución y son conformes con ella.

Pero la realidad es terca cuando muestra la situación de hoy, en donde la prostitución ha devenido de una actividad doméstica reducida a garitos urbanos y clubs de carretera con luces de colores de dudoso gusto, a organizarse a escala global como una verdadera industria internacional del sexo: mega-burdeles en las fronteras, pisos patera para putas, hoteles de muchas estrellas para “scorts”, que queda más fino, y millones de euros que se mueven paralelos a los mercados de la droga, y al tráfico de mujeres para y por la explotación sexual.

No faltan los instrumentos de mercadotecnia avanzada que diseña la ingente cantidad de publicidad dirigida a inventar necesidades y creación de nuevas fantasías a base de un desarrollo expansivo de la pornografía, o de mecanismos más simples como la distribución de flyers, cromos volantes con toda suerte de cuerpos de mujeres desnudas que encontramos sujetos a los limpiaparabrisas de los coches.

Es la normalización en nuestras vidas de todo un emporio económico en b, edificado sobre el cuerpo de las mujeres, de las que se extrae una plusvalía a la que el capitalismo neoliberal no es ajeno, que ofrece, en la lógica de los mercados, a varones de todas la clases sociales, en todos los países, de toda condición económica, acceso “por derecho” a cuerpos de mujeres pobres, migrantes, con variedad de edades, de diferentes razas y de todas las culturas cada vez más jóvenes.

Cuando se analiza la posición regulacionista de la prostitución, sus argumentos fuerza defienden la obligación de respetar y proteger el derecho de individual de las mujeres de elegir libremente vender su cuerpo como herramienta de trabajo en el marco de un estado democrático protector. En ese contexto, se defiende la necesidad de generar una suerte de contrato normalizado entre quien demanda el “servicio” (nótese la buscada neutralidad del sustantivo) y quien puede ofrecerlo, sin más, como cualquier otro. Siendo así que existiría una parte contratante, que usando su poder, demanda la obtención del placer por el que paga, y la otra parte, contratada, queda encargada de ofertar la pericia en la generación del placer del otro, acompañándola con las actitudes de conveniente sumisión para agradar.

Y, en este contexto, el sindicato de Enseñanza USTEA, pretendidamente de izquierdas, introduce el tema como si hubiese un debate posible en la formación de sus afiliados, docentes presentes y futuros, ofreciendo en esta jornada una perspectiva de neutralidad entre el regulacionismo y el abolicionismo, arrancándola, siguiéndola y cerrándola con la reivindicación de la prostitución como trabajo sexual. Apenas merecería mayor comentario si es que el equilibrio entre las posturas estuviese representado de manera equilibrada -al abolicionismo apenas se le ve entre tan abundantes regulacionista-, al menos. Pero, a la vista de las ponentes, ni siquiera se pretendía.

Nos preocupa, y mucho. La admisión de la prostitución como posibilidad de ser denominado trabajo sexual afecta a la conceptualización de la sexualidad humana y su fenomenología, estamos obligados a decidir si la relación sexual tiene la finalidad de obtener placer mutuo como valor que mejora física y psicológicamente a las personas, o, como otras muchas actividades humanas, ¿ha de estar que estar regida por el valor del mercado y sacrificadas en el altar del dinero?

Y en la interacción sexual, como actividad laboral, ¿cuál es el valor mercantil de la satisfacción mutua, la empatía y solidaridad con el otro, la honestidad, la compasión, el desarrollo afectivo, la gratitud etc. que son seña de identidad de cualquier relación humana sana?

Si esta ola de neoliberalismo rampante acepta las políticas regulacionistas, y es una ocupación como otra cualquiera, ¿qué perspectiva coeducativa debemos incluir en las  aulas al considerar este tipo de empleo? Sería muy conveniente dedicar un tiempo a valorar si las leyes contractuales que avalan las relaciones mercantiles son neutras y como explica muy bien Gimeno Presa (2017) hay implicaciones entre la ética del deber y la de la virtud, a la hora de hablar de Prostitución como trabajo.

