El tránsito del cielo. Mi pequeño diario: ansiolítico

NO hay democracia en ningún país del mundo, sus formalismos están vacíos de contenido. Vivimos, de facto, en dictaduras capitalistas donde el ejercicio de la violencia es cotidiano.

José Miguel Gándara C. Poeta y redactor

Ayer, nada más llegar a mi centro de trabajo abrí la mano y sobre la palma extendida coloqué un ansiolítico al que llaman comercialmente «lorazepam«. Se lo mostré a las compañeras más cercanas mientras les decía :

-lo veis, este es el logro, el éxito más explícito del capital.

Todas me miraron con sombra, con una expresión entre conmiserada y perpleja.

-Esto es lo que necesito tomar para venir a trabajar a este lugar-proseguí-sino, no lo soportaría, no aguantaría durante horas los apenas quince segundos que transcurren entre llamada y llamada, no resistiría, tampoco, la presión del tiempo concedido para cada llamada o la intensa alienación y violencia a la que somos sometidos.

Pablo, un querido compañero, se me acercó y posó su mano encendida sobre mí hombro, intentando infundirme la energía de la que ya no dispongo, y este gesto me recordó aquellos versos de Luis Cernuda:

Que el hombre es noble.

Nada importa que tan pocos lo sean:

Uno, uno tan sólo basta

Como testigo irrefutable

De toda la nobleza humana.

Ese hombre importa. Ese es el hombre de Cernuda, ese es mi hombre, mi mujer, mi niño, mi anciano, mi ser humano.

En este mundo no quedará piedra sobre piedra, todo será inundado y arrasado por el viento y la herrumbre. Sólo permanecerá lo noble, lo diferente, el librepensamiento, aquello que se signifique como un delirio en medio de la oscuridad.

Desde siempre he pensado que los poetas estamos enfermos de delirio, que creemos ver vírgenes que ascienden a los cielos conteniendo una utopía entre sus brazos.¿ Qué es un poeta sino una aparición mariana, un malparido, un extraño, un consumidor de ansiolíticos y morralla sentimental llegada desde otra época, desde un ámbito fuera del alcance de los mortales? . Por eso somos conocedores de nuestra finitud mejor que nadie.

Con su «omnia causa lucri» los capitales financieros nos están asesinando uno a uno, pero el hombre se rebela, yo me rebelo y reclamamos nuestro lugar en el mundo.

Es sólo una cuestión de tiempo que cuente todo lo que sé.

Cioran nos advertía sobre lo que sucedería si el rostro humano expresara con fidelidad el sufrimiento interior, si todo el suplicio interno se manifestara en la expresión. La vida sería realmente imposible si la intensidad de nuestros sentimientos pudiera leerse sobre nuestra cara. Perseguir el sentido de la vida es de esencia estrictamente religiosa, querer ser un librepensador es de esencia fundamentalmente política, pero también una actitud vital, un desgarrado grito desde la entraña.

Con el tiempo he aprendido que no es la fuerza bruta, sino la perseverancia de los grandes sentimientos la que crea hombres superiores moralmente, humanamente, técnicamente, pero sobre todo, en lo relativo a la metafísica.

Lo que pensamos modifica la realidad, por eso, ya estamos ganando.

El universo entero es una pura dialéctica, la muerte y la resurrección, la muerte y la ascensión a los cielos, el ansia y la calma, la explotación y la liberación, aún así, los monologuistas continúan insistiendo en que nos apartemos, en acallarnos, en imponer un pensamiento único. Pero es inútil, luchan contra las fuerzas mismas de la naturaleza, y no una naturaleza cualquiera, no una naturaleza ciega.

Si lo que pretenden es hundir todo lo humano en la indiferencia de las bestias, no lo conseguirán, la resistencia estará siempre presente, como si de una epifanía se tratase.

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