Muchos datos sobre Bielorrusia y alguna apreciación personal

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Un poco de historia

Bielorrusia históricamente nunca  ha sido una nación independiente, después de la breve y virtual existencia de la República Nacional Bielorrusa (1918-1919), Bielorrusia se convirtió en una república constituyente de la URSS, la República Socialista Soviética de Bielorrusia.

Más del 80% de su población son nativos bielorrusos, y el resto la componen minorías de rusos, polacos y ucranianos. Desde un referéndum celebrado en 1995 el país ha tenido dos idiomas oficiales: el bielorruso y el ruso. A pesar de la salida de Bielorrusia de la URSS en 1991, el uso del bielorruso está descendiendo en favor del ruso. De acuerdo con un estudio del Gobierno bielorruso en 2009, el 72% de los bielorrusos hablan ruso en casa, mientras que el bielorruso solo lo usan de manera doméstica un 11,9% de los bielorrusos.

El cuestionado presidente

Aleksandr Lukashenko ha sido presidente del país desde 1994. Antes, fue miembro del  Partido Comunista de Bielorrusia,​ obtuvo el acta de diputado en 1990 y formó parte de una corriente que buscaba mantener la Unión Soviética bajo un sistema democrático. En 1991 fue el único miembro del Soviet Supremo bielorruso que votó en contra de la disolución de la URSS. Durante los primeros años de independencia, se canjeó fama de luchador contra la corrupción en una época marcada por la crisis y la desafección hacia la clase política. 

Ganó las elecciones presidenciales de 1994 como candidato independiente, con un programa electoral en el que prometía medidas económicas de corte socialista y una mayor integración con Rusia. Durante su presidencia, Lukashenko ha implementado políticas similares a las de la era soviética, como la propiedad estatal de la economía. Desde 2000, Bielorrusia y Rusia firmaron un tratado para una mayor cooperación con algunos toques de la formación de un Estado de la Unión.

Su economía

En 2018, Bielorrusia ocupa el puesto 53 de 189 países en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, y se encuentra en el grupo de países con «desarrollo muy alto». Con un sistema sanitario eficiente, tiene una tasa de mortalidad infantil muy baja, de 2,9 (frente a 6,6 en Rusia o 3,7 en el Reino Unido). La tasa de alfabetización se estima en un 99%.  No existe el desempleo laboral. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el coeficiente de Gini (indicador de desigualdad) es uno de los más bajos, y por lo tanto igualitarios, de Europa.

Al contrario que la mayoría de los estados que formaban parte de la URSS, Bielorrusia ha conseguido mantener un sistema económico eficiente, sobre todo si lo comparamos con la vecina Ucrania, uno de los países más pobres de Europa. El PIB de Bielorrusia es actualmente el 4,5% del de Rusia, pero en la conversión per cápita de la población es 1,37 veces inferior al índice ruso. Es un resultado bastante digno en comparación, por ejemplo, con el país vecino, Ucrania. El hecho es que los bielorrusos viven 2,5 veces mejor que los ucranianos.

La mayor parte de la economía del país está controlada por el Estado,​ que ha sido descrito como «de estilo soviético.» Así, el 51,2% de los bielorrusos están empleados por las compañías estatales, el 47,4 % son empleados por empresas privadas de Bielorrusia (de los cuales 5,7% son en parte propiedad de extranjeros), y el 1,4% son empleados por empresas extranjeras.

En Bielorrusia no existen oligarcas, y no hay grandes corporaciones privadas. Pero las empresas bielorrusas, los koljoses y sovjoses, funcionan, por lo general, mejor que en la época soviética, puesto que ahora tienen que competir en los mercados ruso y mundial. En la economía bielorrusa se mantienen, fundamentalmente, las formas de organización económica (de dirección administrativa) soviéticas, y el estado apoya incluso a muchas empresas deficitarias. Pero en Bielorrusia no hay un único partido dirigente, sino un grupo de partidos que apoya al presidente, y otro grupo de partidos que forman la oposición. Bielorrusia no persigue el estatus de país con economía de mercado, sino que construye una sociedad de justicia social, empleando relaciones de mercado, que se corrigen según las necesidades. Así, por ejemplo, en Bielorrusia se apoya, mediante subsidios, el mantenimiento de precios bajos para los productos de primera necesidad, los servicios de viviendas sociales y los transportes públicos.

