Lidia Falcón, Presidenta del Partido Feminista de España.
En estos tiempos que tanto se repite la palabra feminismo está cada vez más confuso su significado. Mientras la derecha se ha dedicado a desprestigiarlo y a burlarse de él, dedicándonos a las feministas el epíteto de feminazis y la negación de la violencia machista, la “izquierda” lo ha hecho sinónimo de la doctrina queer, de la explotación prostitucional, de los vientres de alquiler y de la pornografía.
Pobre feminismo, tan maltratado, después de que en su altar se hayan sacrificado las mejores mujeres, y algunos hombres solidarios, durante más de dos siglos, dedicando sus esfuerzos a lograr algunos avances que liberaran a las generaciones siguientes de la esclavitud que sufrían.
Transcurridos los siglos XIX y XX en la consecución del derecho al voto, a la igualdad legal, al divorcio y al aborto, el feminismo no avanza más en el camino de la revolución social. Se siguen cometiendo los mismos crímenes contra las mujeres y los menores, las diferencias salariales cada vez son mayores, las desigualdades de clase se agudizan, la pobreza aumenta y en nuestro país la infamia de la monarquía corrupta, que siempre ha sido nuestro verdugo, se perpetúa. Mientras los gobiernos que se suceden, todos, son siervos de las potencias capitalistas y del imperialismo estadounidense. Las feministas que crean que estas condiciones de explotación y subordinación que sufrimos todas las clases trabajadoras españolas no afecta a las mujeres, están afectadas de una cerrazón mental inaceptable.
El feminismo precursor reclamó para las mujeres los primeros derechos elementales de la ciudadanía burguesa, como hizo también para los trabajadores el movimiento obrero. Pero las reivindicaciones se fueron ampliando y desde aquellos tiempos se crearon los partidos socialistas y comunistas, el proletariado llevó adelante varias revoluciones que transformaron el mundo, libró largas y exterminadoras guerras contra el capitalismo y sufrió terribles represiones. Las mujeres implicadas en las revoluciones obreras idearon y escribieron el papel del feminismo en la construcción “del hombre nuevo y de la mujer nueva”, como reclamaba Alejandra Kollöntai, en la ideación de un mundo futuro donde no existieran las explotaciones ni las represiones.
Después de la derrota de la Unión Soviética el feminismo ha perdido sus ideales transformadores. Realmente, durante mucho tiempo, el movimiento obrero mostró una gran hostilidad al movimiento feminista, porque le acusaba de no apoyar la revolución socialista y limitarse a pedir pequeñas reformas burguesas, lo que era cierto. Pero también lo es que el socialismo obrero ha hecho poco por la igualdad y la libertad de las mujeres. En esta contraposición se siguen separando y a veces hasta enfrentándose las dos fuerzas sociales.
Hoy, lo evidente, es que limitado el MF a pedir algunas reformas para liberar a pequeños colectivos víctimas de las peores explotaciones: mujeres prostituidas, alquiler de los úteros de las pobres, borradas por la ley trans, víctimas de muchas violencias, se encierra en una repetición interminable de los mismos temas, sin más perspectiva.
Si no avanza en construir una utopía que determine sus objetivos futuros, su papel será irrelevante y las generaciones se sucederán repitiendo los mismos eslóganes y pidiendo las mismas reformas de sus antecesoras. Es la rueda sin fin. Mientras, el sistema asume tranquilamente las declaraciones, peticiones, asambleas y manifestaciones que organizan las asociaciones feministas, sin inmutarse.
Al mismo tiempo, el MF no elabora una línea ideológica que presente un objetivo de transformación social. Limitándose a reclamar la igualdad para la mujer y el hombre, en todos los casos, plantea una sociedad en la que las mujeres sean verdugas, torturadoras, toreras, boxeadoras, militaras, y tengan derecho a comportarse como los peores hombres. Este panorama que nunca había yo imaginado, me horroriza. No he dedicado mi vida a la lucha feminista para conseguir que las mujeres sean tan violentas y criminales como los hombres. Yo quería convertir a todos, hombres y mujeres, en feministas. Y el feminismo es la consecución de los ideales superadores de las explotaciones e injusticias que sufre la sociedad, por los que tanto lucharon las generaciones anteriores.
El feminismo es una filosofía de vida, un proyecto político y un sistema económico, que pretenden superar la lucha de clases, la opresión que padecen los trabajadores explotados por el capitalismo, acabar con las guerras imperialistas en las que España no debe tomar parte y recuperar la soberanía de nuestro país.
Nosotras, como Partido Feminista de España consideramos que es imprescindible que España salga de la OTAN, a donde nunca debía haber pertenecido, que se desmantelen las bases militares que mantienen el dominio de EEUU sobre nuestro país y que se reformulen las condiciones de pertenencia a la Unión Europea, que los gobiernos que nos han introducido aceptaron, para que fuéramos el socio pobre del club de ricos, destinados los trabajadores a camareros para servirles la comida a los jubilados alemanes. Y las mujeres a llenar los burdeles donde se refocilan los prostituidores.
Hemos de recuperar el dominio público de la producción de los bienes fundamentales y estratégicos, desde la sanidad a las energías, que se han privatizado para beneficiar a las compañías multinacionales.
Exigimos la proclamación de la República, que tan sangrientamente nos arrebataron, enterrando para siempre la monarquía, que ha sido siempre nuestro verdugo, y que ya ha dado bastantes pruebas de la iniquidad y el latrocinio que la caracteriza. Porque sin ese cambio de Estado, es imposible que se acabe la corrupción de nuestros políticos y de los sectores económicos, que florecen al amparo de la Casa Real y de la aristocracia, que sigue dominando las estructuras principales de la producción y del sector financiero, así como es la mejor aliada del imperio estadounidense.
Si el movimiento feminismo mantiene su distancia despreciativa de la política, considerando que no es cosa de mujeres, y se limita a las denuncias periódicas de unas cuantas injusticias, quedará en la marginación en la que ya se ha instalado, y habremos perdido el siglo.