Nicaragua: 82 años de historia borrados de la memoria

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Ya tienen ustedes en este mismo medio varios artículos que intentan contrarrestar la ofensiva mediática contra el gobierno sandinista de Nicaragua. Personalmente, aunque conozco las tácticas de desinformación y desestabilización que suelen emprender los Estados Unidos contra cualquier gobierno que tienda mínimamente a políticas socialistas, que no contra gobiernos autoritarios o totalitarios, me sorprende que la campaña actual contra el gobierno LEGÍTIMO, sí, sí, LEGÍTIMO de Daniel Ortega tenga siquiera quien la escuche, dado que para tragarse la bazofia que nos vende actualmente el aparato intoxicador sistémico, sencillamente hay que ignorar toda la historia del país centroamericano en los últimos 82 años. Así que permítanme recordarla someramente:

1939 marcó el principio de la larga colaboración de los Estados Unidos con la dinastía de los Somoza, tras la visita del Somoza original a Roosevelt. No me extenderé en esta historia porque la conocen perfectamente, poniendo en los lugares correspondientes los países y gobiernos oportunos en cada caso: gobierno dictatorial masacra a su pueblo, lo explota y se enriquece con operaciones fraudulentas, pero a la vez garantiza a las empresas americanas acceso fácil a materias primas y mantener a raya a cualquiera que se oponga. Estados Unidos opera para mantenerlo a toda costa sin escatimar medios materiales, políticos, ni, llegado el caso, militares.

Eso también fue así en Nicaragua durante cuarenta años. El gobierno dictatorial en este caso eran los Somoza, y su historial de asesinatos, torturas y desapariciones forzadas es uno de los más extensos en América Latina. El apoyo de los Estados Unidos a los Somoza como bastión antisocialista no es una suposición. Ya el mismo Anastasio Somoza padre declaró:

«Pienso permanecer no menos de cuarenta años, pero si los Estados Unidos me hicieran la menor insinuación de abandonarme lo haría completamente, pidiendo solo garantías para mi persona».

Esto ocurrió así hasta la revolución sandinista de 1979. Daniel Ortega era un miembro importante del gobierno provisional que se instaló entonces. Es conveniente remarcar la trascendencia de este hecho: desde la revolución Cubana en 1959 era la primera insurrección popular que tenía éxito en Hispanoamérica. La señal de aviso era muy seria, dado que los 70 no les estaban yendo bien a los norteamericanos: acababan de huir de forma, por decirlo finamente, poco honrosa de Vietnam, los soviéticos estaban logrando poner gobiernos afines en África y Oriente medio, y los sandinistas no eran los únicos, toda América Central estaba alzada, con el apoyo incluso de importantes sectores de la iglesia católica. En este sentido cabe recordar los asesinatos de Ignacio Ellacuría y el obispo Óscar Romero en el vecino El Salvador, pero centrémonos en Nicaragua.

Daniel Ortega resultó elegido en las elecciones de 1985, y los sandinistas demostraron que no venían de boquilla: 100000 familias campesinas recibieron títulos de propiedad de sus tierras, se construyeron miles de escuelas, el analfabetismo cayó en picado, se establecieron la educación y la sanidad gratuitas… Sí, esos peligrosos socialistas estaban destruyendo la Nicaragua que habían construido los Somoza, qué tragedia. Baste decir que la mortalidad infantil se redujo en una proporción nada despreciable, y que las campañas sanitarias sandinistas erradicaron la polio del país centroamericano. ¡Demonios, ese pobre pueblo nicaragüense necesitaba que lo sacaran como fuera de las garras de los malvados rojos!

Así que Reagan y sus muchachos, siempre preocupados por la libertad de los pueblos, crearon un ejército mercenario juntando a restos de la dictadura de los Somoza y a líderes del narcotráfico que habían perdido poder tras la llegada del sandinismo al gobierno. Tengan en cuenta que en el gabinete de Reagan no deseaban otro Vietnam, de modo que la idea de crear este ejército y financiarlo para que fueran los propios narcofascistas corruptos nicaragüenses quienes lucharan por sus intereses, que eran los mismos que los de los yanquis, fue recibida con bastante júbilo en el gobierno de Washington. Se hicieron llamar La Contra, abreviatura de contrarrevolucionarios, y, durante toda la década de los 80, sembraron la destrucción y la muerte en Nicaragua. No se andaban por las ramas: volaban escuelas, clínicas, ferrocarriles… Asesinaron a 30000 civiles. En muchos casos antes los torturaban. Violaciones, castraciones y descuartizamientos eran comunes.

