Casi un año del golpe de Bolivia, que no es poco

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La misma historia sigue el relato, nunca lineal, de los acontecimientos. Idas, venidas y vueltas que pivotan sobre el instante que se considera el principio de aquello que trata de explicarse. Para una gran mayoría, el golpe de Estado en Bolivia comenzó con la incursión de Camacho al Palacio Quemado y el posterior alzamiento de la Biblia de Añez. Al menos, estas serán algunas de las imágenes que quedarán impresas en las retinas, aunque para muchos estas serán borrosas a consecuencia de las lágrimas.

Hasta ese momento, a nivel internacional, exiguas y ninguneadas fueron las voces de alarma que advertían de la posibilidad de que aquello ocurriera. Tampoco es de extrañar, tal y como están las cosas… Entre bulos, conspiraciones y placas tectónicas inconexas en la coherencia argumentativa de tantos opinadores “expertos” … Pero aquello… Aquello era tangible…

Para poder palpar esa sensación, que ya digo que era latente, es necesaria una mirada retrospectiva, cambiando el punto de vista, que eso también forma parte de las divergencias entre narrativas diversas. Dependiendo del narrador, que en primera persona nunca es omnipresente, lo sucedido puede tener variables.

La desestabilización del proyecto gubernamental, sin lugar a dudas, viene de lejos y alude a diversos factores. O por lo menos dos. Por un lado, ya lo sabemos… Ya sabemos las praxis y la pragmática de la derecha, aún más cuando se tratan de injerencias por intereses económicos.

En este caso los medios, una vez más, jugaron un rol prominente, pero son muchas las veces que han utilizado y seguirán utilizando estas prácticas. ¿Nadie ha aprendido nada?

Durante el transcurso de estos ataques, el MAS, comenzó a experimentar un retroceso en los apoyos. Esto es algo que puede constatarse incluso electoralmente. García Linera, en un curso posterior al golpe, consideraba que una de las máximas de este fenómeno se encontraba en que “la gente ha ascendido de clase social, ya no es clase trabajadora, sino clase media y por ello ha dejado de apoyar un proyecto colectivo”.

Egolatrías aparte, de ser así, podríamos referir o inferir, también, que el problema residía en la formación de cuadros políticos capaces de incentivar, condicionar e interactuar de intermediarios en el mismo seno del núcleo duro del MAS: la clase trabajadora, que no ascendió, si no que tan solo vio satisfechas las necesidades más básicas y primarias.

Este mismo desgaste gubernamental, puede darse también por la misma gobernanza, puesto que tras el auge inicial se desmovilizó la gente. Pero al final volvemos a lo mismo, la falta de ideología y de capacidad formativa, inherente al progresismo, han sido para todos estos procesos políticos, un caladero de oportunistas. Una herida que supura lenta, pero constante.

Estas premisas academicistas chocan y terminan chirriando, ante todo, cuando terminas poniéndote ante estos sujetos, que en sus panoplias políticas ejercen un rol casi pasivo, alfanumérico, pero realmente son parte relevante.

Las dos primeras gestiones del gobierno de Evo Morales fueron vividas con emoción. No es para menos, el reconocimiento en la Constitución de un Estado Plurinacional, que por fin incluía a la mayoría boliviana, los indígenas. Este proceso habría las puertas y amparaba augurios de buenas nuevas para aquellos que habían quedado relegados al olvido de los tiempos.

Pero este mismo proceso político comenzó a verse de frente con las fauces del capitalismo, donde este siempre juega un rol preponderante.

Por el año 2010 y 2012, las comunidades indígenas comenzaron a desempeñar movilizaciones de defensa del TIPNIS, territorios de la amazonia boliviana, que habían quedado desprotegidos ante la inminente construcción de una carretera. Este impulso por el desarrollo económico, de espaldas al pueblo, y que seguía la inercia de los datos macroeconómicos del capitalismo fueron siendo las nuevas “venas abiertas” de Bolivia.

