Contra todo pronóstico, el Partido Socialista ha dado la vuelta a las encuestas -incluidas aquellas anunciadas a pie de urna- y ha resistido el empuje de una derecha que parecía tener garantizada la entrada en La Mocloa. Pero no ha sido así, tras una brillante campaña en positivo, los socialistas también han sabido jugar la baza del miedo a la extrema derecha y el voto útil hasta ser capaces de mejorar votos y porcentaje sobre los anteriores comicios. Y nada menos que casi un millón de votos y dos escaños respecto a 2019.
El líder de la derecha ha ganado las elecciones, pero no podrá gobernar ni con el apoyo de la extrema derecha, al quedar, la suma de ambos a seis escaños de la mayoría absoluta. Poco antes de la medianoche por ello, Pedro Sánchez salió ante los suyos en la sede madrileña de Ferraz, como un vencedor, entre la alegría desbordada de los que se creían condenados a un fracaso absoluto.
Las muletas de ambas formaciones, Sumar a la izquierda y Vox a la derecha, bajan en votos considerablemente y obtienen unos resultados similares, siendo Vox, tercera fuerza y los yolandistas, cuarta, perdiendo los primeros 19 años y la opción de entrar al gobierno, y Sumar siete.
Mientras la ultraderecha, con un Abascal de gesto serio y acompañado de los suyos, echaba toda la culpa del fracaso al Partido Popular; una Yolanda Díaz radiante se presentaba a los medios ignorando la pérdida de diputados con respecto a los resultados de Unidas Podemos, dando por buenas unas cifras que frenaba a la extrema derecha.
En la situación actual, los números no suman para ninguna de las posiciones, ya que todo quedaría en el improbable apoyo de Junts al bloque progresista, con lo que España queda al borde del bloqueo con un gobierno en funciones que parece que podría alargarse hasta una posible repetición electoral.
