La resignificación es resignación

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Enrique Cano

Lo recuerdo como si fuese ayer. Ocurrió cuando estaba en 3º de la ESO. Hablando una mañana de recreo con un grupo de compañeros y compañeras de clase acerca de si nos gustaba alguien, dije que soy bisexual y que me atraía un chico. Había confianza y sabía que no tendría ningún problema por contarlo. O eso pensé. Hay palabras que vuelan como el viento, y pronto toda la clase estaba preguntándome si ese chico era del Instituto y quién era. “¿No seré yo…? –me soltaban algunos-. Que yo no soy de esos”. Ya sabéis quiénes son “esos”.

El caso es que uno de los chicos de clase, Joaquín (cómo olvidar su nombre), no dudó en aprovechar ocasión para comenzar a acosarme día sí y al otro también. “Te gustan los tíos… Pareces una mujer”. “¿Bi de vicioso? ¿Eh, guarro?”. “A mí no te me acerques, sidoso”. “Eres un maricón de mierda, ¿sabes?”.

Ante la situación, hablé con la tutora. Le conté lo que ocurría y los insultos que recibía por parte de Joaquín. La conversación que tuvo lugar, aún hoy me deja perplejo:

“Me insulta a cada rato. No para de llamarme maricón” –dije.

“¿Y qué problema hay en que te llame maricón? ¿Acaso es un insulto? Ser maricón no es malo” –soltó ella.

“Ser lesbiana, gay o bisexual, no es malo, por supuesto. Pero que te estén insultando a cada rato con un maricón, bollera o vicioso, sí. Hace daño” –repliqué.

“Te hace daño porque te lo tomas como un insulto. Tú dile con orgullo: Sí, soy maricón, y verás como para”.

Tras aquella conversación, pensé que el problema era yo, que era un blando y me tomaba las cosas a mal. Así que le hice caso a la tutora. Al día siguiente, empecé a hacer lo que se llama “resignificación” del término maricón, con la esperanza de que Joaquín así se cansase. Spoiler: no solo no funcionó, sino que el problema fue a peor. Aquel acosador no solo continuó llamándome “maricón de mierda”, sino que, además, cuando daba muestras de “no ofenderme” (lo ocultaba, claro), me golpeaba. ¿Y qué tenía que haber hecho entonces, resignificar los golpes y darme a mí mismo?

La experiencia me enseñó que la resignificación es una trampa y las razones por las cuales me opongo a ella son tres:

Primero, ante una agresión, la sociedad debería ponerse en bloque frente al victimario y al lado de la víctima; centrar todos sus esfuerzos en educar para que nadie quiera imponerse y condenar firmemente la violencia.

Sin embargo, con la resignificación, se le pide a la víctima que sea fuerte y no se sienta mal ante el acoso sufrido.

El mensaje deja de ser “Tú, agresor, deja de insultar, para de violentar, estamos contra tu clasismo / machismo / homofobia / racismo…”, y se convierte en un “Ay, víctima, no pasa nada, no es para tanto, no exageres, si te sientes mal es tu culpa por no saber resignificar y tomarte las cosas como un insulto”.

Es decir, la resignificación implica cesar de centrarse en la actitud de quien agrede para poner el enfoque en la víctima, revictimizándola.

Segundo, si una persona ejerce poder contra otra y nadie le para los pies, ésta va a continuar agrediendo para mantener su posición. Si un mecanismo deja de funcionarle, usará otro con tal de impedir que su víctima pueda escapar.

La resignificación puede ser útil en relaciones entre iguales, pero no en aquéllas que son jerárquicas. Una persona que es víctima de violencia, necesita apoyo y herramientas que le permitan salir de su situación, no asumirla resignificando.

Y tercero, la resignificación tan solo se puede dar en un plano individual, pero el lenguaje no es individual, sino colectivo. Insultos como “maricón”, “bollera”, “queer” o “zorra” seguirán teniendo un significado socialmente por mucho que un individuo los “resignifique”, ya que la parte victimaria seguirá empleándolos de forma peyorativa y como un medio para ejercer violencia.

En conclusión, la experiencia y la razón me llevan a reconocer la mal llamada “resignificación” como una forma de resignación que se resume en un: “No puedes combatir al agresor, así que pon buena cara y tira adelante”.

Y no pienso resignarme ante la violencia. Aquel curso necesitaba que mi tutora se encarase al bully y pusiese solución al acoso que yo estaba sufriendo, no que me pidiese un esfuerzo en tomarme la situación mejor. De igual modo, quiero que la sociedad se ponga firme contra toda forma de opresión y discriminación, no que le pida resignificación – resignación a las víctimas y que éstas hagan de tripas corazón para afrontar su situación con una sonrisa.

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