Deliberaciones nietzscheanas: Abismo

El periodo estival resulta ser una época más nihilista de la lo que pudiéramos llegar a pensar. Los seres humanos desaparecen, son abducidos y deglutidos en sus diversas y banales derivas y una ola de lava asfáltica termina por arrullarles y ocultarles del todo.

A lo largo de mi vida sentí un rechazo visceral por la figura, la obra, los aforismos y las palabras de F. Nietzsche, pero he aquí,que de manera sorpresiva pero no deliberada, me fui acercando a las ideas y perspectivas del gran pensador F. Nietzsche.

Antes de nada, les quiero pedir a todos, que abandonen la idea, el tópico, la absoluta perogrullada y el absurdo de vincular las ideas de Nietzsche con el nazismo o alguna otra forma de fascismo, ya que no tienen absolutamente nada que ver. El concepto nietzscheano de «súper hombre» es una reivindicación vitalista y dionisiaca del hombre y no un furor destructivo o supremacista.

El «abismo» es un tema clave dentro de la tradición religiosa y filosófica anterior a Nietzsche, autores como Pascal y Haller han reflexionado sobre este concepto o realidad en obras como Oda acerca de la eternidad, considerando el abismo como las fauces abiertas de la nada, lo más tenebroso entre lo tenebroso. El abismo, en definitiva, es la materialización de un mundo carente de Dios y de fundamento metafísico.

Tanto en Kant como en Schopenhauer se concibe el abismo como esa nada eterna en el que todo lo vivo naufraga sin remisión. F. Nietzsche se une a esta tradición que le habría precedido y que curiosamente se asemeja en gran medida a la sociedad moderna, un océano de nada, informe, insensible, sin acústica ni resonancia, cargado de distopías, donde todo indicio de vida acaba por naufragar. ¿Es posible que F. Nietzsche sea un profeta del naufragio universal, el involuntario competidor de los Elías, Jeremías, Daniel, Ezequiel o Isaías?.

Pero, llegados a este punto, F. Nietzsche se destacó, igualmente, por beber de las fuentes de la Grecia clásica, aunque fuera disimuladamente. Los griegos antiguos describían el abismo como un caos que se constituye en apertura o sima originaria de la que emergen todos los seres. Por tanto, para Nietzsche, el abismo tenía una doble imagen, una doble significación, la nada y el origen pisándose los talones en un bucle de eterno retorno.

El que aferra el abismo con garras de aguila: ese tiene valor – nos dirá Nietzsche en Así habló Zaratustra-. El abismo amenaza con engullir a los hombres que carecen del suficiente valor-proseguirá diciendo.

El valor y el ideal en contraposición al abismo, la nada y el mal.

F. Nietzsche no era, por tanto, ningún ser anormal, descabellado o emparanoiado, sino el incontrolable afán de vida puesto al servicio del pensamiento moderno.

Si miras de frente al abismo, acabarás por descubrir tus propios abismos. El abismo es el espejo donde todos debemos mirarnos, allí donde encontraremos nuestra verdadera identidad, lo que realmente somos.

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