El trabajo como fetiche

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Quedó un montón de inútiles aceros
y en las salas sin hombres, el aire viudo
el solitario aroma del aceite.
Nada existía sin aquel fragmento golpeado,
sin el hombre de ropa desgarrada,
sin Ramírez, sin Antonio, sin Patiño, sin Suárez…
Nada existía, sin el hombre…
Pablo Neruda

«el gran problema de la producción capitalista ya no es encontrar productores y duplicar sus fuerzas, sino descubrir consumidores, excitar sus apetitos y crearles necesidades artificiales»
Paul Lafargue

En el sistema de producción capitalista los trabajadores son los productores de mercancías tangibles e intangibles) ya sea la localización del puesto de trabajo: la fábrica, la oficina o el hogar propio, las personas se «cosifican» por igual como mercancías mediante la extracción de su fuerza de trabajo que intercambian por el salario (retribución mínima de subsistencia a una tasa lo más baja posible).

«Cosificación» es reducir a la condición de cosa a una persona, aquella situación en que una persona es usada como un cuerpo que simplemente existe para el uso y provecho (extracción de plusvalor) de otros (empresario). La actividad (laboral) del hombre pasa a ser derivada de las condiciones que dominan sobre ella, es limitada por las mismas (localización del puesto de trabajo). la persona misma sólo actúa como ejecutor del papel preparado, como medio funcional de producción de cosas transformadas en mercancía intercambiada en el mercado por un valor monetario (precio) bien sea un artilugio mecánico, la creación de un programa informático o una telellamada. El hombre, en la persona del trabajador –como un animal o como una máquina–, es tratado como cosa al comprársele su “capacidad viva de trabajo como existencia meramente subjetiva”.

La idea de fetiche o la falsa imagen como puede ser una imagen religiosa (Virgen María o un ídolo africano) sirve para describir la cosificación. La cosificación se manifiesta en el fetichismo, bajo el capitalismo la relación social que media entre los obreros y el producto se ofrece falsificada como una relación social establecida entre los mismos productos al margen de sus productores (1).

El trabajo flexible, el teletrabajo u otras formas análogas se han vuelto el emblema del cambio hacia una economía de servicios post-industrial y no es inmune a los efectos que provoca como la destrucción de una fuerza laboral sindicalizada instalando la tendencia individualista ególatra frente al colectivismo que proporciona la fábrica o la oficina. Es afectado por la particularidad de cada entorno doméstico (condiciones físicas del domicilio, m² de la casa, dependencia familiar, n° de hijos y mayores que se comparten, reduce el espacio físico del resto de la unidad familiar al requerir aislamiento), la incomunicación interpersonal con otros miembros de la plantilla que entorpece la creación del sentido de clase, la “conciencia” cotidiana, vulgar de la clase obrera que la dota de la inteligencia, la

comprensión, la explicación dialéctica de su miseria y explotación. Proporciona al empresario poderes fácticos añadidos, la alienación por la vigilancia y control policial de la patronal que afecta el bienestar mental y físico de los trabajadores, como el elefante de circo que le quitan las cadenas y es puesto en libertad, y no alcanza a moverse de su lugar.

El gato engatusado

En estas circunstancias, la alienación del nuevo modelo se convierte incluso en una experiencia entusiasmante para los individuos, los cuales, dispuestos por el nuevo opio al consumo y el mayor tiempo libre que los proyecta a “reconocerse en las imágenes dominantes” que les aleja de su existencia real, ese consumo alienado se convierte para las masas, en un deber añadido pero bajo las nuevas formas continúa enajenado del control de los beneficios de su trabajo dentro del sistema de producción capitalista. El capital funcional continúa gestionando los medios de producción, el rentista permanece dueño de los medios de producción y el Estado como conjunto de los «aparatos» al servicio de la clase dominante: la burguesía. Los hombres, siguen siendo meros instrumentos de trabajo, entre los cuales no hay más diferencia que la del coste (capital variable incurrido en la contratación).


(1) Engels: «Bajo el capitalismo, “la relación entre las personas se manifiesta… como una relación entre cosas»

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