Bielorrusia mantiene unos lazos económicos muy fuertes con Rusia, dependiendo totalmente de su suministro de gas y petróleo.

Su política exterior

Como hemos señalado, uno de los programas de Lukashenko ha sido reforzar sus lazos con Rusia, concretado en acuerdos como el Estado de la Unión de Rusia y Bielorrusia (1997) y la Comunidad Económica Eurasiática (2000). Sin embargo, el Estado Federado previsto en el tratado de 1997. no ha sido desarrollado en su totalidad, estando congelado y sin avances significativos desde el año 2004.

Bandera de la Unión
Bandera de La Unión

Ha sido precisamente Lukashenko quien ha frenado el tratado de unión. Tras  lo cual, el gobierno Bielorruso ha estrechado relaciones con China y,  desde 2016, Bielorrusia está aumentando sus relaciones económicas con la UE.

Recientemente, en febrero de este año  y tras una crisis con Rusia por el precio de los hidrocarburos, Mike Pompeo, el Secretario de Estado de USA, visitó Minsk, llegando a acuerdos económicos y políticos con el presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko. Manifestando que Washington quiere ayudar a que Bielorrusia sea un Estado soberano, en una clara alusión a su dependencia energética de Rusia. Durante esa visita, el ministro de Exteriores bielorruso, Vladímir Makéi, abogó porque EEUU tenga un «mayor papel» en Bielorrusia y alentó a los empresarios estadounidenses a invertir en el país.

Para empeorar las relaciones entre Rusia y Bielorrusia, días antes a la celebración de las elecciones presidenciales en Bielorrusia, las fuerzas de seguridad bielorrusas detuvieron a 32 ciudadanos rusos en un sanatorio en las afueras de Minsk, mientras que otros tantos fueron capturados en el sur de la república. Tras las detenciones, el secretario de Estado del Consejo de Seguridad de Bielorrusia, Andréi Ravkov, aseguró que las fuerzas de seguridad de su país buscan además a otros 200 supuestos mercenarios rusos.

Según Minsk, los supuestos mercenarios tendrían la misión de desestabilizar la situación en el país de cara a las elecciones presidenciales del pasado día 9 de agosto. Es decir, en los meses anteriores a la celebración de las elecciones presidenciales, se temía por una injerencia rusa y las relaciones entre ambos gobiernos era realmente mala.

Roma no paga traidores (una vez más)

A pesar de que desde el Imperio usamericano se mostraba una creciente preocupación por que Rusia interviniera en Bielorrusia a causa de este acercamiento a occidente (preocupación que también era compartida por el propio presidente Lukashenko), simultáneamente se denunció que la CIA iniciaba en este pasado mes de junio una campaña para alentar una nueva contrarrevolución de “colores” a la que llamarían  la “revolución de las pantuflas”.

Fue la cadena de televisión Belsat.eu, financiada por el Departamento de Estado de USA, la que mencionó las pantuflas a raíz de una fotografía tomada el treinta de mayo. El seis de junio Radio Free Europe/Radio Liberty fue el primer medio que utilizó dicho término en un titular y seguidamente se sumó a la campaña el diario The Guardian (uno de los medios que más a apoyado intervenciones como las padecidas en Libia, Siria o Ucrania).

El pasado quince de junio el gobierno de EE.UU. y el Consejo del Atlántico Norte  mencionaron las pantuflas en una nota sobre Bielorrusia. El Center for European Policy Analysis, organización con sede en Washington, evitó mencionar las “pantuflas”, pero una nota del mismo día trata de ese mismo tema. En las mismas fechas, la OTAN realiza unas maniobras militares en la frontera de Polonia con Bielorrusia

Las elecciones presidenciales

El nueve de agosto se celebraron los comicios, cuyos resultados oficiales otorgaron la victoria para  Alexander Lukashenko con un 80.10% de los votos seguido de Svetlana Tijanóvskaya con un 10.12% de los votos y una participación del 84,17%.

