¿Pero quién es Fernando Simón?

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Tercer artículo que escribo en este espacio en condiciones de confinamiento. La época que vivimos ya es lo suficientemente duradera para haber desarrollado estereotipos, lugares comunes, imágenes icónicas, etc. En mi opinión, esta plaga tiene en nuestro país un rostro reconocible que quedará unido a ella en la memoria de todos. No es un político ni un gran líder: Les hablo de un hombrecillo de pelo ensortijado, cejas pobladas, con apariencia de poca cosa, y voz aflautada. También se han hecho famosas sus chaquetas entreabiertas y su camisa de rayas. La verdad sea dicha, también era fácil que con estas señas se convirtiera en alguien reconocible.Tiene un aspecto muy caricaturizable, como ya han descubierto revistas como El Jueves. Ya saben de quién hablo ¿verdad?

Lo cierto es que el papel de Fernando Simón es desagradecido. Aparecer como el rostro visible de una pandemia que está causando graves sufrimientos a un país supone el riesgo de que descarguen sobre uno las ansias de matar al mensajero. Más aún si uno tiene habitualmente una profesión donde no está acostumbrado ni preparado para hablar de cara a la sociedad ni para hacer de relaciones públicas. De modo que este investigador se está llevando muchas de las iras y de los ataques de quienes quieren aprovechar la crisis para sacar tajada. Ataques, por otro lado, que raramente tienen que ver con su labor. Con la descripción que hemos hemos hecho de él, es un blanco fácil para estos ataques de los gritones pedroverianos de derechas que suelen reprocharle el tener esas cejas, su vestimenta… Incluso en cierto audio de bulos de derechas he oído que se referían a él como «el de Simon y Grafunkel». Muletillas para repetir. Aunque no salgamos de casa, aún vemos a gente adulta a través de nuestros teléfonos, videoconferencias o redes sociales repetir estas descalificaciones propias de rabietas de niños de edad de un solo dígito. Los agitadores profesionales de derechas saben cómo manejar a este público y le dedican artículos como este de Antonio Burgos en ABC centrándose en estos aspectos.

Una crítica racional que se le podría hacer es contestar con demasiada frecuencia que no sabe qué evolución pueden seguir algunos aspectos de la pandemia, pero se olvidan quienes lo hacen de una cosa: es un científico, no un portavoz ni un coacher. En ciencia, si los datos no dan una respuesta, uno no puede inventársela. Y a veces la labor científica no aporta los datos con la rapidez que todos queremos.

Bien, no tengo ningún interés en hacer de hagiógrafo o apologeta del epidemiólogo maño. Personalmente no lo conozco, de modo que no puedo juzgar su conducta habitual o su amabilidad, y su labor científica tendrán que juzgarla los que sepan valorar sus datos, yo no soy médico. Lo que sí quiero, es dar algunos datos que desmienten lugares comunes de la, ni siquiera propaganda, la ira irracional de derechas descargada sobre él:

—En primer lugar, no es un «enchufado del gobierno socialcomunista». Es un epidemiólogo con un largo recorrido, habiendo estudiado enfermedades tropicales en varios países africanos. Además, varios pasos en su carrera han sido conseguidos y certificados por gobiernos de derechas: fue Ana Pastor quien en 2003, durante el gobierno de Aznar, lo nombró director del centro nacional de epidemiología.

—Experiencia en esta situación, que como todo el mundo ha dicho es excepcional, no puede tener ni Simón ni nadie, pero sí que ha llevado otras crisis pandémicas. En primer lugar la crisis del Síndrome Respiratorio Agudo Severo, más conocido por sus siglas en inglés, SARS, poco después de su nombramiento. —Recuerden, era una neumonía causada por un coronavirus similar al actual, aunque de mucho menos alcance y difusión—. Y también, con otro gobierno de derechas, el de Mariano Rajoy, la crisis del Ébola de 2014. Un fenómeno muy curioso que he notado es que algunos columnistas de derechas se han dado ya cuenta de esto, y escriben artículos muy llamativos como este de Ignacio Camacho también en ABC, en el que hacen auténticos equilibrios sobre el alambre para insinuar que Fernando Simón era muy competente cuando lo ponía al frente de determinadas situaciones el Partido Popular, pero ahora es un inútil.

—El doctor Simón no ha prevaricado ni ha hecho distinciones de trato ante el problema. Cuando dijo que Pablo Iglesias era una excepción a la cuarentena no estableció nada extraordinario. Quien había dado positivo era su pareja, Irene Montero, no él, y el trabajo siempre ha estado en la lista de excepciones al confinamiento. Abajo tienen una lista de estas excepciones por el equipo de la fundación Civio, que intenta hacer accesible al público todo lo que emitan las administraciones públicas y luchar contra la opacidad administrativa. Cabría preguntarse si ese trabajo era necesario. Pues miren, si no tiene que dar la cara el vicepresidente del gobierno en la peor crisis sanitaria en mucho tiempo, yo ya no sé.

—Tampoco tuvo él mismo un trato de favor cuando se le hizo una prueba de coronavirus. Es evidente que el jefe del equipo que lleva el trabajo científico ante esta calamidad es prioritario en cuanto a recibir seguridad y tratamiento.

En fin, que con todo esto no espero reflexión. Para muchos el investigador zaragozano solo será cuando todo esto acabe «el tío que puso ahí el «Sanchen»». Solo pretendo dejar claro que con los aciertos y los fallos que haya tenido no es un monigote político de nadie, sino un científico cualificado. El juicio sobre su labor, como ya he dicho, se lo dejo a la comunidad médica.

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