Por Miriam Couceiro Castro
Soy una hembra humana adulta y todavía desconozco si tengo que pedir perdón por ello a la letra “Q”, una más del baile de letras a las que cada vez se van sumando otras para exigirnos, a las feministas, que las protejamos y les demos el primer lugar en nuestra agenda de reivindicaciones, vindicaciones y cuidados…olvidándonos, como a lo largo de toda la historia, de nosotras mismas.
Debe ser cierto aquello que decía Marcela Lagarde y de los Ríos, cuando nos contó que había muchas mujeres que entraban en la odiosa categoría de “madresposas”, sintiendo constantemente la presión y el deber de ensalzar, proteger y cuidar de todo el mundo para ser queridas. Eso nos debe estar pasando ahora, que a pesar de ser las mujeres las víctimas y supervivientes del sistema prostitucional, las violaciones, las agresiones sexuales, los feminicidios o la violencia obstétrica entre otras, tenemos que esconder nuestro propio nombre.
Es raro, si vives para contar lo que te ha pasado o como te han agredido, puede que alguien se entere, pero si te asesinaron o te quedaste en el camino, es casi seguro que serán otras mujeres las que lo griten por ti, ya que la letra “Q”, de queer (por si alguien no se había dado cuenta), exige, y exige mucho, pero después de exigir, le damos exactamente igual, tan igual que nos indican que debemos olvidar lo que es el sujeto político del feminismo para normalizar algo mucho más moderno, cuidar de todo el abanico de letras y ser lo suficientemente modernas (y sumisas) como para no atrevernos a decir lo que es ser mujer o no escandalizarnos cuando nos llamen zorras, porque si, para la “Q” es algo reivindicativo.
Vuelvo a disculparme por prununciar tanto la palabra MUJER en un momento tan malo (como todos los momentos de la historia en los que nos atrevimos a pedir algo). Tal vez si hace veinte años me hubiesen contado esto no me lo hubiese creído porque cuando leía sobre feminismo la meta estaba clara: defender los derechos de las mujeres y defender también, dentro de la agenda feminista, a la letra L (la de las lesbianas) y a la letra b (la de mujeres bisexuales).
Ahora todo es más oscuro, ya que como no defendamos a la M de mujer será esa la siguiente letra en desaparecer, igual que se volvía invisible y dejaba de existir el Reino de Fantasía en La Historia Interminable.
Yo también fui una sana hija del patriarcado y de lo queer cada vez que me planteé cosas como la regulación de la prostitución el derecho, hasta del apuntador, a decirme lo que es ser una mujer. Gracias al tiempo (y a todas las teóricas y activistas que me acompañaron en este proceso), eso pasó y desarrollé una súper intuición, es decir, una capacidad que me permitió reconocer algunos discursos incluso antes de que acabasen de darse.
Es esta capacidad, la de la súper intuición, la que me ayudó a acercarme más a la realidad y a lo sensible, a que todo es político y, sobre todo, a que cada vez estamos más cerca del abismo de las consignas vacías, de los lobbies con intereses económicos, de las presiones y de las prisas a la hora de formular una opinión y vomitarla en redes sociales.
Como me enseñaron desde el feminismo radical, si no entrenamos el pensamiento y el intelecto podemos llegar a darlo por válido todo, incluso lo que os ponía más arriba, que una caterva queer os berree “zorra” y se ría si no lo entendéis como empoderante.
Se queda un clima extraño cuando por cuestionar, preguntar, advertir o investigar, alguien, y habitualmente, antorcha en mano, corre a llamarte TERF si no has caído aun en la extravagancia ideológica o en irresponsabilidades.
Es sencillo: a las mujeres, por nuestro sexo y nuestra capacidad para parir, se nos han asignado ciertos mandatos culturales y ahora, esa realidad básica, la de que las personas (nos guste o no), nacemos sexuadas, va vaciándose de significado y da paso a un tsunami odioso, tanto como el orgullo de la ignorancia, que lleva a personas que sufren desde la infancia a seguir sufriendo en la adultez, después de tomar decisiones guiados/as por intereses oscuros (más votos, más dinero para la industria farmacéutica, más poder para el lobby de la cirugía estética, menos poder para las personas).
Nacemos sexuadas y la cultura hace lo suyo después, modelando lo que se asigna a cada sexo y nace ahí el género, sometido a los caprichos que en cada época tenga el patriarcado para sacar tajada.
Somos mujeres, algo más allá que seres humanos menstruantes o seres humanos gestantes. No negamos el derecho de otras a llamarse mujeres, no negamos que existan muchos tipos de mujeres, pero sí exigimos el trabajo de reflexión que toda persona debe tener para saber que ser mujer va mucho más allá de la estética, el nombre, la cirugía o un tratamiento hormonal: ser mujer es algo que todas las células de tu cuerpo te indican que eres, además de la carga histórica, ideológica y de comportamiento.
Reflexionemos y, sobre todo, dejemos en paz a las infancias. Dejemos de decir a niñas y adolescentes lesbianas que son trans. Dejemos de meterles prisa para decidir sobre algo definitivo, porque en momentos de confusión, sufrimiento, necesidad de aprobación, sensaciones de rareza con el propio cuerpo y formas de vivir la sexualidad más allá de la heteronorma, la respuesta no es decir a una/un menor lo que es o no es, la respuesta es dejarle ser.
Las Terf, que debemos ser sinónimo de sentido común y alerta en estos momentos, lejos de querer “quitar” derechos, buscamos alejar de las mujeres y niñas el riesgo a que se vuelvan invisibles y, también, queremos que toda personita tenga el derecho a ser, desde el diálogo sincero, lejos de las prisas o las consignas que gritan los/as que quieren votos.
Nos queda mucho por hablar…están las infancias, está el tema de la participación de atletas transgénero en competiciones femeninas, está el decidir si las que hayan tenido una pubertad masculina tienen una clara ventaja en relación a energía y fuerza, está el hablar de la intersexualidad y de lo que nos quieren vender ahora, está el hablar de las mujeres con particularidades cromosómicas…está todo por hacer, está todo por hablar…a lo mejor tenemos que empezar a hacerlo las TERF.