Braulio Moreno Muñiz.
Es muy significativo que durante los últimos años se haya extendido por mediación de los voceros del capital la falsa idea de que el sistema de pensiones es algo equiparable al timo de la pirámide.
Algunos despistados, también trabajadores como nosotros, y seducidos por la supuesta originalidad de la idea, llegan a espetarnos a la cara a los pensionistas, que ellos no tienen por qué hacerse cargo de nuestras pensiones y que vayamos a reclamarles nuestro sustento a aquellos que en un pasado fueron perceptores de nuestras aportaciones al sistema de la Seguridad Social.
Esa idea es una mentira ridícula, ya que cuando un trabajador comienza a trabajar y se afilia a la Seguridad Social, lo que hace es firmar un contrato de seguro con esa institución. Por tanto, durante toda su vida laboral va capitalizando sus aportaciones al sistema para que ante una coyuntura adversa que no le permita seguir trabajando para cubrir sus necesidades, reciba el apoyo y protección de las prestaciones de la entidad pública.
Cuando un trabajador solicita una pensión de la Seguridad Social (Jubilación, incapacidad permanente, viudedad…) la primera condición para ser beneficiario, es que tenga el periodo de carencia (años cotizados) exigidos por la ley. Y la cuantía de esa pensión irá en función de ese periodo de carencia y las bases de cotización, que no son más que los salarios percibidos durante parte de su vida laboral. Así que no acabo de ver la justificación de que los pensionistas son “graciosamente mantenidos” por los trabajadores en activo. Pero la burguesía capitalista, a través de sus medios afines, extienden esa idea errónea, aún a sabiendas de ello, y nos inundan el cerebro con tergiversaciones acomodadas y encajadas en sus ocultos fines, que no son otros que su propio enriquecimiento abultando sus amadas cuentas en Suiza.
Hasta nos rocían en exceso con estadísticas subjetivamente interpretadas y repetidas hasta la saciedad para intentar demostrarnos que el sistema público de pensiones no se mantiene, y así nos van metiendo el miedo y la incertidumbre sobre si en un futuro estarán cubiertas nuestras necesidades, o por el contrario, habrá que aplicar el “sálvese quien pueda”.
De manera que su propaganda va socavando nuestra resistencia y, a través del miedo a que en un futuro colapse el sistema de pensiones público, nos inducen a contratar planes privados, así que se desvían salarios a los fondos de inversión. Incluso a través de los convenios colectivos se nos da como contraprestación por nuestro trabajo aportaciones a planes colectivos de seguros privados de pensiones.
Cuando lo que busca el capital es aumentar sus beneficios a costa de nuestras cuotas y hacer negocio con nuestro sueño de tener un futuro mejor cuando llegue el final de nuestra vida laboral, porque, según ellos, lo privado funciona mejor que lo público, y eso todavía no se ha demostrado.
Así que van haciendo su pedagogía interesada de manera tal que acabamos todos sabiendo mucho sobre el “problema” de las pensiones.
Y alguien puede preguntarse: ¿Para qué todo esto? El motivo a nadie se le escapa: Las pensiones mueven mucho capital, y ya los buitres ansiosos por ampliar sus beneficios, han hecho sus cuentas y se frotan las manos ante la perspectiva de hincar el diente en la suculenta tarta. Y podemos decir que el sistema público de pensiones no se acerca, ni con mucho, a la perfección, por injusto, ya que hay pensiones tan ridículas que quien las percibe difícilmente puede mantenerse y viven situaciones de extrema penuria. Tenemos que conseguir establecer un tope mínimo de, al menos, y como reivindican los pensionistas de Euskadi, mil cien euros mensuales. Sin embargo, ante la perspectiva de las distintas opciones que se nos plantean, el actual sistema público de pensiones es la mejor.