Claustro

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CAPÍTULO 26

   El famoso Colegio Público Virgen de la Dolorosa había pasado por un sin fin de vicisitudes. Meses en el centro del mundo mediático le habían pasado factura. Entrevistas a la directora y a todo el profesorado, e incluso a muchos de sus alumnas y alumnos, programas en directo desde dentro del colegio y un gran número de inspecciones y cambios para mejorar el colegio aprovechando la coyuntura habían hecho del destartalado colegio uno de los mejores de toda Euskadi. La directora seguía siendo Maddalen y muchas de las profesoras y profesores seguían impartiendo clase en él. Todos habían mejorado sus ratios, aprobado un gran número de cambios positivos e, incluso, se había votado recientemente cambiar el nombre del colegio por el de “Ovidio García”.

   Mientras, Ovidio, estaba parado frente al colegio observando a unos obreros cómo iban quitando una a una las letras “Virgen de la Dolorosa”. Se quedó un buen rato mientras iban poniendo las letras que correspondían. Primero se sorprendió de la “O” y comenzó a imaginar cual sería la siguiente letra. “Orquesta”, no, no podía ser. Nunca había sido un colegio muy musical. “Ordalía”, tampoco, bien cierto era que Maddalen era capaz de cualquier castigo pero eso ya era pasarse. Poco a poco se iba quedando perplejo al observar que se formaba la palabra “Ovidio” y su corazón comenzó a latir fuertemente. No se lo podía creer, estaban llamando a su colegio con su propio nombre. No esperó más y entró. De primeras se quedó de piedra al ver los cambios de su colegio. Una entrada moderna y con puertas automáticas, un pasillo más despejado y mayor número de aulas. También pudo comprobar cómo el Claustro había sido rediseñado y disponía de taquillas y hasta una sala para tomar el café pero el despacho de la directora se encontraba en el mismo lugar de siempre. 

   Llamó con cuidado, como queriendo comenzar con buen pie.

   —¡Entre, está abierto! —dijo Maddalen con tono de persona normal, lo cual resultaba extraño.—

   — Hola, Maddalen.

   La directora frunció el ceño, se despegó de los documentos que estaba leyendo y miró de hito en hito a Ovidio con la mandíbula desencajada.

Se hizo un largo silencio, incómodo, absurdo, lleno de admiración, repleto de estupor, con sabor a pasmo, como si hubiera visto a un muerto, tanto que Ovidio sospechó que pronto el colegio se llamaría San Ovidio, sin embargo Maddalen se levantó con una sonrisa desconocida en su cara, tan redonda que incluso le quedaba mal con el resto de su cuerpo.

   —¡Me caguen mi puñetera vida! ¡Creíamos que estabas muerto, Ovidio!

   La directora había sufrido un cambio radical porque las condiciones de trabajo eran mucho mejores. La persona incapaz de mantener una conversación sin ofender a nadie había desaparecido, el ser tajante y cretino que estaba obsesionado con los datos académicos se esfumó cuando recibió las visitas de los responsables de Educación, la mujer que hacía valer su poder mediante una presión asfixiante a todo el profesorado se difuminó en cuanto le llegó más profesorado para atender a sus alumnos, la desafiante era ahora un dechado de simpatía, la arpía capaz de destruir una reputación era un ser de luz de cuyo diálogo se salía como con el alma henchida y limpia. Era un alma empática, decidida, abierta. Vamos, irreconocible. 

   Llevó a Ovidio ante el resto del profesorado. El Claustro estaba bastante lleno, sabiendo que se estaba dando clase, así que era evidente que había muchos más profesores que antaño. Ovidio comprendió que ese ya no era su colegio y que había muchos más profesores que cuando él impartía allí. Todos estaban encantados y sorprendidos y competían para acercarse a él y darle la mano. Comenzaron a sacarse selfies con él. Fotos y más fotos. Lo cual estaba superando a Ovidio. Maddalen comentó que iba a dar una rueda de prensa, que llegarían todos los periodistas del arco mediático en pocos minutos y que se reunirían todos en el patio junto con todos los alumnos. Al parecer Maddalen tenía mucha experiencia organizando ruedas de prensa.

   Iba todo tan rápido que a Ovidio le dio vértigo pero pensó que así eran ahora las cosas así que había que apechugar y pasar el trago. Sabía cómo son los medios, hoy eres noticia y mañana nadie te conoce así que respiró y se sometió a todo aquello que su directora le sugirió. 

   No había pasado ni media hora y el colegio se empezó a llenar de cámaras, de micrófonos, de gente corriendo por aquí y por allá. La directora sabía lo que se hacía así que preparó una mesa frente a la zona del patio donde había dibujada una silueta de Ovidio, que guardaba gran parecido con él, todo sea dicho. En una mesa estaba toda la dirección del colegio, Maddalen, un representante de los alumnos y otra representante de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos. Detrás, de pie, el resto del profesorado y a los lados muchos alumnos de todos los cursos. Unos trescientos periodistas se agolpaban frente a ellos. Iba a ser la noticia del día.

   Mientras, los obreros seguían con su trabajo poniendo la última letra del nuevo nombre de ese Colegio tan irreconocible y en la planta baja del edificio se estaban acabando de montar las mesas de votación y los carteles que las señalaban para la histórica jornada del domingo donde se iba a elegir al nuevo Gobierno Mundial. 

   Pero en Atenas, su cuartel general, las nueve musas observaban el televisor y comentaban lo que estaban viendo. ¿Qué importancia tendrá este hecho en las votaciones?, se preguntaban.

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