¿Por qué Lenin en 2024?

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Juan López Páez, Área sobre el estudio de China CEFMA, militante de PCE Exterior

“Cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad”.
Italo Calvino. Por qué leer los clásicos

El 21 de enero hará cien años que falleció Lenin. Cabeza de la primera revolución obrera victoriosa que demostró que otro mundo era posible.

Ante todo destacamos su vigencia, del aprendizaje de Lenin podemos analizar los problemas más apremiantes que nos afecta en nuestras vidas, crisis económicas, inflación, cambio climático, desigualdad económica y social en la Unión Europea, comprender el reseteo del capitalismo en la versión del Neoliberalismo auspiciado por el Foro de Davos, el poder de los fondos internacionales de inversión, por citar algunos ejemplos.

Organización

El pensamiento leninista tiene la dimensión de principios y de táctica. El principio es la necesidad del control de la clase trabajadora sobre la sociedad y los medios de producción. Nos apela a tener en cuenta una cuestión: la organización, suficientemente disciplinada para mantener la coherencia del propósito perseguido sin abandonar y claudicar los principios, que conecte con la táctica: encontrar aquellas formas de alcanzar o lograr el principio en el contexto específico de la lucha de clases, a fijarnos en los detalles: “el análisis objetivo de la situación” no sólo para interpretarla sino para transformarla.

Lenin nos es válido para una crítica del oportunismo y del mal memorismo presente, ese deslizamiento dentro del campo político de clase hacia posiciones que, aunque en su formulación y literalidad no ponen en cuestión el programa comunista, en la práctica lo debilitan en nombre de las necesidades u oportunidades del corto plazo, de las oportunidades tácticas, de la dificultad del programa para ser entendido o de potenciales avances contingentes.

Lenin escribía en ¿Qué hacer?

“….este autoenvilecimiento del socialismo ante el mundo entero, a cambio de pervertir la conciencia socialista de las masas obreras -única base que pueda asegurarnos el triunfo -, a cambio de todo eso ofrecer unos rimbombantes proyectos de reformas tan miserables que eran mayores las que se lograba obtener de los gobiernos burgueses!”

Lenin recalca y hace visible la agudización de todos los antagonismos dentro del modo de producción capitalista, nos sirve para entender las luchas intranacionales en el seno de la UE, lo que significa el euro, la moneda única como arma de sometimiento, el marco geopolítico de la UE y su dependencia como vasalla de EEUU, la perspectiva de otras opciones a la salida capitalista de la crisis, con salarios y pensiones de miseria, pérdida del poder adquisitivo, aumento de la edad de jubilación, privatización parcial de las pensiones.

«todas las fuerzas y todas las energías» se dedican a futilidades sin cuento y a un remiendo miserable del régimen capitalista, para dar la impresión de que se hace algo, sin asustar al mismo tiempo a la burguesía.” [1]

Lenin nos es útil para entender las dinámicas del saqueo de los recursos naturales de los países periféricos o los flujos de dinero en los circuitos de los paraísos fiscales, la trampa de los préstamos a países a través de organismos como el FMI para apoderarse de ellos sin intervención militar.

Lenin teorizó el imperialismo como una intensificación de la concentración de capital, los monopolios y la oligarquía financiera, así señalaba: “

“ …el capitalismo creó un mercado mundial. Y a medida que se acrecentaba la exportación de capitales y que se expandían las ‘esferas de influencia’ y las conexiones con el extranjero y las colonias de las grandes asociaciones monopolistas, el rumbo ‘natural’ de las cosas ha conducido al acuerdo internacional entre éstas, a la formación de cárteles internacionales.”

Sus enseñanzas son idóneas para examinar otros tipos de concentración contemporánea, el proceso de concentración al que se refería Lenin está vigente, incluso se ha agudizado con el mundo digital, el nuevo “capitalismo comunicativo” mediante las complejas redes sociales de hoy en día: digital, comunicación y de censura informativa, a las que se suma el rol de la datificación de la vida humana a través de la Big Data, transformar el algoritmo, la lógica del “capitalismo de la vigilancia” conlleva el confinamiento de clientes en plataformas que posibilitan la “rendición”: las prácticas operacionales concretas a través de las cuales se logra la “desposesión” ya que la experiencia humana es materia prima para la datificación y todo lo que le sigue que afecta a los medios de producción capitalista desde la fabricación hasta las ventas de las mercancías,  la nueva materia prima dominante en la era post pandémica.

Capitalismo cibernético

La guía de Lenin la aplicamos en el análisis moderno de la sincronía de los aparatos del Estado en combinación con el control privado en las democracias liberales. Lenin en 1918 se refería en el debate sobre Kautsky, señaló:

Es lógico que un liberal hable de ‘democracia’ en términos generales. Un marxista no se olvidará nunca de preguntar: ‘¿Para qué clase?’”

Las nuevas tecnologías han permitido el establecimiento de un hiperpanoptismo, un verdadero Big Brother orwelliano. La observación es constante, pero diferenciada del viejo panoptismo (raíz griega “verlo todo”) ahora ya no sólo se observa a la persona, ahora se incluye su historia, sus gustos, sus necesidades, sus temores, sus amistades. Todo esto, por medio de información que la persona va dejando en su ejercicio socioeconómico cotidiano.

Vivimos un nuevo arte de extraer plusvalía.

El “plus de gozar” y la plusvalía.  El consumidor paga la mercancía para consumirla y simultáneamente su propia explotación como consumidor. La cuestión de los datos como nueva materia prima de la economía es relevante, en especial debido a las altas tasas de ganancia (plusvalía) con que se los relaciona.

La información de sus hábitos es plusvalía que alimenta a todo el sistema mediático-financiero sin horarios. Lo que da valor a esos datos es el trabajo que se les agrega al convertirlos en inteligencia mediante algoritmos, la materia prima del capitalismo tecnológico y su sociedad mundial de control.

¿Por qué Lenin es incómodo?

El rechazo a Lenin es un signo de los tiempos y tal vez de lo que Rodolfo Walsh llamó “déficit de historicidad”. Para algunas izquierdas de confluencias electorales las ideas comunistas aparecen obsoletas cuando postmodernistas declaran:

“..el comunismo….se convirtió para la mayor parte de la gente en una antigualla, creo que no es hoy una referencia. Hoy día la frontera principal que marca el cambio político tiene que ver con la transversalidad, no con las etiquetas viejas de izquierda y derecha, sino entre democracia y oligarquía, entre si manda el pueblo o mandan unos pocos privilegiados que se ponen a sí mismo por encima de la ley.”

No es nada conveniente acercarse a Lenin y menos reivindicarlo, se le reconoce un lugar en la historia, se le recuerda en efemérides del día como agua pasada que mejor no removerla. El propio Lenin escribió en El Estado y la revolución, refiriéndose respecto al papel histórico de Marx:

Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para “consolar” y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola”

El legado de sus acciones, de sus textos está en el método de análisis, en la búsqueda de la eficacia de las acciones, algo que algunos no deberían olvidar, conserva toda la fuerza de la necesidad histórica y nos sigue convocando en la actualidad.


[1] Marx y Engels. De la carta circular a A. Bebel, W. Liebknecht, W. Bracke y otros, 1879

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