Pressing Catch en las altas esferas

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Quinto artículo que escribo confinado, aunque parece que vamos dando pasos decididos, no para volver a la normalidad, que aún nos queda lejos, pero sí para avanzar en la dirección de construir una nueva actividad y una nueva vida. Pensando en cómo queremos que sea esta nueva realidad, he estado esta semana haciendo algunas reflexiones. Han venido los dos últimos días a reafirmarme en estas consideraciones con la triste pérdida de Julio Anguita.

En este mismo diario ya tienen buenas semblanzas del califa rojo compuestas por plumas mejores que la mía. Me voy a permitir reproducir una frase del artículo que Alejandro Sánchez Moreno escribió nada más conocerse la noticia. Se dirige retóricamente a Anguita en estos términos:

«Siempre huiste de la política espectáculo que ahora es ley y te acercabas al pueblo para decirle simplemente la verdad.»

Pues resulta que precisamente de este concepto, de la política espectáculo, llevaba mascullando un artículo desde que el día 11 de mayo descubrí dos hilos de tweets en el perfil de Daniel Bernabé: en uno de ellos se lamentaba de forma graciosa, pero creo que con amargura, de que la situación de pandemia que estamos viviendo estuviera propiciando que la puerilidad y la superficialidad que se ha adueñado del discurso político y social esté llegando a su máximo en tiempos tan duros. En concreto, aquel día comentaba que en el estado americano de Florida un grupo de descerebrados vigoréxicos protestaban contra el confinamiento… ¡porque no podían acudir al gimnasio! Además, su forma de protesta era, como mínimo, sorprendente en el mal sentido: realizar fondos en la puerta de dichos establecimientos, con pancartas y símbolos que disfrazaran la sandez de lucha política.

Posteriormente, en otro tweet del hilo hablaba de que un variopinto grupo donde confluían la extrema derecha, los antivacunas y varios colectivos conspiranoicos más protestaban también del confinamiento en Alemania. No en vano, Bernabé lleva mucho tiempo advirtiéndonos de cómo los caprichitos del pijerío y el capitalismo lúdico han logrado, desde hace tiempo, suplantar los verdaderos debates estructurales disfrazándose de reivindicaciones de los colectivos más diversos, pero sin aludir nunca a la clase social o al trabajo, que deberían ser la base que sustentara esta discusión. Recomiendo su celebrado ensayo La Trampa de la Diversidad para que sepan de lo que hablo.

En aquel momento Bernabé no aludía aún a la sarcásticamente denominada Revolución de los Cayetanos, que tres días más tarde llegó a los barrios acomodados de nuestro país, pero en el segundo de los hilos contaba cómo el sector más duro del Partido Popular había decidido hacer de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, su rostro reconocible y su bandera. Bernabé consideraba que Ayuso fue promocionada a aquel puesto, que evidentemente le venía grande, ante unas elecciones que, si la izquierda madrileña hubiera hecho su trabajo, eran imposibles de ganar por el PP, consumido por los escándalos y con buena parte de su plana mayor en la comunidad entre rejas. Era el personaje secundario que se comería el batacazo sin quemar a ninguna figura del partido, pero por desgracia, bien sabemos los madrileños que lo que debería ser la izquierda en nuestra comunidad (salvo alguna rara excepción) es un conglomerado de señoritos pijiprogres que llevan años peleándose entre ellos y que nadie sabe cómo limpiar y reestructurar (si alguien tiene alguna idea al respecto, este villano de Madrid les ruega que la transmitan). De modo que la figura de reserva que se iba a dar el batacazo llegó contra todo pronóstico al puesto que hoy ocupa, y una vez ahí ha empezado a mostrar sus evidentes limitaciones para dicho cargo. Pero curiosamente ese es un valor en la derecha de hoy: desquiciar a cualquiera con un mínimo de capacidad de pensamiento racional.

