El enemigo de la España de dentro de dos meses

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No descubro nada si les digo que el gran capital no escatima medios contra aquellas personas que le resultan molestas. Me temo que alguien corre riesgo de descubrirlo dentro de poco. Presten atención a lo que ocurre con un hombre que ha saltado a la primera línea informativa.

Se llama Carlos San Juan, es médico jubilado, y ha tenido en las últimas semanas cierta presencia mediática y pública al poner en relieve el problema que está sufriendo una porción cada vez más grande de la ciudadanía española. Soy mayor, no idiota es el lema que este ex galeno de 78 años ha escogido para nombrar a la campaña que ha emprendido contra el trato excluyente, cuando no denigrante, que empiezan a sufrir nuestros mayores en las sedes bancarias.

Como la esperanza de vida en España es, de momento, una de las más altas del mundo, muchas personas y familias, y en los años venideros cabe esperar que serán muchas más, han empezado a notar cómo sus mayores, gente que se ha esforzado para sacar adelante a sus descendientes y para juntar un mísero patrimonio para su vejez, tienen dificultades, sin embargo, para recibir una atención en condiciones en las entidades bancarias que han contribuido a mantener con sus ingresos y domiciliaciones o para poder disponer de sus pensiones y ahorros. Aunque la situación de pandemia que vivimos ha contribuido de modo decisivo a agudizar el problema, ya antes de la misma se estaba fomentando la banca digital y disminuyendo el número de oficinas y personal que atiende presencialmente. Además los banqueros y similares, en un acto de hipocresía capitalista , han tenido la desfachatez de vendernos que todo eso ocurría para disminuir la contaminación, para facilitar trámites, etc, cuando el gasto en ordenadores, servidores y las dificultades de miles de ciudadanos en el entorno digital los desmienten de forma fehaciente.

Lo que ocurría y sigue ocurriendo es, sencillamente, que mientras los bancos y similares anuncian beneficios récord, recortan costes a expensas cada vez de más incomodidades y dificultades del usuario para un servicio que continúa siendo imprescindible día a día. Incluso usar el cajero automático, que ya era un primer paso a la deshumanización y oscurantismo del servicio, es ahora mucho más complicado para gente en la flor de la vida, no les digo ya para los ancianos. Quien tras la rutilante fusión de Caixa Bank y Bankia haya intentado sacar algo de pasta de los cajeros de la nueva entidad sabrá bien de lo que hablo: interfaces incómodos, cajeros no disponibles, fallos informáticos… Si ya lo habrán visto, qué les voy a contar. En último caso subyace otra pretensión de los dueños del tinglado bancario: llevarse casi todas, si no todas las operaciones, al terreno digital, oscuro para muchos, para que sea más fácil que cometan errores que les dejen a merced de prácticas abusivas o ventas de productos basura.

En estas circunstancias no era extraño que un jubilado que alzara su voz recibiera de inmediato la solidaridad del conjunto de la población española. El pasado día 8 el sanitario retirado entregaba en el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital —nombre que lleva actualmente el conocido popularmente como Ministerio de Economía, lo cuál ya debería ponernos en alerta del problema—y en el edificio del Banco De España las 600000 firmas que ha recogido en su petición en el canal Change.Org.

Ha logrado ya mucho el esforzado y ocurrente jubilado valenciano. Pero ahora está en un punto crítico de su cruzada. Todos sabemos lo que pasa cuando alguien molesta a los poderes fácticos. Primero se le intenta ignorar, algo que con Carlos San Juan dejó de ser posible cuando recibió la solidaridad y la atención de los españoles. Una vez que no es posible mantener oculto el empeño de una persona que resulta incómodo al capital, se le mandan cartas apaciguadoras y se le prometen cambios con la boca pequeña. En este punto se encuentra ahora el ex sanitario: le reciben Nadia Calviño y Pablo Hernández de Cos, y le prometen estudiar su caso con el mayor interés.

Miren, algunos no llegamos a la edad de San Juan, pero ya somos mayorcitos para conocer a la ministra quintacolumnista del poder económico en el gobierno sedicentemente de izquierdas de Sánchez y al Gobernador del Banco de España. Todos sabemos que no tienen en absoluto intención alguna de importunar a las entidades bancarias. De modo que que el ex galeno valenciano ahora mismo puede tomar dos caminos. Uno es darse por contento con haber estrechado la mano de esos dos personajes, pero él dice, de momento, que optará por el segundo: seguir su campaña hasta lograr resultados concretos. Y aquí llega el peligro para él.

Una vez que una persona ha molestado de verdad a los dueños del cotarro, se ponen en marcha ya los recursos de demolición del capital. Empezando por los grandes medios de comunicación en los que gran parte del accionariado está precisamente en manos de entidades bancarias. Para que se hagan una idea, entre los accionistas del Grupo Prisa, propietario del periódico «de izquierdas» El País están metidos el Banco Santander, Caixa Bank, y HSBC. Resumiendo: en menos de dos meses, este villano de Madrid prevé que, de persistir San Juan en su empeño, aparecerá criminalizado en todas las cabeceras de los medios patrios.

Con qué excusa no lo sé: la entrevista a algún antiguo paciente del galeno que «espontáneamente» le acusará de negligente o acosador, que una vez dio la mano en unas vacaciones en el País Vasco a algún batasuno, que a los quince años tuvo una novia con la que no acabó muy bien… Ya saben. Algo encontrarán sobre él y lo publicarán en portada y a cinco columnas, con todas las cadenas de radio y televisión palanganeras de la banca repitiéndolo a todas horas. Entonces incluso muchos de los 600000 firmantes de su iniciativa, de pronto, pasarán a odiarlo y querer verlo entre rejas. En muchos caso creerán que se les habrá ocurrido a ellos.

Pero corre el riesgo de que el contraataque de la banca no se pare ahí: les recuerdo que esta semana se está juzgando al «periodista» Alejandro Entrambasaguas por acosar a los hijos, bebés entonces, de Pablo Iglesias. Del mismo modo mi querido Rubén Sánchez ha mostrado las tácticas de varios secuaces de esos medios provocando y persiguiendo a menores para desencadenar algún incidente y venderlos como violentos. La respuesta ha sido una amenaza por parte de uno de ellos de empezar a hostigar a su mujer.

Si pueden hacer eso con un vicepresidente del gobierno, imaginen lo que harán con un pobre anciano. Porque no se detendrán. Igual le envían sicarios a molestar a su familia y a hacerles la vida imposible. En último caso puede que, como ha ocurrido ya con algún partido, pongan un artefacto explosivo en su casa y los medios al servicio de la banca no solo ignoren la noticia sino que le acusen de autoatentado.

Todo esto que les cuento ha ocurrido ya en nuestro país con quien ha molestado al capital. No tienen más que tirar de Google para certificarlo. Por ello estoy muy inquieto por lo que pueda ocurrirle al hoy ejemplo de lucha y valentía Carlos San Juan. Rezo por él. Porque si mis temores se confirman, algunos tiraremos de hemeroteca y de memoria y diremos la verdad.

El tweet con la amenaza velada a Keka Sánchez, mujer de Rubén Sánchez, del sicario desinformador camerunés Bertrand N´Dongo, el negro al que pasean casi como mascota en VOX para vender que no son racistas.

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