Gustavo Petro efectuó esta semana un viaje a Venezuela que adquiere un carácter histórico, pues se trata del primer presidente colombiano en reunirse con su homólogo, Nicolás Maduro, desde agosto de 2016. Además, la trascendencia del acto se afirma en que Petro ha prometido establecer lazos de unidad regional a través del modelo antiimperialista bolivariano.
En la reunión con el presidente Nicolás Maduro, Petro declaró que es ilógico permanecer divididos tratándose de países vecinos (ambos comparten una frontera común de 2.200 kilómetros) que forman «un mismo pueblo en una sola nación bolivariana».
Finaliza así un periodo de años de discordia entre ambos países, en los que las relaciones se vieron muy deterioradas hasta que la relación de Maduro con sus semejantes colombianos devino en una ruptura de relaciones diplomáticas motivadas por el gobierno de Iván Duque, antecesor de Petro, en 2019. En ese año, Duque, al igual que otras naciones afines a EEUU, cuestionaron la legitimidad de Maduro, pues estimaban que debía imponerse como mandatario interino al ahora olvidado y caído en desgracia Juan Guaidó.
Durante ese periodo la tensión alcanzó momentos de gran tirantez en los que la opinión pública colombiana acusaba a sus vecinos venezolanos de ser los causantes de parte de la violencia y empobrecimiento progresivo que ha sufrido el país en los sucesivos gobiernos abiertamente vinculados a los intereses norteamericanos.
Precisamente, portavoces de los EEUU solicitaron a Colombia que en su reunión promovieran «la democracia y la rendición de cuentas en Venezuela» y que, aunque aprecia la colaboración de Petro hacia una «solución política», esperan la «restauración democrática» y proponen mitigar las sanciones impuestas contra Caracas si Maduro regresa al diálogo con la oposición venezolana.
De este modo se abriría un paréntesis diplomático en el reciente historial de desacuerdos entre ambos países, en el que los gobiernos de Colombia ejercieron el papel de más valioso aliado en los diversos ataques norteamericanos al proyecto continuador del movimiento revolucionario iniciado por el comandante Chávez.
La reunión cristalizó el acercamiento plasmando una declaración conjunta. La declaración expresa la voluntad de comprometerse a avanzar «hacia la unión y la paz de nuestros países, como lo hicieron nuestros Libertadores en la misma gesta patriótica emancipadora». El documento añade que el encuentro está inspirado en el legado histórico de unión y el espíritu de fraternidad de Simón Bolívar y la hermandad de sus pueblos, que «ahora son geográfica y políticamente dos repúblicas soberanas, pero históricamente una sola».
La declaración propone un futuro de voluntades que pueden suponer un enorme avance para ambos pueblos, pues aparte de priorizar la cooperación en materia de seguridad en la frontera, asolada por las mafias y el crimen organizado, plantea un giro en la actitud de los anteriores ejecutivos colombianos, que en los últimos años han sido títeres en manos de Washington en su estrategia de desestabilizar gobiernos legítimos que no se doblegan a su voluntad, especialmente cuando se trata de territorios con recursos naturales de relevancia económica.