Me pido esa censura

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De vez en cuando asuntos triviales o ridículos, que en principio no merecerían más reacción que indiferencia o risa, pasan ya, a fuer de insistencia o reiteración, a atraer la mirada del villano de Madrid. Uno de ellos muy irritante es el de artistas, presentadores de televisión o simples famosetes que después de exhibir por todos los canales 24/7, como dicen ahora, sus desvaríos reaccionarios, insultantes o groseros se quejan de una supuesta censura cuando el público reacciona en contra.

Bien, esto no daría para más que algún chascarrillo en X —antes Twitter—, o comentario chistoso con mis amigos, pero resulta que esta semana hubo una auténtica explosión de bufones propagandistas de derechas llorones que nos acorralaron por tierra, mar y aire. Muchos dando vueltas todavía al asunto de Rubiales y Jenni Hermoso, pero esos prefiero dejárselos a las representantes feministas que comparten este espacio conmigo. Ellas son sujetos directos del tema y lo tratarán mejor.

El que acabó personalmente de sacar de sus casillas al villano fue un niño pijo, cuyo nombre me niego a citar en mi columna, con gusto por la cosa musical, lo que hizo que con todas las posibilidades de su familia decidiera tirar por el negocio de los gorgoritos y tarareos. Seguro que si lo describo saben quién es: fanático de los teclados, los cuales tocaba de dos en dos, formó grupo con su hermano y con una marquesita defraudadora y, con los años, se ha convertido en muso de ese grupo mafioso y golpista que tenemos los madrileños donde debería estar nuestro gobierno autonómico. Ese cantante y, como no, empresario palmero —usaría otra palabra relativa al sexo oral y anal si estuviera en un ambiente más coloquial— se descolgó esta pasada semana con las siguientes declaraciones: «Es muy fuerte la dictadura en la que vivimos. Esta dictadura se parece mucho a la de Franco. Mucho. Ya no puedes decir lo que quieras ni pensar cómo quieras. Hay unos patrones que te obligan a ser de una manera».

Miren, no digo que el público siempre tenga razón, tampoco que no haya habido artistas en diversos ámbitos que hayan podido ser perjudicados por algún malentendido o reacción excesiva de sus audiencias, pero es que no hablamos ya de que este niño pijo, que lo sigue siendo a sus 60 añitos, esté comparando comentarios o críticas en redes o un boca/oreja negativo con lo que padecieron Alberti, Gabriel Celaya, Miguel Hernández, Lorca y tantos otros: es que el mencionado cayetano musical acumula un historial de tratos de favor y de promoción descarada por los poderes políticos y financieros de la Comunidad de Madrid que haría sonrojarse a cualquier persona con un mínimo de amor propio.

El señorito criado en colegio privado hizo su llamada de socorro ante la terrible censura que sufre desde las páginas del diario El Pais, si no me equivoco el de más tirada en España. No es exactamente el mismo trato que recibieron de la cadena de prensa del movimiento los poetas represaliados.

También dudo bastante de que alguna vez le hayan impuesto cambios de guion desde el poder, como sufrieron durante décadas la prensa, el cine, y hasta los cómics infantiles de Escobar o Ibáñez. Por contra lo que el señorito ha recibido son subvenciones, la cesión de una parcela pasando por encima de los mecanismos de concurso público, y unas condiciones como mínimo extrañas y llamativas en el pago del canon que supuestamente pagaría por ocuparla. En realidad no ha quedado claro si esa cesión y dichos términos de pago escondían irregularidades, pero el hecho de que renunciara a ocupar este terreno en cuanto el asunto trascendió a la prensa parece indicar que no tenía la conciencia muy tranquila.

No recordamos ninguna grabación de las campanadas de año nuevo en Sol durante el periodo de la dictadura donde Gabriel Celaya o Alberti amenizaran la velada incluso si las condiciones sanitarias no eran las mejores, como sí ocurrió con el señorito durante la pandemia de COVID. Exactamente igual, por supuesto, que lo ocurrido en fecha tan tardía para el franquismo como los años 70 cuando Paco Ibáñez recibió la prohibición de actuar en territorio español o se dictó orden de busca y captura contra Serrat.

Por contra todos hemos tenido que soportar la promoción descarada de este bufón en los escenarios y fuera de ellos. Evidentemente esta era la gran diferencia: Serrat o Paco Ibáñez destacaron plantando cara al poder establecido mientras que el gran artista —según algunos, que en opinión del villano no pasa de apañadito— que nos ocupa ha continuado sus performances fuera de los escenarios, o mejor dicho en escenarios dispuestos por los poderes económicos y mediáticos de la Comunidad de Madrid en los cuáles hemos tenido que soportar a este resto de la contrarrevolución cultural de los 80 dar mítines a favor de Ayuso y humillarse ante la diva de la derecha española de modo grotesco. Los premios de la Comunidad de 2021 fueron la culminación de este esperpento. Así ha sido siempre desde el principio, dado que parece cada vez más evidente que eso que se llamó movida madrileña consistió en una promoción desde arriba de espectáculos y cultura desideologizados para desactivar el ambiente más combativo que reinaba en el mundillo de la música española durante las décadas anteriores. Aunque este hijo de sus papás se las dé de haber hablado de temas prohibidos nunca ha molestado a nadie, más bien al contrario.

Así dimos en que Serrat tuviera que exiliarse un año a México por ser buscado por un gobierno dictatorial, mientras que para este deshecho de la movida el país centroamericano lo que representa es una oportunidad de extender la pseudohistoria que le gusta hacer como que se cree al aparato de propaganda de las derechas de la actualidad.

Bueno, como decíamos, todo esto no pasaría de ser un comentario ridículo más, pero habiendo gente que ha padecido torturas, exilio o muerte por haber plantado cara artísticamente a un régimen, el villano no puede por menos de indignarse. Probablemente si escribiera aquí lo que me pasa por la cabeza con el niño pijo podría acabar denunciado así que me limitaré a pedir otra cosa en el caso de que las derechas mundiales consumen su plan de llevar la sociedad y al mundo a años atrás: creo hablar en nombre de todos mis compañeros de El Común cuando pido que, llegado el caso, nos apliquen esta censura que preocupa al niño pijo, por favor. Llámenme raro si quieren, pero prefiero tener mi propio teatro para mis espectáculos y subvenciones, como el mecano, a morir de tuberculosis en la cárcel, como Miguel Hernández.

Y recen para que con ustedes ocurra lo mismo, porque el señorito y su gente, en realidad, puesto que consideran que tenían más libertad antes, lo que parecen decir es que no soportan que el público pueda elegir. Parece que ellos querrían que la audiencia estuviera obligada a decir que le gusta todo lo que hagan. En caso de que ustedes no consideren que rimas del artista como No hay marcha en Nueva York y los jamones son de York son geniales y maravillosas igual también sufren alguna represalia si se confirman los peores augurios.

El transgresor y provocador artista que nos preocupa, molestando al poder y ganándose la censura.
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Yago Pérez Varela
Yago Pérez Varela (Madrid). Aunque en cierta época se fijó en las ciencias, acabó notando que la historia era su pasión y lo que le gustaba. La historia le ha permitido ejercer labores gratificantes en documentación e investigación, pero al ser un villano también ha conocido empleos precarios. Quiere a su villa natal de Madrid, aunque le preocupa ver que a veces paga el precio de ser capital de un país, y como tal, refugio de oligarcas.

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