Qué es el marxismo

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Lidia Falcón, Presidenta del Partido Feminista de España.

Nuevamente, cuando el Partido Feminista de España se presenta el 28 de mayo a las elecciones municipales de Madrid, las críticas que publican en las redes sociales contra nosotras varias de las mujeres del Movimiento Feminista repiten con repugnancia, en una letanía que tengo conocida, que somos marxistas como máximo reproche o incluso insulto, a fin de desanimar a quienes pudieran votarnos. Algunas incluso me han confesado en privado que ellas también lo son –cosa que pongo en mucha duda- pero que nunca lo dirían en público.  

Esta izquierda española, en la que se encuentra situado el Movimiento Feminista, que repudia el marxismo, no es más que una caricatura de la verdadera izquierda, aquella que estuvo en primera línea de fuego contra el fascismo. Las derrotas que el pueblo español, incluidas sus mujeres, han sufrido en sucesivas batallas de esta guerra interminable del Capital contra los trabajadores y las mujeres, no solo han causado innumerables víctimas que se encuentran en todos los cementerios y cunetas de nuestro país, no solo llevaron al exilio a las más grandes figuras de los sindicatos, los partidos políticos, la Universidad, la cultura, el arte, la ciencia, no solo  han desarbolado las organizaciones comunistas, las más eficientes y sacrificadas en la interminable lucha contra la dictadura. Lo más terrible, cuyos efectos perduran, ha sido la imposición a la ciudadanía, por parte de los regímenes tanto dictatorial como democrático, de la ideología capitalista liberal que el sistema difunde por todos los medios de propaganda de que dispone.

Los ideólogos y organizadores de la propaganda del poder han conseguido lavar el cerebro, no solo del pueblo llano sino también de intelectuales, dirigentes políticos y activistas feministas que convencidos –u oportunistas- repudian con espanto el calificativo de marxistas, aunque la mayoría de ellos y de ellas ni sabe lo que es el marxismo. Los profesionales de la difusión de mentiras, calumnias y falsificación de la historia, saben cómo convencer a los crédulos ciudadanos y ciudadanas de los relatos construidos por los equipos de propaganda del régimen monárquico y capitalista en el que estamos insertos, sin posibilidad de escape, sobre la maldad de los regímenes comunistas que existieron brevemente en el planeta, derrotados por los ejércitos exterminadores del capitalismo.

Sin poder entrar en la brevedad de este artículo en el análisis del sistema soviético y las causas de su hundimiento, hablo del horror por el método marxista de conocimiento de aquellos y aquellas que no han leído una página ni aún del Manifiesto Comunista.

La proliferación en nuestro país de partidos y grupos que se reivindican de izquierdas y que encubren su definición ideológica bajo nombres tan pintorescos como “Podemos”, “Ganemos”, “Leganemos”, “Más Madrid”, “Más España”, “Los Comunes”, “Las Mareas”, “Compromís” y otras estrambóticas denominaciones indefinidas propias del infantilismo que domina hoy la sociedad, para que no sean identificados en manera alguna con el marxismo,  demuestra la falta de formación política de sus dirigentes y su hipocresía. Únicamente preocupados por no asustar a la ciudadanía en búsqueda ansiosa de su voto, se presentan como “progresistas” sin que se sepa muy bien qué sea eso, o peor aún, que se identifica con la legalización de la prostitución, la aceptación de la pornografía, la utilización de los vientres de alquiler y la doctrina queer, entre otras posmodernidades, que demuestran que ellos y ellas se han adaptado al cambio de los tiempos. Ya no se manifiestan en contra de la OTAN ni piden que se desmantelen las bases militares estadounidenses en nuestro país y aceptan de buen grado la monarquía, incluyendo al emérito al que no se molesta, que tanto bienestar nos ha proporcionado a España.

Con la falta de conocimiento que padecen los que se sitúan en esa trinchera política, no saben que todos somos marxistas, porque tal definición no es más que aplicar a la realidad que estamos viviendo el análisis materialista. Quienes se adscriben al humanismo, al catolicismo o al liberalismo, utilizan para explicar la realidad los constructos ideológicos religiosos y económicos que sostienen la bondad del capitalismo y la maldad del socialismo.

Una viñeta de El Roto muy acertada exhibe la figura de un hombre bien trajeado que con dos cuernecitos muestra su condición diabólica, rodeado de un fulgor de llamas. El Diablo afirma con cinismo, “Es fácil mantener a la gente en el Infierno. No hay más que convencerles de que no hay otro lugar”. El engaño que ha difundido el capitalismo e introducido desde la infancia en las mentes de la mayoría de la población, incluidos sus líderes, ha logrado convencerla de la maldad de analizar los acontecimientos a la luz del análisis marxista.

