Claustro

0

CAPÍTULO 35

   —¿Y cómo os habéis arrogado ese derecho? ¿Quién os lo ha otorgado? ¿Y por qué razón debería dejar que me llevaras contigo para castigarme? —comentaba, visiblemente enfadado, Ovidio.

   —Bueno, ya me he encontrado con proposiciones similares a lo largo y ancho de la galaxia. A menudo las criaturas tridimensionales como tú pensáis que los tetradimensionales no somos en absoluto especiales pero os equivocáis. Y, no, nadie nos ha dado ningún derecho. Simplemente llevamos millones de años protegiendo el universo para que no colapse sobre sí mismo y nos destruya a todos, los bidimensionales, los tridimensionales y los multidimensionales.

   —¿O sea que hay criaturas bidimensionales? —dijo asombrado Ovidio.

   —Sí, claro. Vosotros mismos las usáis a diario pero no os dais cuenta de ello. Para comprenderlo imagina un folio donde viven múltiples figuras geométricas en una ciudad. Su mundo solo tiene ancho y largo. Vosotros tan solo podéis crear en esos mundos la ilusión de una tercera dimensión. Es decir, vosotros comprendéis el mundo a través de una dimensión menos porque os sería realmente difícil comprenderlo en su totalidad. 

   —A ver, ¿Me estás diciendo que nosotros usamos a los seres de dos dimensiones y por eso vosotros nos podéis usar a nosotros, porque tenéis una dimensión más? ¿Es eso?

   —No has entendido nada Ovidio. 

   —¡Quizá si me respondieras a alguna pregunta podría entender algo de lo que está sucediendo porque no me has respondido a ninguna!

   —Está bien. Todas las criaturas del universo tienen un propósito, nosotros debemos hacer que cualquiera que intente vulnerar las leyes de la física lo pague. Y no, nadie nos lo ha dicho pero sabemos que si no lo hiciéramos todo podría desaparecer y eso no nos conviene ni a vosotros ni a nosotros así que estoy aquí para solucionar el problema que tú has creado. No lo tomes como un castigo sino como la solución a todos tus problemas. Te he observado y estimo lo que haces Ovidio. ¡Déjate ayudar!

   —Está bien. —Ovidio cerró los ojos, respiró profundamente y permaneció atento a las explicaciones de Vitruvius.

   —Tú o tu otro yo ha viajado ya en el tiempo y por eso tú debes hacerlo ahora para que converjan las dos acciones y no entres en un bucle absurdo que sería realmente tu castigo de millones de años porque seguirías así por toda la eternidad sin descanso posible y sin saber siquiera si lo que haces tiene o no un sentido. Ni siquiera sabrías si todo ha salido bien o no. Repetirías constantemente lo mismo una y otra vez sin llegar a ningún fin. Yo voy a ayudarte si me dejas, claro.

   —Pues tú dirás.

   —¿Sabes lo que es Sagitario A?

   —¿Un signo del zodiaco? —espetó divertido Ovidio.

   —No tengo lo que vosotros llamáis sentido del humor pero lo aprecio. Me parece interesante. Es un agujero negro, vuestro agujero negro. El que hace que vuestra galaxia gire alrededor de él. Bien, para lograr nuestro objetivo debes acercarte al agujero negro lo suficiente para que su fuerza de succión te proporcione un impulso tan grande que superes con él la velocidad de la luz. Se trata de introducirte en la ergoesfera del agujero negro. Como el agujero negro está girando tan rápido uno puede salirse con la suya y no dejar que la ley física que prohíbe que algo vaya más rápido que la luz se vulnere de forma que no se vulnere a su vez la teoría que yo te propongo. 

   —¿Lo has probado alguna vez?

   —No, pero tú sí y al parecer funciona porque si no tú no hubieras podido hablar contigo mismo y sin embargo lo has hecho. 

   A Ovidio le iba a estallar la cabeza. 

   —Mira Ovidio. Los viajes en el tiempo han existido siempre. Sólo depende de la velocidad de un objeto y la posición del espectador. Si nos movemos los suficientemente cerca de la velocidad de la luz nuestra percepción del tiempo se distorsiona con respecto a quien nos esté observando. Lo que para nosotros es una hora para el espectador pueden ser cien años. Así funciona la relatividad general. Creo que lo llamáis así. Lo que te propongo es algo parecido pero usando la extraordinaria gravedad del agujero negro como propulsor para que salgas de él en un instante anterior al momento en el que has entrado y puedas así completar tu círculo. Y a la vez cumplir tu castigo. Así no vulneraremos ninguna norma y podré dejarte en paz.

   —¿O sea que me vas a ayudar en lugar de castigarme? —Ovidio se emocionó.

   —Bueno, entrar en un agujero negro es ya suficiente castigo para alguien como tú.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.