Sin una revisión ética y estética de la consideración de la venta de la capacidad sexual como trabajo, ¿Se podrá indicar a las alumnas que se planteen si su vocación profesional puede encaminarse a ser Puta? ¿Convendría plantear la pornografía como materia optativa para que varones y hembras aprendan prácticas sexuales tradicionales y otras  más innovadoras ahítas de violencia explícita sobre las mujeres? Por no hablar del curriculum oculto de perversa pedagogía difundido de forma masiva y obsesiva en internet, que está contribuyendo a la nueva reformulación del papel de dominio hegemónico de la sexualidad del varón frente a la obligada sumisión de mujeres al capricho de cualquier fantasía sexual que colme las expectativas del primero.

¿Cómo abordamos desde la educación en igualdad la realidad que ofrecen los datos: en  la Prostitución se comprueba con absoluta crudeza la interseccionalidad de sexo, raza y clase que convierte a millones de niñas y mujeres en producto de consumo, de usar y desechar para los Prostituyentes que en un 97,7% son hombres?

Del mismo modo que los Departamentos de Orientación informan sobre itinerarios profesionales, se puede consultar a los Consejos Escolares y en las Asociaciones de Familias cómo enfocar la perspectiva de género en los contenidos de formación para que conozcan las vías de entrada en los circuitos de Prostitución, las ventajas de ejercer como empresario Proxeneta, o sus repercusiones en la financiación del Estado con la partida de porno-impuestos.

Si en la socialización de varones se contempla la posibilidad de contratar consumo de mujeres como mercancía, serán lícitos las web y los foros de internet donde los clientes que contratan trabajadoras sexuales, viertan comentarios que sirvan de recomendaciones para otros usuarios sobre valoraciones de la imagen estética o no, de cada prostituta, de la eficiencia de su servicio, la versatilidad de ofertas e incluso información de los periodos recurrentes de rebajas donde se promocione el “2 X una”.

Si consideramos a las mujeres prostituidas, trabajadoras del sexo, con sujeción a las normas de la economía, ¿qué perspectiva coeducativa tenemos que enfrentar en relación a la sexualidad en el proceso formativo de varones frente a sus compañeras de pupitre? 

A la vista de cómo está estructurado en la actualidad el comercio sexual de mujeres, la única perspectiva coeducativa posible al hablar de la Prostitución y su escuela de formación, que es la Pornografía, es considerarla como una forma abyecta de violencia  sobre las mujeres, y por tanto donde mejor se demuestra la profunda desigualdad de ellas frente a ellos.

Sabemos que el dinero no tiene alma, pero la contratación laboral no puede legitimar una forma de agresión a la dignidad de las mujeres que también afecta a la socialización de los varones.

Volviendo al título de las jornadas sobre prostitución organizadas por USTEA, “Género como exclusión social. Perspectiva coeducativa”. Visibilizar la prostitución como trabajo sexual, es oscurecer la realidad. La prostitución es un privilegio basado en códigos culturales de profunda e injusta desigualdad de sexos, donde se reproduce sin pudor la opresión milenaria sobre las mujeres, que las conduce a la exclusión social.

Con respecto a la Coeducación, los Sindicatos de la Enseñanza tienen una ingente tarea por delante. Para poder impartir conocimientos con perspectiva de género, es necesario exigir a las administraciones las dotaciones económicas necesarias para reducir las ratios en las aulas; promover en las mesas sectoriales los cambios imprescindibles y siempre retrasados, en los contenidos curriculares, fomentar la creación y divulgación de materiales coeducativos adaptados a las exigencias de justicia en la igualdad de sexos que prescriben nuestras leyes y, si de formación del profesorado se trata, impulsar cursos competentes que les ayuden a mejorar una práctica docente realmente coeducativa.

Mientras los sindicatos como USTEA promuevan otro tipo de debates que se alejen de las reivindicaciones de sus representados, tendrán que admitir que la sospecha de otros intereses, confesables o no, guían sus actuaciones.

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