Seguidamente, ya conocemos todos los acontecimientos: Protestas, intervenciones policiales y manifestaciones en pro y en contra del actual presidente. Hay que reseñar un aspecto importante. Ni los partidarios del presidente ni la oposición es homogénea. Especialmente en lo relativo al acercamiento a Occidente o a Rusia. Mientras que cierta élite urbana y que trabaja en el sector privado es partidaria de estrechar lazos con la Unión Europea y USA, otros sectores, especialmente la izquierda socialista, propugna impulsar el Tratado de la Unión con Rusia.

Manifestación en apoyo al presidente.

Comprobado por el presidente que la amenaza a la soberanía de Bielorrusia y/o su mandato no provenía de Rusia sino de los países de la OTAN, Aleksandr Lukashenko ha  solicitado ayuda a su colega Vladimir Putin. A su vez, en el ámbito interior, se ha dirigido a la clase trabajadora, especialmente la de las empresas públicas y al campesinado que forman la base social que ha apoyado tradicionalmente sus mandatos. Mientras tanto, la oposición no cesa con sus protestas hasta que se produzca una repetición de elecciones.

La Unión Europea y la OTAN no han reconocido el resultado de las elecciones y han puesto en marcha su política de sanciones ilegales a la vez que pide que no se intervenga en Bielorrusia, en un alarde de hipocresía. Mientras que Rusia pide una solución dialogada en el ámbito bielorruso mientras que ha recordado los tratados de defensa que vinculan a ambos estados.

Mis conclusiones

El modelo ensayado en Ucrania, Serbia o Georgia es el que busca el Imperio, no tanto por un hipotético interés económico sobre Bielorrusia, sino que el objetivo real es seguir debilitando a Rusia, privando, uno a uno, de los países su ámbito de influencia. La misma esfera que Occidente se comprometió a respetar cuando se disolvió el Pacto de Varsovia.

Lukasenko ha sido un baluarte contra la corrupción, y ha cosechado éxitos en economía y política social. Sin embargo, su autoritarismo y, sobre todo, este mandato tan extenso son factores que le han debilitado frente a su pueblo, de lo que se han beneficiado sus enemigos internos y externos.

Sobre todo, el presidente se ha visto especialmente desgastado en su intento de aproximarse a USA y su espacio de influencia. Debería haber tomado nota de lo ocurrido con colegas suyos como Sadam Husein o Muamar el Gadafi, cuyas políticas de desarme y sumisión condujeron a sus asesinatos y desaparición de sus prósperas naciones. O incluso hubiera debido recordar los incumplimientos de los acuerdos de Occidente con Rusia tras “pactar” la desaparición de la URSS. Cualquier negociación con el Imperio es considerada por este como un signo de debilidad. La consecuencia consiguiente es la intervención y/o la “revolución de colores”.

Es un interrogante qué nivel de organización tiene la izquierda y la clase trabajadora, qué capacidad mantienen para  defender la propiedad pública de los medios de producción y el resto de derechos adquiridos por los asalariados frente a un hipotético cambio de gobierno que proceda a privatizar la economía.

A pesar de todas las precauciones que tengamos sobre el presidente de Rusia, se debe defender ante todo la soberanía de Bielorusia frente a la injerencia del Imperio, pues de esta forma se previene (en la medida de lo posible) que nuestro país o cualquier otro pueda tomar un rumbo diferente al dictado desde Washington sin verse invadido y bombardeado. No hay mayor dictadura que la del régimen de Trump el que, junto con sus aliados, no dudan en destrozar cualquier país desobediente.

Y no, no caigamos en las trampas de que es una dictadura o que hay violaciones de derechos humanos, si fuera ese el motivo, hace tiempo que  se habría “intervenido” sobre Arabia Saudita o Israel, cuando no, sobre los mismos USA que están asesinando a su población pobre y negra, así como reprimiendo con excesiva violencia policial y paramilitar a sus propios ciudadanos.

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