Empoderar a las mujeres palestinas es un requisito fundamental en la batalla por la liberación nacional

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Palestina no sería nada sin sus mujeres. Esta afirmación, que parece tan evidente para cualquier contexto de cualquier país, cobra una importancia sin parangón en una Palestina ocupada desde hace ya demasiados años. Y es que dentro de la lucha que ha librado el pueblo palestino desde entonces, la batalla emprendida por las mujeres ha sido y sigue siendo crucial para conservar la memoria y la identidad de todo un pueblo.

Desde hace un siglo (ya empezaron su lucha en el año 1920, tres años después de la conocida Declaración Balfour, que preveía el establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina), las mujeres palestinas están a la vanguardia en lo que a la lucha por la liberación de los pueblos se refiere. Sin embargo, para ellas, nada es fácil. La sociedad palestina sigue siendo mayoritariamente patriarcal y conservadora, y su representación en las altas esferas no está a la altura de su compromiso pasado y presente.

A lo largo de este último siglo podemos encontrar multitud de ejemplos para corroborar el papel vanguardista de las mujeres palestinas en la lucha por la liberación nacional. Un papel que no podríamos vislumbrar con total perspectiva, si no tenemos en cuenta que siempre se ha dado en un contexto de ocupación colonial: primero con el Imperio Otomano, después con el Protectorado Británico, más tarde con la creación del ente sionista, Israel, en 1948, y finalmente con la ocupación militar.

En los años previos a la creación de Israel, hubo varios hitos en la lucha llevada por las mujeres; por nombrar algunos, se creó la Unión General de Mujeres Árabes Palestinas en 1921, tratándose de la primera organización femenina estructurada. Entre los años 1936 y 1939 más de 200 organizaciones de mujeres tanto asistenciales como reivindicativas fueron creadas a lo largo de todo el territorio. Estas organizaciones participaron en todo tipo de acciones e incluso algunas de ellas abanderaron la lucha armada, como fue el caso de “Las Margaritas”.

Con la “Nakba” o la Catástrofe, en 1948, se produjo un verdadero colapso de la sociedad palestina y todas sus estructuras: con más de 700.000 personas refugiadas expulsadas de sus casas y sus aldeas, 531 aldeas destruidas y más de 10.000 mártires asesinados.

A finales de los años 60 y principios de los 70, se crearon los comités populares de mujeres que adquirieron sobre todo un carácter más político y menos asistencial; no en vano, la Unión General de Mujeres Palestinas había reivindicado en 1964 el papel social y político de las mujeres en el movimiento nacional de resistencia.

En 1987 tuvo lugar la Primera Intifada: por primera vez, los medios de comunicación occidentales se fijaron en la participación de las mujeres palestinas, obviando 70 años de lucha previos. Gracia a ellas, se pusieron en marcha las primeras acciones de boicot a productos israelíes, se difundió el ideario de identidad nacional, sirvieron como enlace y apoyo entre las familias de los presos y las presas, entre otros. Además, se consolidaron las estructuras organizativas de las mujeres, se desarrollaron nuevos espacios organizativos, participando en acciones de desobediencia civil y resistencia armada.

En los años 1993-94, con la firma de los Acuerdos de Oslo, los comités de mujeres se movilizaron ferozmente contra los mismos, ya que supusieron una terrible pérdida de soberanía nacional. De hecho, podemos afirmar que estos acuerdos supusieron un punto de inflexión en la lucha de las mujeres palestinas.

Así mismo lo expresaron las ponentes de una charla que ha tenido lugar este pasado fin de semana, organizada por el Movimiento de Mujeres Palestinas Alkarama, la Red de Solidaridad con los Presos y Presas Palestinas Samidoun, y la Conferencia de la Ruta Alternativa de Palestina Masar Badil. Juani Rishmawi, española residente en Palestina desde hace 30 años, y Linda Graysa, miembro activo de los comités de mujeres palestinas desde la 1ª Intifada, coincidieron en que la situación se ha deteriorado de forma muy grave en los últimos 30 años, desde la firma de Oslo, para toda la sociedad palestina en general, y por extensión también para las mujeres y su lucha. Sin dejar de estar activo el movimiento feminista, reconocieron que ha retrocedido bastante, y que los esfuerzos a día de hoy deben centrarse en reorganizar y unir a todo este movimiento, no solo dentro de la Palestina ocupada sino también en la diáspora.

Reorganizarlo y unirlo en torno a una triple opresión: la de la ocupación, la de la Autoridad Palestina, y la del patriarcado.

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