No es posible aquí repasar todos los razonamientos estúpidos con que los profesores de filosofía, los medios de comunicación, los políticos, los comunicadores y otros especialistas en el agitprop capitalista convencen a la ciudadanía de que analizar las causas económicas de la lucha de clases, los propósitos depredadores del imperialismo, las guerras de competición entre las potencias,  provocadas para dominar los países del Tercer Mundo y robarles sus materias primas, y sobre todo impedir las luchas sociales que podrían cambiar la relación fuerzas, es malvado. Quizá con la misma técnica un día nos convencerán de que el Sol da vueltas alrededor de la Tierra.

En definitiva, el Partido Feminista de España tiene la valentía de declararse marxista para explicar las causas y las consecuencias de la explotación y opresión de la mujer, y buscar los caminos de lucha que lleven a su emancipación. Y no hemos renegado de nuestros orígenes ni de nuestro pensamiento desde que hace cuarenta años constituimos el partido. Porque lo cierto, y este hecho debería hacerles pensar a las víctimas del engaño, es que las defensoras del feminismo liberal, a pesar de su acuerdo con las normas del sistema y de sus discursos moderados, incluso participando de alguna migaja de poder político, tampoco han conseguido aminorar un ápice la explotación laboral de las mujeres ni abolir la prostitución ni aún frenar la violencia machista ni lograr la participación paritaria femenina en la política, en la industria, en la economía, en la ciencia. Incluso no han impedido esta novedad de los vientres de alquiler que aumenta el mercado de úteros y de niños. Ni aún han podido evitar que se apruebe esa monstruosa “Ley Trans” que acaba de obtener el placet en el Congreso y en el Senado, y que ya está teniendo consecuencias en su aplicación.

Quizá esta simple constatación haga comprender a las temerosas y vacilantes, captadas por la propaganda dominante, que no es tan buen negocio someterse a los dictados del poder capitalista ni siquiera para lograr tan simples objetivos. Porque el poder lo quiere todo, aunque les entregara algunas migajas durante un tiempo, y ahora ha decidido que ha llegado el momento de no compartir nada más.

Quienes crean que son las feministas las que con sus demandas han logrado los mezquinos avances de que disfrutamos después de la dictadura, son muy ingenuas o quieren consolarse de tantas derrotas. Siempre argumentan que hace medio siglo las mujeres no podían firmar una cuenta bancaria o solicitar un divorcio y mucho menos practicar abortos. Pero si quisieran alzar la mirada de este pequeño escenario español verían que todos los países avanzados de la Europa Unida ya habían concedido a sus mujeres tales demandas y que España entraba en ella como un socio necesario. El análisis marxista de la construcción de esta democracia y de la organización y propósitos de la UE les aclararía la verdadera situación de España en ese club comunitario y el destino de sus mujeres.  

Quizá entonces entenderían que el Partido Feminista de España no está tan extraviado cuando utiliza el estudio materialista de las causas de la opresión de la mujer, y en consecuencia plantea en su programa electoral los objetivos que debe proponerse el feminismo y la estrategia para lograrlos. Después de cuarenta años de democracia regida por las fuerzas económicas e ideológicas del capitalismo -y muchos de los sicarios de la dictadura- si las mujeres repasan con lucidez lo que han ganado en estos largos decenios de luchas, cumpliendo siempre respetuosamente las órdenes del Capital, quizá piensen que ha llegado el tiempo de atreverse a ver la realidad como es y no como les cuentan los que mandan.  

Las que sigan defendiendo –no sé si creyendo- que las únicas acciones para lograr sus objetivos son las conocidas manifestaciones callejeras y asambleas se engañan –no sé si quieren engañarse-, porque el sistema democrático burgués que se ha implantado asume tranquilamente las acciones sociales, permite las manifestaciones, los panfletos, las declaraciones públicas y las asociaciones cívicas, sin estremecerse. Cierra las calles para facilitar las manifestaciones, distribuye policía para proteger a los manifestantes y limpia después la suciedad que han dejado. A menos que esas manifestaciones sean tan grandes, continuas y duraderas en el tiempo que incomoden realmente al poder, como en Francia, Alemania, Israel o Perú. Pero dudo mucho que nuestro Movimiento Feminista esté dispuesto a ocupar las calles durante varios meses. 

Mientras el feminismo no tenga poder político para influir en la legislación y en las acciones del ejecutivo no avanzaremos un paso en el camino de la libertad y la igualdad. Mejor dicho, estamos viviendo claramente una grave involución.

Para romper este bloqueo es preciso que comience porque el Partido Feminista logre un espacio en las instituciones, y eso es lo que pretende en las próximas elecciones del 28 de mayo. Esperamos lograrlo. Será el primer paso en el camino de invertir las relaciones de poder del Capital y el Patriarcado y las mujeres e introducir el feminismo en las decisiones del legislativo y el ejecutivo. 

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