La peor lucha es la que no se hace

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Irene Calvé Saborit.

En estos días en los que se evidencia el desajuste climático, con el mediterráneo en llamas, mientras superamos día tras día el registro máximo de temperatura global (¡y ya van 28 días consecutivos!) y con la temperatura de los mares y océanos batiendo “records”, escucho y leo con tristeza y preocupación comentarios por parte de compañeras de trinchera. Estos comentarios contienen un alto grado de cinismo y escepticismo, no ya frente al cambio climático sino frente al tratamiento mediático y político que se le está dando. Algunas críticas, ricas en sorna, van dirigidas contra las acciones de jóvenes ecologistas que intentan denunciar y visibilizar la continua degradación de la situación a la cual nos enfrentamos, alguna vez con más aciertos y otras con menos.

Efectivamente la mayoría de las proclamas, medidas y propuestas de las formaciones políticas que tejen ese imaginario llamado “la izquierda del PSOE” y de sus respectivos gurús ecologistas pretenden combatir el cambio climático a golpe de políticas neoliberales.

Encontramos soluciones individualistas como el existente modelo de negocio del autoconsumo, que reparte dinero público entre personas con el suficiente poder adquisitivo para poseer un techo y el dinero necesario para llevar a cabo la inversión en paneles, beneficiándose de una disminución en el precio de la electricidad frente a soluciones colectivas como podrían ser la municipalización de las redes de distribución aludiendo al “derecho innato a comprar, vender, generar o almacenar energía”, transformando la electricidad en una mercancía con la que especular y al ciudadano en un pequeño capitalista o “prosumer”.

También abundan las propuestas y medidas que pretenden ignorar cualquier fundamento científico (que no económico) como la instalación masiva de paneles fotovoltaicos sin atajar la falta de almacenamiento necesario que no se está materializando. Por supuesto, estas también deslocalizan la extracción de materiales necesarios para la supuesta transición energética a los países que ya están sufriendo las consecuencias de un cambio climático que no han generado mientras minimizan el extractivismo en nuestro propio territorio. Te tienes que reír cuando en paralelo vemos como se sigue avanzando en las privatizaciones del sector ferroviario, elemento clave para transitar a un modelo de transporte descarbonizado. ¿A cuántos paneles solares equivale un tren de cercanías?

Desde luego se necesitan altas dosis de humor para confrontar la hipocresía de nuestros dirigentes y líderes sin caer en la desesperación cuando alarmados pregonan la gravedad y urgencia climática mientras califican la intervención pública como “un elemento que potencie un mercado libre” y que “más allá del rol de lo público, es fundamental crear un marco de auténtica competencia”; neoliberalismo en estado puro y como consecuencia ineludible la criminalización de la pobreza y de la clase trabajadora. Propuestas como pago por uso que penaliza a quien más consume sin tener en cuenta (queremos suponer) que las personas que salen ganando con este tipo de medidas son aquellas que pueden invertir en eficiencia energética y/o autoconsumo, es decir aquella con rentas más altas. Las directivas que prohíben vehículos viejos y contaminantes sin alternativas de transporte público despiertan evidentemente el rechazo de la clase trabajadora, el escepticismo y el cinismo sobre “la lucha contra el cambio climático”.

Sin embargo, no debemos dejar que esta inercia nos arrastre con ella, debemos ser lúcidas y ser capaces de discernir la desidia generada por propuestas vacías y fenómenos como el “greenwashing” para poder constatar una vez más que el modelo neoliberal no es compatible con una vida humana decente en nuestro planeta, que se trata de un monstruo que devora todo ser vivo para la monetización y extracción de rentas. De nuevo, las falsas soluciones individualistas y reformistas o las apuestas a la ruleta rusa de las tecnologías no probadas o inmaduras, aferrándose a un milagro tecnológico que revierta la situación, son las que desmovilizan a la clase trabajadora impidiendo una lucha radical por un mundo en el que el sistema de producción y consumo sea otro. ¿Dónde quedaron luchas como aquella contra el consumismo o contra la globalización tan necesarias ahora mismo? ¿Qué sentido tiene despilfarrar energía en la producción, transporte y publicidad de bienes y productos excesivos e innecesarios? Debemos ser valientes y estar a la altura que la situación exige, utilizando las herramientas de las que disponemos empezando por la autocrítica.

Muchas personas no especialmente vinculadas con el mundo marxista están declarando sin pudor alguno que debemos desmantelar urgentemente el sistema capitalista o sugiriendo una revolución que podría comenzar por los países del sur de Europa, revistas socialistas como el monthly review están publicando números enteros sobre el decrecimiento, ¿cómo puede ser que no estemos aprovechando esta ocasión para dar la talla? Y por dar la talla me refiero a no contentarnos en el plano institucional con ser meros seguidores de la supuesta transición energética pregonada desde las instituciones europeas et al. con su neoliberalismo, su individualismo, su criminalización de la pobreza y su extractivismo. Significa por ejemplo proponer un sector eléctrico público, con la municipalización de las redes de distribución como en Alemania, con la recuperación de las concesiones hidroeléctricas por una empresa pública como en Francia o que cada céntimo de dinero público se transforme en propiedad de los activos y no en una subvención a fondo perdido. Y por dar la talla me refiero a ser intransigentemente radicales en el plano ideológico, en analizar cada propuesta con conciencia de clase, con una visión internacionalista que tenga en cuenta la totalidad del género humano. En ofrecer una alternativa a la desidia que sufre la clase trabajadora que, a pesar de lo que algunos parecen creer, es tristemente consciente que la mayoría de veces que es interpelada a sazón de la crisis climática es para culpabilizarla de las consecuencias de un modelo que se fundamenta en su explotación.

Y por encima de todo, dar la talla significa organizarnos al margen de las instituciones. Significa no observar desde la distancia, sino colaborar con una generación de personas jóvenes que son conscientes de que a lo largo de su vida no van a tener apenas vacaciones o jubilación, de que no van a tener acceso a muchos alimentos o agua y electricidad a precios asequibles y que intentan luchar contra ello. Significa invitarlas a compartir espacios y lucha, significa abrir espacios intergeneracionales para poder aprender las unas de las otras. Significa en definitiva integrar la lucha por otro modelo de producción y consumo en cada una de nuestras acciones políticas, la lucha por un uso racional e igualitario de la energía.

La batalla contra el cambio climático es la batalla contra el capital; sin socialismo no habrá un decrecimiento justo y sin decrecimiento justo no habrá socialismo y por ello tenemos que hacerla nuestra bandera y avanzar sin perder ni un ápice de radicalidad en nuestras demandas.

2 COMENTARIOS

  1. Cambio climático???? Por favor, cambio de modelo capitalista por otro socialista de acuerdo!! El resto me parece que no se sostiene por ningún lado, el clima siempre está cambiando, funciona por ciclos. Todo lo demás tomadura de pelo!!!

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