Cervantismos I

Al loco de Quintanar, porque toda la esperanza de este mundo pesa sobre él….

«No me levantaré jamás de donde estoy, valeroso caballero, fasta que la vuestra cortesía me otorgue un don que pedirle quiero, el cual redundará en alabanza vuestra y en pro del género humano».

Podriamos concluir fácilmente que existe un paralelismo entre Cervantes, el personaje real, y su personaje ficticio Don Alonso Quijano. Y decimos paralelismo, porque Cervantes era muy consciente de que en su contexto histórico, en su época, era más que necesario, aconsejable, postrarse ante el poder establecido, ante el discurso dominante, a los pies de una monarquía absolutista, de una sociedad aristocrátizante como la encarnada por el Duque de Béjar, para así poder divulgar su obra sin tropezar con la censura o el contrareformismo imperante.

Por esto mismo, procura que Don Quijote se postre igualmente, que busque el espaldarazo metafórico de la ordenación caballeresca, como si su personaje fuera una suerte de alter ego fantástico. La necesidad de ponerse bajo la protección de algún potentado,la expresa petición de ese don que solo podría ser concedida por una autoridad caballeresca, ese don misterioso que le protegiera en sus andanzas por el mundo en pro de los menesterosos, los desvalidos y los perseguidos. ¿Quién, a caso, se atreve a negar, qué hasta los virtuosos tienen la voluntad comprada, la vida amañada, el seso y el sexo amancebados y puestos a disposición?. Esta circunstancia era de sobra conocida por Don Miguel de Cervantes, sabedor de que el Quijote va a necesitar de los mayores dones, incluso los sobrenaturales y sobrenaturalizados, para conseguir sus ideales.

Es curioso, entonces, comprobar cómo las cosas, el orden de los acontecimientos, apenas han cambiado en el transcurso de los siglos, el genio, la locura y la bondad siguen acudiendo a la escolta aristocrática y mistérica para sentirse protegidos de la estupidez y la vulgaridad mundanas.

El ventero, que vio a su huésped a sus pies y oyó semejantes razones, estaba confuso, mirándole sin saber que hacer ni decirle……

Este don al que Don Quijote hace referencia en la venta, por supuesto que no se trata de una gracia divina, sino una especie de salvoconducto para ese otro lado de la realidad, esa realidad que ahora mismo me parece vislumbrar, aquí, justo en frente de la casa que otrora ocupara el mismo Miguel de Cervantes en Valladolid, y que yace en quietud absoluta tras una densa cortina de agua y viento.

Es muy posible, que tales ráfagas de agua y viento nos quieran de nuevo transportar hasta lo ámbitos de la razón, pero, en realidad, no hacen más que favorecer el efecto contrario.

La imposición del don caballeresco de Don Quijote y el mio propio están en juego. ¿Aparecerá por aquí, en este lugar fantasmal, Gaspar de Ezpeleta, las cervantas o el mismo Don Miguel?. Estoy meditando, observando, con un café tibio entre las manos, a la espera, a la espera….. Siempre a la espera y con el fulgor eterno de la lluvia ante mis ojos.

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