No fue el único conflicto que se desató a partir de entonces. Las concesiones, incluso al que terminó siendo el bando golpista, desoyendo a quien trataba de interceder desde abajo, fueron y siguieron siendo una constante en este “juego” que García Linera entiende como “tensiones creativas del proceso progresista”, que deben “ampliar el núcleo irradiador hacia las clases medias”.

Cabe recordar que el MAS – IPSP se constituyó desde dos vertientes. Por una parte, como partido político, como MAS, movimiento al socialismo. Pero por otra, como IPSP, es decir, como instrumento político para la soberanía de los pueblos. Debía ser esa la confluencia. Pero como explica Gabriel Villalba, “se dio una fractura entre sociedad civil y sociedad política en todos los niveles”. “Ese gran divorcio entre la dirigencia burocrática de ministros, viceministros, directores y demás con los movimientos sociales. Esto, este divorcio, es lo que existió en las últimas campañas. A todos los niveles existió un divorcio de la dirigencia con las bases”.

De este modo, y a través de todos estos diversos factores, como añade Villalba, el MAS “se ha ido fragmentado obnubilado por la administración gubernamental, burocrática, pero también es por cierta degeneración y corrupción por falta de formación política en las mismas organizaciones sociales que en su momento dieron su apoyo a Evo Morales”.

Para mí, personalmente, todo este proceso también fue algo mecanicista. Hasta ese momento, del que hablaremos después, siguiendo la inercia periodística, todo se acababa resumiendo y focalizando en transcripciones, análisis discursivos, recogida de datos, etc.

Previo al golpe de Estado, presuponiendo lo que iba a ocurrir empecé a enmarañarme y a focalizar la atención. A través de contactos conseguí el número de Julia, pero aún, y a la vez, la noche del golpe, yo estaba cubriendo en la sede de En Comú las pasadas elecciones españolas. De repente llegó lo que se había pronosticado y todo empezó a suceder a una velocidad vertiginosa.

De ese letargo y frenesí constante de información, de viajes, de carreras y de escribir solamente pude despertar la madrugada del 14 de noviembre. Ese momento cambió todo… El mensaje de Julia, “por favor hay una masacre, ya hay más de una docena de muertos, y apenas un medio sacó la información, hay barrios cercados por sicarios, por favor… Yo también estoy amenazada y necesito saber como resguardarme mientras intento difundir y explicar lo que ocurre”. En ese momento todo fue real, para mi en ese instante “el verbo se hizo carne”, como diría el inexistente de allí arriba.

A veces en periodismo, incluso a la hora de consumirlo, la muerte y la tragedia es una constante. Tanto que se termina normalizando. Es más, esta suele depender del número y del lugar donde ocurre. Hay lugares donde la vida de aquellos “cuesta menos que la bala que los mata”, que escribió Galeano.

Esto ocurre siempre y cuando esto se ejerza, se lea e interprete, siendo un cínico, que es la única característica con la cual no debe afrontarse la tarea de tratar de explicar la realidad (o de entenderla). O eso trató de explicar Kapuscinski, aunque luego…

A partir de ese momento Julia me abrió las puertas de algo más y al otro lado estaba Gabby, que con los brazos abiertos terminó siéndolo todo, una nueva hermana, una amiga, una fuente de conocimiento incesante, mis ojos e incluso mis manos por las veces. Meses y meses, horas y horas después, que más pronto que tarde volverán a fundirse en un abrazo.

Fue desde ahí donde para mi esta historia, en la constatación, de nuevo, de la humanidad, y de esta como principal agente de los sucesos presentes, pasados y futuros. Tras ello han sido conversatorios con comunidades, cientos de testimonios, llamadas, entrevistas…

Al fin y al cabo, resulta que en todo esto, en cada historia, en cada intento de explicar o de cambiar la realidad, de lo que estamos hablando es de personas. Estas mismas personas fueron las que, de nuevo, volvemos a olvidar en los análisis de la derrota del golpe de Estado perpetrado por la derecha y auspiciado por los Estados Unidos, pero que son, no parte, si no la base, el punto de llegada y de partida, a las que hay que escuchar y de las que hay que aprender para poder comprender lo que ocurre.

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