Feminismo y política

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Por Sonia Mauriz Pereira

Asistimos hoy día con asombro no exento de preocupación a la aprobación de leyes que utilizan la terminología feminista indebida e interesadamente mezclada con conceptualidad neoliberal y misógina.

Vemos como tales leyes son propuesta y cruzada de mujeres pretendidamente de izquierda con cargos políticos e institucionales, que comparten opresión y experiencias vitales con nosotras pero que han decidido ignorarnos como sujeto político, banalizar tal concepto y levantar las armas patriarcales contra nosotras. 

Y la pregunta es, ¿por qué? y, ¿cómo? ¿Cómo ha podido suceder esto tras el éxito feminista del 8M de 2018? ¿Tras aquella explosión de júbilo en que parecía que por fin llegaba el respaldo social? Creímos que era un punto de inflexión. El punto de inflexión. 

Como ex-militante de partido mixto (otros no puede haber) creo que la llegada a las cúpulas de partidos de «izquierda» de mujeres sin ninguna formación feminista  y, ni mucho menos, activista, es debido a me vais a perdonar la obviedad,  que estos partidos no están exentos de misoginia y socialización masculina. 

Me imagino la estupefacción de hombres rojos  rojisimos leyendo esto. Que se consideran feministas o aliados pero, con toda sinceridad, compañeros de clase… ¿qué autoras habeis leído, ponencias feministas asistido, escuchado sin corregir a las compañeras? 

Para empezar, la estructura de los partidos, organización y protocolos es totalmente patriarcal. Y añadiría, desclasada. 

Las cuestiones que atañen a la mujer son, con el ecologismo, consideradas una suerte de «Marías» (pinkwash o greenwash) una postura meramente de maquillaje cara a la opinión pública y no priorizadas realmente. 

En un estado donde se ha llegado al número de 1203 de ciudadanas asesinadas, que durante décadas priorizó, con razón, la lucha antiterrorista, con 850 ciudadanos asesinados, esto no se entiende. 

Una de las aportaciones de la ‘Nueva política’ al modo de decisión es favorecer la participación de modo asambleario. Gran idea que en eso quedó, teoría. Muy rompedor de cara a captar a las nuevas generaciones y a los descontentos, pero ¿con vinculación real? No. 

Para la foto. 

La mesa de trabajo feminista es » la mesa de los niños «, donde se hablan » cosas de mujeres». No veréis en ellas altos cargos o portavoces. Por supuesto, la exposición de conclusiones de esta mesa es la última y cuando la mitad de compañeros se ha ido al ‘ centro paralelo de poder’, o sea el bar. 

Un espacio donde somos bienvenidas ‘de aquella manera’. Si los horarios asamblearios ya no respetan conciliación personal o laboral, si estamos más afectadas por la precariedad laboral en sectores feminizados con horarios abusivos y cargamos con doble y triple jornada (incluso cuatriple en el rural)  por la vida doméstica y cuidado de dependientes, es obvio que se nos complica participar y mucho más acceder a ese órgano paralelo fuera de horario oficial.

Podría hacerse más uso de la tecnología, como la cuarentena demostró que era posible y eficiente, y atener las decisiones a las reuniones formales pero tiene que interesar favorecer la participación. 

Más allá del modelo, las estructuras jerárquicas y los usos y costumbres políticos no fueron elaborados por ni para nosotras, son totalmente masculinos. 

A las mujeres se nos educa para ‘no molestar’, para no ser vehementes, tono bajo y dubitativo o, casi mejor, callar. 

Además, ninguneadas siempre en nuestra percepción padecemos el famoso ‘ Síndrome de la impostora’. 

Así nos quedamos boquiabiertas cuando, superado el temor, hablamos y nadie nos escucha pero lo repite un hombre y llega el aplauso. Únele que veinte hombres dirán exactamente lo mismo solo para escucharse, porque ellos no tienen miedo, se idolatran. 

Choca esto con el espacio feminista donde se favorece la cooperación y se anima, se aplauden las aportaciones y se buscan facilidades horarias y de acceso. Soluciones más allá de poner una ludoteca. 

Al no tratarnos como iguales, al considerarnos un relleno obligatorio en listas y aparencia de paridad en eventos, al ningunear al feminismo como teoría política y como herramienta imprescindible de una sociedad civilizada, las feministas nos hemos agotado y abandonado la doble militancia. Se abrió así una ventana de oportunidad al entrismo neoliberal disfrazado de feminismo. Y no es responsabilidad nuestra. 

La estructura de un partido, derecha o izquierda, tanto da, es patriarcal y el ‘libfem’ se les hace un ‘feminismo más amable ‘, pero un sujeto político emancipandose no puede ser amable. 

Se aúpan mujeres al poder que no rompen el status quo, perfectas para una pátina de modernidad que no signifique cambios estructurales reales, sin preparación o experiencia, lo que claramente ha derivado en un riesgo para las mujeres al completo aprobando leyes que nos desprotegen y hacen retroceder en derechos. 

Una mujer aliada patriarcal no rompe el techo de cristal, lo ensucia y opaca para que no lo veamos. 

Sin un nuevo tipo de política feminista (contando con las feministas) en lo estructural, organizativo, participativo y teórico no será posible llevar cambios reales y estructurales a la sociedad. 

‘No se desarma la casa del amo con las herramientas del amo’ ( Lorde) 

@soniaradfem

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