Opción democrática de la mayoría obrera: Hegemonía de la clase proletaria

0

Braulio Moreno Muñiz.

En su novela “La montaña mágica”, Thomas Mann, nos cuenta una conversación entre dos de sus principales personajes; el protagonista pregunta a su interlocutor: ¿Qué es un político? Y la respuesta del otro personaje es muy simple y acertada, sencilla y esclarecedora: “Un político es la persona que se dedica a hacer feliz al ciudadano”

Algunos argumentaran que esa respuesta es vaga y hay que relativizarla, dado que no todos los ciudadanos tenemos las mismas aspiraciones económicas, sociales, éticas, morales, etc… Incluso no estaríamos de acuerdo en el concepto de felicidad. Todo ello debido a la pluralidad de la ideología.

En todos los países de nuestro entorno, los calificados como democracias occidentales se está dando una visualización cada vez más nítida y patente del enfrentamiento entre las distintas opciones ideológicas.

A lo largo de nuestra vida, y a través de la educación que recibimos, nuestras experiencias, nuestra pertenencia a una clase social u otra, se va conformando nuestra ideología. En el fondo, es una abstracción, idea pura, de nuestra percepción del mundo; sus injusticias, sus problemas, si es que los vemos, y la manera de solucionarlos. Ideológicamente podemos apreciar injusticias y los problemas que provoca esta. A la vez podemos aceptar estos problemas, incluso las injusticias, como algo inevitable, o, incluso, como algo inherente a la condición humana. Esta manera de interpretar esto llamado condición humana, es de carácter conservador. En cambio, si observamos injusticias y los problemas que provoca esta y lo transmitimos a nuestro entorno social, en ese momento, lo que hacemos es convertir la idea en práctica política. Una vez que organizamos nuestra ideología, y transmitimos esta como pensamiento subjetivo, estamos haciendo política.

Cuando un número relevante de ciudadanos deciden organizarse en torno a cierta ideología, están materializando esta, y están haciendo uso de la práctica política, luego, en su desarrollo, identifican los problemas y sugieren como solucionar estos.

Cuando nos agrupamos en torno a una idea, a una percepción de lo que consideramos la realidad social, y observamos los problemas que aquejan a esta, los denunciamos, y proponemos soluciones, materializándola en actos, intentando así ganar adeptos, lo que hacemos en realidad es crear un partido político. En la mayoría de los países sus constituciones o leyes fundamentales, protegen oficialmente a estas organizaciones; ya que se consideran el manantial de las ideas que se convierten en leyes que regulan la relación entre los ciudadanos y el funcionamiento de las instituciones gubernamentales o de cualquier índole.

En los países que forman el grupo de las “democracias consolidadas” se da un fenómeno que bien observado es contradictorio, pues mientras la hegemonía del poder político se reparte alternativamente entre dos grandes partidos, por otro lado, asistimos a la creación de múltiples organizaciones políticas minoritarias, en un intento de canalizar las distintas opciones ideológicas que van surgiendo a medida que se nos plantean nuevos problemas y diferentes maneras de afrontarlos. Sin embargo, no nos engañemos, porque, en el fondo, nuestra asunción de una u otra opción ideológica, depende, esencialmente de nuestra pertenencia a una de las dos clases sociales surgidas de las relaciones económicas del sistema capitalista.

A partir de principios del siglo XVIII se hace patente la hegemonía económica del sistema capitalista, esto condiciona el sistema político, y en consecuencia la influencia de una nueva clase social: la burguesía. A diferencia del antigua sistema feudal, donde la aristocracia, el clero, y la monarquía, regían con autoritarismo los destinos de las zonas geográficas bajo su influencia. Ahora y liderados por la nueva clase emergente, se da un profundo cambio político que, a partir de la revolución francesa de 1789 cambia profundamente el sistema político de la sociedad.

Así que, es entonces cuando la burguesía emergente adopta el liderazgo revolucionario para cambiar las normas políticas de la sociedad, y así acaparar el poder para permitir su influencia para conservar el sistema económico que tantos beneficios les aporta.

A la vez, ha surgido el proletariado, la clase explotada por la burguesía, que, sin embargo, se alía con esta para cambiar las estructuras del sistema feudal, pensando que esto les reportaría alguna mejora en sus condiciones de vida. Hay que señalar, que este proceso se va extendiendo paulatinamente, y con más o menos sobresaltos, en el ámbito de influencia de los países sometidos al influjo de las nuevas relaciones económicas.

Con el tiempo, y con algunas particularidades, este sistema se afianza. Y así la burguesía controla el poder político que les garantiza su desarrollo económico. Sufriendo, la sociedad, desde entonces, la dictadura de la burguesía.

De momento, y para simplificar, podemos decir que las opciones ideológicas que dominan en ámbito político, son dos: la idealista y la materialista.