Tenían fondos ilimitados, tanto que al gobierno de Reagan no le importó vender armas al Irán de los ayatolas, teórico enemigo jurado de los USA, para pasar a los Contras su beneficio. Este escándalo, conocido como Irán-Contra, hizo mucha mella en la popularidad de Reagan, pero con todos los medios económicos y mediáticos a su servicio, el gobierno republicano logró salir relativamente indemne. Aunque hubo condenas por ello, casi todos los afectados fueron posteriormente absueltos durante el mandato de Bush padre, normal si se tiene en cuenta que él mismo era desde la vicepresidencia de Reagan uno de los máximos responsable de esta guerra nada encubierta. Entre los perdonados estaba el tenebroso Elliott Abrams, el mismo personaje que en tiempos más recientes Trump puso al frente de las operaciones de apoyo a la oposición venezolana. Abrams ha dedicado su carrera a organizar para la CIA asesinatos en masa de civiles latinoamericanos.

Tampoco se escatimó en propaganda. Reagan declaró que los dirigentes de la Contra eran los equivalentes morales actuales a los padres fundadores de los Estados Unidos, y como todo gobernante que le caiga gordo al gobierno yanqui, Ortega tiene una surrealista leyenda negra, en este caso de abusos sexuales sobre su hijastra.

Nada de todo esto que les he explicado está sujeto a controversia, son hechos públicos y notorios. Basta con buscar mínimamente en Google para que encuentren confirmación de todo lo que digo.

Pero hay más. En España he encontrado mucha gente que ignora otro extremo especialmente sangrante: ¿sabían que después de toda la campaña informativa contra los sandinistas, quien fue condenado en la Corte Internacional de Justicia de las Naciones Unidas por organizar la Contra fue el gobierno de Reagan? La sentencia recogía todo lo que les he contado: injerencia, atentados, violación de tratados… La reacción del gobierno USA fue la de siempre que una entidad internacional no les da la razón, es decir, negarse a acatar la sentencia y abandonar el organismo.

Bueno, con todo esto, hemos llegado a las elecciones de 1990 que Ortega no tuvo más remedio que convocar ante la situación de caos en que estaba sumida Nicaragua. Entonces, en la jerga yanqui, triunfó la democracia. Y tanto. Se confirmó, de hecho, otra injerencia directa de los Estados Unidos. La candidata afín a los norteamericanos, Violeta Chamorro, fue elegida presidenta. Su obra, como se pueden figurar, incluyó aparte del desarme de la Contra la demolición de todo lo que había construido el gobierno sandinista. Por cierto, su hija es una de las opositoras que hoy nos dicen que deben darnos penita por la terrible represión de Ortega.

Tras ella vinieron varios gobiernos corruptos e ineficaces, hasta que en 2007 Daniel Ortega volvió al poder tras ganar unas elecciones en las que nadie ha sido capaz de demostrar fraude. Es curioso, los únicos comicios indudablemente fraudulentos que ha habido en Nicaragua eran los que ganaron los Somoza y los de Violeta Chamorro, pero el presidente ilegítimo es Ortega. En estas estamos a día de hoy, tras otras dos citas electorales sin sombra alguna. Por eso, nos dicen los medios hegemónicos, la violencia y los actos de puro terrorismo que despliega hoy parte de la oposición, de momento con algo menos de medios que los de la Contra de los 80, deben recibir nuestro apoyo, y si el gobierno sandinista hace el menor gesto para proteger a sus ciudadanos debemos condenarlo. Así lo juran el poder norteamericano y sus gobiernos y ONGs palmeros. En fin, a la vista de lo comentado, esta versión es, como mínimo, difícil de tragar.

Un absurdo lema usado por la oposición del país centroamericano sostiene que Ortega y Somoza son la misma cosa. Siempre me ha fascinado que lo único que pueda la derecha sea intentar equipara a los gobiernos socialistas con ellos mismos: los rojos son muy malos porque son como nosotros. Bueno, deseando lo mejor al sufrido pueblo nicaragüense, he llegado al final de mi leve lección de historia. No sé si ustedes preferirán el estilo de gobierno de Ortega o el de los Somoza y la Contra, eso es asunto suyo, pero para que tomen la decisión, deben conocer la historia tal cuál ocurrió. Espero que este artículo les haya ayudado.

Un cartel con la absurda equiparación de Somoza y Ortega que pretende la oposición de Nicaragua.

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