Bien, ambas ideas de Bernabé están relacionadas aunque no lo parezca. En un proceso que lleva de los 80 a nuestros días, el discurso de clase ha sido completamente borrado de las mentes del gran público. Así se ha logrado que casi nadie tenga en la mente los problemas estructurales, sino una serie de ridiculeces, usualmente, además, ligadas a la clase económicamente más poderosa pero que de algún modo la gente tiene por muy rompedoras y representativas. El colmo del esperpento llegó para mí hace dos semanas. Una vez más, derecha y lo que debería ser la izquierda se enfrentaban en las redes sociales en torno al modelo de información y actuación ante la pandemia. Era llamativo que ambas facciones se agrupaban en torno a dos figuras. ¿Quiénes eran esos dos grandes ideólogos? ¿Figuras clásicas como Jesucristo, Cicerón, Platón, Maquiavelo, Marx, Weber…? O ya en la actualidad podrían ser Zizek, Diego Fusaro, Alexandr Dugin, Byung-Chul Han… Incluso los que he citado yo en este artículo, Anguita, Bernabé o Alejandro Sánchez Moreno. Pero no, el bloque de derechas lo lideraba…¡Pablo Motos! Y el de la supuesta izquierda… ¡Jorge Javier Vázquez! Dos personajes de la telebasura abanderados ante una emergencia sanitaria e informativa.

Ni que decir tiene que en el mundillo del espectáculo y el entretenimiento pijo, la derecha se maneja mejor. Observen que tanto los musculitos de Florida, como los excéntricos personajes de Alemania, como los pijoborrokaris del Barrio de Salamanca tienden hacia el mismo lugar del espectro político. Y así es como hemos llegado a esta situación, donde continuamente alcanzan el poder líderes de derechas que parecen personajes de un espectáculo americano tipo wrestling (porque evidentemente también el modelo de ese país se ha impuesto en el espectáculo). Se da la paradoja de que cuanto más esperpéntico, histriónico, estrambótico o bufonesco sea el cabeza de cartel, más destacará. El mismo Steve Bannon, estratega mundial de la comunicación de la nueva (extrema) derecha ha dicho que Marine Le Pen, por poco característica, no cree que pueda alcanzar el poder, quizás sí podría su sobrina que ya se mueve por el fondo de la ultraderecha francesa ¿se han fijado que casi todos los líderes muy de derechas que ya han llegado al poder representan a casi todos los personajes arquetípicos de esta industria? Trump representa al millonario supuestamente hecho a sí mismo, arrogante y seguro de sí, Bolsonaro al militar exagerado y decidido, Johnson al inglés excéntrico, Nayib Bukele, presidente del Salvador, al joven hipster y glamuroso, Narendra Modi, Erdogán o Al Sisi a los exóticos orientales… Todos personajes que no nos costaría encontrar en cualquier show americano, y todos con el único mérito de ser molestos, cargantes, maleducados, y clasistas.

En este modelo falta la heroína femenina, que como hemos dicho no puede ser Le Pen. Ayuso, con el único mérito de ser una pijita cargante, encaja en el perfil. La derecha ya la ha elegido. Si no quieren que sea la nueva diva del Pressing Catch de la política, más les vale recuperar el modelo de Anguita, y empezar a hablar de frente, a pie de calle, y sobre problemas reales. Y no confíen en que los últimos escándalos quemen a la wrestler madrileña. En este mundo es otra excentricidad llamativa más, y aunque los escándalos pudieran con ella, el modelo sigue ahí. Nos jugamos el nuevo mundo que vamos a construir.

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Yago Pérez Varela
Yago Pérez Varela (Madrid). Aunque en cierta época se fijó en las ciencias, acabó notando que la historia era su pasión y lo que le gustaba. La historia le ha permitido ejercer labores gratificantes en documentación e investigación, pero al ser un villano también ha conocido empleos precarios. Quiere a su villa natal de Madrid, aunque le preocupa ver que a veces paga el precio de ser capital de un país, y como tal, refugio de oligarcas.

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