Anteriormente hemos dicho como de pasada que la adopción de una u otra corriente ideológica, depende de la clase social a la que cada uno pertenece. Aunque pueden influir levemente otros factores, hemos de resaltar que es la opción de clase la que objetivamente determina nuestra predisposición a defender una u otra corriente. De donde deducimos que las opciones conservadoras son de la clase burguesa y las revolucionarias son del proletariado. Y esto es así porque la burguesía evolucionó de posiciones revolucionarias a defender lo establecido, porque al controlar el poder consideraron que sus aspiraciones habían tocado techo. Sin embargo, el proletariado, al constatar que sus condiciones de vida no habían mejorado, tomó la bandera del cambio social en un intento de evolucionar a condiciones más favorables para el cumplimiento de sus propios intereses.

Por lo tanto, estamos en disposición de afirmar que la opción idealista, es conservadora y representa a la clase burguesa; mientras que la materialista, progresista y revolucionaria representa el proletariado. Sin embargo, en la práctica observamos que esto no se refleja en los resultados de los distintos comicios electorales donde se adjudican las distintas parcelas de poder político, puesto que, evidentemente, hay más votantes proletarios que burgueses, sin embargo, el mayor número de votos da la mayoría a los partidos que representan a la burguesía, quedando los partidos proletarios reducidos a minorías residuales, o, directamente quedan fuera del ámbito de representación parlamentaria.

Desde finales de la II guerra mundial, la manera de hacer política de los distintos partidos pasó de ser estos la fuente de la que manaba y se difundían las distintas opciones ideológicas a ser ellos, a través de encuestas y barómetros, los que asumían las distintas opciones a la solución de los problemas políticos, sondeando a los ciudadanos; dándose así la formación de un círculo vicioso, puesto que los ciudadanos quieren lo que los partidos les ofrecen, porque estos ofrecen lo que los ciudadanos anhelan. Pero siempre, en el centro del círculo vicioso están los intereses de clase.

La burguesía, dispone de medios económicos casi ilimitados para difundir la que, según ellos, es la mejor opción política para todos los ciudadanos. Nos someten a un intenso e infinito bombardeo de mensajes, todo a favor de perpetuar su poder y para contrarrestar el intento revolucionario del proletario de desbancarlos y sustituirlos en la dirección política de la sociedad. Porque, no nos olvidemos de que el poder económico influye directamente en la asunción del poder político, por lo que ahora la burguesía controla económicamente el planeta, por lo que la correlación de fuerzas en el ámbito político, también está de su lado. Porque para mantener el influjo político en la eterna campaña electoral a la que estamos sometidos, se necesita un apoyo financiero descomunal del que solo disponen los partidos conservadores. Por tanto, el mantenimiento económico de los partidos ha convertido a estos en un sumidero infinito de recursos económicos, y no hay que ser muy observador para darse cuenta que en la contienda política hay una desigualdad enorme entre unos y otros.

Es muy destacable la enorme influencia de los medios de comunicación en la formación e instrumentalización de las distintas opciones ideológicas. A nadie se le escapa que los medios se han convertido en el cuarto poder. De ahí el obsesivo afán de las distintas opciones ideológicas por controlarlos. Pero volvemos a la realidad objetiva, esto es, que quienes controlan los medios de comunicación son los que ostentan el poder económico, así que el cuarto poder también está en manos de la burguesía, y lo utiliza, como no, en fijar y extender su influencia entre los ciudadanos, que, al final, serán los que, a través de las urnas darán el poder político a una de las opciones que, por supuesto, será aquella que disponga de más medios.

Cuando los partidos que representan a una clase alcanzan el poder político apoyado por una amplia mayoría en las urnas, por muy democrático que sean, hacen y deshacen a su antojo, comportándose descaradamente y sin disimulo como auténticos dictadores, por consiguiente, y dada la correlación de fuerzas, podemos aseverar que llevamos mucho tiempo ya sufriendo la dictadura de la burguesía.

Cuando los partidos políticos que representan a una u otra clase social alcanzan el poder con mayoría absoluta, utilizan esta para amoldar los poderes institucionales según les venga bien a sus intereses económicos, y si la mayoría es suficientemente amplia, emplean esta para ajustar a esos poderes en beneficio propio. Y si es abrumadoramente mayoritaria, difícilmente la oposición minoritaria podrá ponerle freno en su carrera hacia el poder absoluto que le garantice el control político y económico de la sociedad. Hasta ahora, esto ha sucedido con los partidos que representan a la burguesía, o sea, que llevamos ya mucho tiempo sufriendo la dictadura de la burguesía. Y nadie lo critica porque está refrendada por la legalidad que otorga la mayoría alcanzada en unos comicios electorales.

A nadie se le ocurre insinuar siquiera, que cuando hay mayoría absoluta de los partidos burgueses, estamos siendo sometidos a la dictadura de la burguesía, veremos qué pasa cuando la correlación de fuerzas cambie y haya una mayoría suficiente como para que el control político sea del proletariado.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.