Lidia Falcón, presidenta del Partido Feminista de España
He recibido un comunicado de AMJE sobre la necesidad de que la próxima presidenta del CGPJ sea una mujer. Dicen que “en sus más de 40 años de historia, nunca ha habido una presidenta del Poder Judicial, cuando las mujeres somos el 57 por ciento de la carrera judicial.
Y por favor difundirlo entre vuestras amistades, conocidos y personas relevantes/ o interesadas”.
Esta petición corresponde al criterio que las socialistas defendieron empeñadamente para aprobar la ley de paridad. Esta impone en las listas electorales un 40% al menos de cada sexo. Cuando se discutía, el Partido Feminista proponía que la forma de igualar la participación en las listas electorales fuese la de imponer que no hubiese menos de un 40% de mujeres, sin mencionar a los hombres, lo que nos permitió en las elecciones de 1999 al Parlamento Europeo presentar una lista solo de mujeres. Como a los dirigentes socialistas les pareció un desprecio para los hombres, que sin duda les apartaría de la política, se impuso la norma actual. Y las candidaturas feministas nos encontramos con el incómodo requisito de encontrar un 40% de hombres, solidarios, que aceptaran ir en nuestras listas. Que no fue tan fácil.
Aplicar el criterio de que es hacer feminismo que se nombre una presidenta del CGPJ, es una simpleza- como ya lo es la otra, aunque más malintencionada-. La presidencia de una institución como esa lo que requiere es una persona progresista y ¡ojalá! Feminista. Que sea mujer u hombre no es determinante. Suponer que todas las mujeres son feministas contraría completamente la realidad.
El feminismo es una ideología, unas normas morales, un programa político que debe ser aceptado por todos, hombres y mujeres. Que, como es natural, surge ante la rebelión de estas por su situación de represión y marginación. Pero suponer que esa ideología, y su difícil puesta en práctica, depende de que quienes la defiendan tengan ovarios, es una falsificación.
No parece que haga falta recurrir a muchos datos y especulaciones, me parece. Miles son las mujeres que pertenecen al OPUS, que militan en VOX y en el PP, y que defienden las normas religiosas que someten a las mujeres. Las fascistas nos agobiaron toda la dictadura y no hace falta más que extraer los resultados electorales para saber el número de mujeres que votan a organizaciones políticas reaccionarias y misóginas. Resulta duro aguantar que las dirigentes de la derecha defiendan en un debate que las mujeres maltratan a los hombres.
Pedir que se nombre presidenta a cualquiera de las consejeras judiciales únicamente por ser mujer, es mujerismo, no feminismo. No tengo conocimiento del curriculum de los participantes y dudo que haya ninguno muy feminista, pero si queremos influir en el nombramiento del presidente averigüemos primero a quien apoyamos independientemente de su sexo. Porque ni los ovarios ni la vagina ni el útero hacen feministas a las mujeres. Lo hace el asumir unas ideas progresistas y transformadoras en defensa de la igualdad y la libertad entre los sexos, y eso muy pocas son todavía las mujeres que lo han aprendido y lo defienden.
Sigue sorprendiéndome que cuarenta años después sigamos con esta controversia. No avanzamos nada en convertir el feminismo en una ideología que domine las decisiones del Movimiento y resuelva las disputas. Estamos detenidas en unos prejuicios y marchamos infantiles. Ni las sufragistas fueron tan estrechas de pensamiento. Fueron muchos los hombres que las acompañaron e incluso las formaron, como Mr. Panhurst, el marido de Mrs. Panhurst la más célebre dirigente inglesa sufragista. Y desde luego, la experiencia actual debería ser suficiente para no tener como horizonte meter más mujeres en los puestos de decisión de las instituciones, sin importar quienes sean. Así llenaríamos el Consejo y el Parlamento y el Senado y las demás, de Esperanzas Aguirre, Isabeles Díaz Ayuso, Alicias Rubio, Cucas Gamarra, etc. etc. Y otras “feministas” semejantes.
Y el Movimiento está dando una mala instrucción, porque para la masa social resultará que tener una mujer en un puesto de dirección es hacer feminismo, independientemente de que ideología y actuaciones políticas realice. Así, sin duda, un día tendremos una monarquía feminista porque reinará una mujer.
Madrid, 9 de agosto 2024.