A menudo nos llenamos la boca del término Democratización de la cultura, este que os habla el primero, pero ¿qué es democratizar la cultura? ¿a consta de qué? ¿con qué modelo?. Cuando entramos un poco a profundizar en el término nos surge una primera duda que nos lleva a un debate que lleva algunos años pululando. ¿Democratizar la cultura o democracia cultural?. En mi opinión las dos no son respuestas incompatibles, y una democracia cultural no es posible sin que se haya dado previamente una democratización cultural. También es elitista pensar en quedarnos en el primer paso del camino. Si así lo hiciéramos no estaríamos más que volviendo a reproducir el Pan Y Circo romano que tanto se da en nuestros días. Quedarnos solo en la democratización de la cultura corre el intencionado riesgo de macdonalizarla, de crear filiales, bien en personas físicas bien en proyectos culturales, de una cultura que solo permite ser observada y no ser digerida, mezclada o incluso vomitada. Muchos voceros del término acaban nombrándose adalides de la buena cultura solo si es enseñada por ellos, cuales trileros enseñando la bolita. Otros, en cambio, sin querer nombrarlo, aludiendo a una alergia fingida a todo lo que viene de lo público, la hacen más elitista. Eso sí, como he dicho anteriormente, no podemos pasar a una democracia cultural sin democratizarla. Para deformar, reescribir, reconstruir o deconstruir algo es necesario conocerlo. Y claro, para ejercer bien todos esos infinitivos con las manos, la cabeza y los sueños no hay que perder de vista que la cultura si no es lucha no es cultura y si no es inclusiva, mucho menos. Sobre venderla a precio de saldo o a precio de oro ya hablaremos otro día. Hasta pronto chumachas/os.
