EEUU se ha reconocido superada e incapaz de respuesta a la crisis del coronavirus y por primera vez en su historia se declara en situación de desastre en todos los estados que la componen.
El presidente Trump aprobó este fin de semana la situación de desastre en el estado de Wyoming con lo que ya todos los estados se encuentran en ese trance. La mayoría de esos estados ha decretado ya medidas de confinamiento para sus ciudadanos con lo que casi toda la población se encuentra ya recluida.
Es ya el país con más fallecidos y más casos confirmados. La velocidad con la que avanza el virus en su territorio le ha llevado a la cifra más elevada también de muertes en un sólo día.
El desprecio por la vida de los seres humanos tan característica del capitalismo (recordemos que el propio Trump se mostraba optimista sobre la reactivación de la economía y esperaba volver a la normalidad esta semana) fija su epicentro en Estados Unidos ante la evidencia de su incapacidad para afrontar una tragedia como esta.
La cultura de la exclusión, de la individualidad y del beneficio a toda costa se ve así superada por esta ola de realidad. Con millones de personas sin atención sanitaria, millones de residentes en situación irregular alejados del sistema de salud, miles de personas sin hogar y poblaciones enteras que viven bajo el umbral de la pobreza, EEUU era un terreno abonado para que se asentara de manera implacable la pandemia.
Suponemos que el Gobierno de aquel país tendrá que prepararse para dar un giro radical a su política, de modo que el mayor gasto que realiza -el de las armas para sostener los conflictos bélicos que mantiene en todo el planeta- tendrá que reducirse y dedicar grandes partidas a apartados como la prevención de enfermedades, a los que tradicionalmente dedica una centésima parte de lo que dedica a las guerras.
