Cuarto intento y cuarto fiasco de los representantes del Eurogrupo en la reunión de ayer para tratar de llegar al acuerdo en una solución conjunta a la crisis provocada por el Covid-19.
Horas de negociaciones y una noche entera de debate entre los responsables de la economía de los componentes de la UE no han logrado desbloquear el desacuerdo. Dos posiciones contrapuestas suponen el impedimento: por un lado Italia sostiene la propuesta de los países que defienden la emisión de deuda común (líneas de crédito para resolver los aspectos urgentes de la pandemia) y por otro Países Bajos, en liderazgo de los responsables que pretenden ajustar las medidas de rescate a los países en condiciones económicas más desfavorables.
En medio, países como Francia o España buscan un acuerdo que satisfaga las partes, como un fondo común de solidaridad. Pero la idea de una nueva versión de la troika que reviva la reciente política de austeridad supone un bloqueo que países como Italia no están dispuestos a aceptar de momento. Por la otra parte, Países Bajos rechaza la idea de una deuda común.
Aún resuenan las declaraciones de la última reunión de los Veintisiete por parte del primer ministro portugués, Antonio Costa, cuando calificaba de «repugnante» el discurso del responsable holandés. El entendimiento parece no haber llegado en esta nueva reunión, que se ha aplazado a una próxima cita.
Probablemente leeremos en los medios las habituales explicaciones que justificarán el desacuerdo en base a la incapacidad de las personas que nos representan, como si se tratase de una cuestión personalizada en ellos. La verdadera explicación está, como es lógico, en los intereses económicos que se esconden tras esos delegados. En el tira y afloja de los intereses de cada bloque económico se resolverá este dilema. No cabe más espera porque los desastres que está provocando la pandemia acucian una salida urgente.
El papel de la UE queda una vez más en entredicho y la realidad está aireando las vergüenzas de un organismo cuya máscara de progreso y solidaridad está cayendo ante los ojos de los desesperados ciudadanos del viejo continente.
