El tránsito del cielo. Mi pequeño diario: vidas truncadas

Es muy curioso, siempre me pareció llamativo que desde el momento en que hice públicos mis escritos en diversos digitales y revistas, algunas personas que ya conocía con anterioridad, comenzaron a tratarme de muy diferente manera, con una actitud hosca, provocadora, claramente devaluante hacia mi persona. Y desde que esto ocurriera, me empecé a preguntar por la causa de tanto odio, desprecio y animadversión súbitas.

Tras un tiempo de farragosas reflexiones, llegué a la conclusión de que todas esas personas, más conocidas o menos conocidas, más o menos de mi confianza, tenían vidas truncadas, que millones de personas en este nuestro mundo occidental, en la burbuja en la que habitualmente nos movemos y hacemos como que vivimos, son igualmente víctimas y cargan a sus espaldas con vidas truncadas y fracasadas y que, por su errónea percepción, a través de una malformación cognitiva, atribuyen y culpan de su fracaso a personas como yo, que en cuanto adquirimos una mínima notoriedad, porque es mínima, les recordamos el tronchamiento irremediable de sus vidas.

Digo error de percepción, porque el verdadero causante de su fracaso vital es la superestructura económica y social que nos atenaza, que arrampla y destruye vidas sin importarle los nombres, ni sus anhelos y esperanzas.

Estoy del todo convencido, que Carlos Marx dio en la clave de gran parte de nuestras angustias, que su elaborado concepto de la» *alienación capitalista»aliena y embrutece a demasiada gente, apartándoles del camino, canivalizándoles, cometiendo por doquier actos de verdadera necrofilia, de sadismo administrativo.

Desde que publiqué mis primeros libros, artículos y reseñas, me dí cuenta del auténtico número de vidas truncadas, de deseos inadvertidos, de sueños ahogados en sangre, de personas reducidas a la sombra, a una vasta gama de grises y a la muerte civil.

La literatura me ha ayudado a comprender la condición humana, a intentar desentrañarla y a dolerme de los que tan profundo dolor sienten a diario. Por ellos siento compasión, a ellos me acerco a pesar de sus escupitajos, sus desprecios y sus ridículas injurias. Esto me lo enseñó un monje cisterciense, un amigo del alma del que algún día hablaré.

El poder de la alabanza, la potencia de la compasión. En la interioridad de cada ser habita la verdad,la luz y la oscuridad, en el interior, nunca fuera de él.

Nota: La alienación de la actividad: surge en el proceso del trabajo, el trabajador se enajena de sus propias facultades creadoras, no vive su actividad como algo que realmente le pertenezca, no es una actividad que forma parte de sus aspiraciones, es un autosacrificio. El trabajo se vive como algo exterior y forzado.

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