Cuba: Nada es lo que parece

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Julián Jiménez, docente en educación secundaria.

Este contenido forma parte del especial #EnDefensaDeLaRevolución que desde El Común hemos lanzado para arrojar luz en las tinieblas informativas sobre los sucesos que están ocurriendo en Cuba. Defender la Revolución y su legado, frente a aquellos que hacen uso de la mentira para intentar tumbar un sistema es nuestro granito de arena en esta desigual batalla contra los mass media.

Viendo las noticias y la rabiosa actualidad mediática, y ante la petición de este diario de escribir algo con motivo de lo sucedido en Cuba, me senté frente al ordenador, devanándome los sesos para esbozar algún escrito sobre ello . Y entonces vino a mi memoria un suceso, fortuito e inesperado, que a mí me hizo ver con unos ojos diferentes lo que pasa en la lejana y rebelde isla caribeña.

Porque yo, como tú, querido lector que has llegado a este artículo, también pensaba y me tragaba todo lo que veía en la TV sobre Cuba, todo aquello que era lo oficial y oficioso. Hasta que algo generó en mí que se encendiera una lucecita, algo que vino a corroborar que había gato encerrado en todo aquello que me había creído, que me estaban contando y que cambió mi parecer.

En 2013, en Alicante, estaba metido en todos los fregados de movilizaciones, habidos y por haber. Llevaba dos años participando en Stop Desahucios, haciendo efectivo el derecho a vivienda que las autoridades españolas pisoteaban y siguen pisoteando sistemáticamente, limpiándose los zapatos con el supuesto artículo 47 de la Constitución Española. La plataforma Stop Desahucios, en aquella España de durísimos recortes e implementación de las medidas del FMI y la UE, trabaja a pleno rendimiento, enfrentando un desborde de los casos de familias afectadas por los desahucios. Fue en aquella primavera de 2013 cuando nos llegó el caso más sorprendente. Unos opositores cubanos llegaban a la Plataforma SD pidiendo ayuda y asesoramiento porque les iban a dejar en la calle, con dos niñas, menores de edad.

El asunto no dejó de ser espinoso. Algunas personas no entendían que hacían quienes supuestamente habían venido a mejorar su situación y disfrutar de las “mieles” del capitalismo acabar pidiendo ayuda a una plataforma donde no había pocas personas de ideas socialistas y comunistas, similares a esa Cuba que teóricamente detestaban. Cuando el caso se estudiaba para ver la forma de solucionarlo, todo era mucho más rocambolesco. Dicha familia de opositores cubanos explicaban cómo habían llegado a España tras un acuerdo entre la Cruz Roja, la Iglesia católica y el Gobierno español, haciendo una gira por la UE. Una vez comparecieron en el Parlamento Europeo, fruto posiblemente de la ola de recortes, los 2.000 euros de asignación por “oposición cubana” desaparecieron. Y en esas circunstancias, tocaba saborear los gustos del capitalismo: no encontraban empleo, no llegaban ingresos y la falta de ingresos acababa haciendo que se les desahuciara. Y el lanzamiento, como se llama eufemísticamente, estaba a la vuelta de la esquina.

Y llegó el día del desahucio. Fue ahí donde descubrimos el pastel. Dos compañeros de la plataforma se fueron con una de las afectadas, “opositora cubana”, a intentar solucionar in extremis, en el juzgado, el desahucio de la familia. Las comillas no son casuales. La “opositora cubana” empezó a explicar su arrepentimiento por haber venido a España, contando como, pese a no nadar en la abundancia, en Cuba tenían vivienda y no les faltaba nada que pueda decirse básico. Pero lo más sorprendente era ver como la “opositora” tenía tatuado en el brazo ¡A Ernesto Che Guevara! Ante la sorpresa de mi compañera, que no dudó en preguntar por esa incongruencia -¿se imaginan a un nazi con un tatuaje con la hoz y el martillo o el símbolo anarquista?-, la mujer cubana no dudó, en aquel momento de duro trance, en sincerarse. Ella no era opositora, ella no tenía nada contra el régimen cubano ni el Gobierno de Cuba, de hecho no hablaba precisamente mal de la experiencia. De hecho, llevaba al Che porque simpatizaba con el líder icónico: Ella había estado presa en Cuba por delitos comunes, como robo y atraco con violencia. Como pueden imaginar, todos, en especial mis dos compañeros, alucinaron ante las revelaciones.

Al llegar al desahucio, con intervención de la policía, a punto estuvo la cosa de descontrolarse, ya que esta mujer, al forzar los agentes la puerta no dudó en intentar clavar un cristal en el cuello del policía, siendo retenida por la UPR. Lo que pasó a partir de ahí, fue un tanto surrealista. La familia declarando a los medios que “Querían volver a Cuba” mientras un señor cubano, que llegaba allí, decía ser representante y abogado de ellos y les hablaba de malas maneras, declaraba que la culpa de lo que les estaba pasando era ¡de Fidel Castro y de “la dictadura cubana”!

Todo aquello me llevó a mí, que entonces no era comunista, a plantearme una serie de cuestiones: ¿Cómo se podía hacer pasar, a sabiendas, a gente afín al gobierno cubano como opositores? ¿Cómo era posible, en un tiempo de recortes y austeridad, que declararte opositor cubano te reportase una jugosa paga de 2000 euros, que nunca se aclaró quién pagaba y por qué? ¿Por qué un preso común era convertido en un preso “político” en Cuba? ¿Por qué estas personas eran paseadas por instituciones y, una vez hecho, tirados y abandonados como si fuesen basura?

Seguramente los lectores se estén preguntando ¿y qué tiene que ver eso con lo que está pasando en Cuba ahora? En realidad poco, pero también mucho. Porque a lo que asistimos estos días es a una brutal campaña de manipulación, mentiras y propaganda, que nada tiene que envidiar al cuento de aquellos opositores que no lo eran. Porque es cierto que Cuba tiene problemas y cosas que mejorar, es innegable, lo reconoce el propio Gobierno cubano, como es indiscutible que gran parte de los males le vienen de un bloqueo y una asfixia económica contra la isla realizado por Estados Unidos y que dura 60 años. No deja de ser gracioso que quiénes veían la hecatombe en la reducción de la actividad que supuso el confinamiento de mes y medio en España en 2020, no lo vean en un bloqueo económico que es el doble de duro que lo vivido en España durante dicho mes y medio y por un periodo de décadas, pese a lo cual, la Cuba socialista puede presumir de datos ante sus vecinos como Haití, Jamaica o República Dominicana en materia de educación, sanidad, índice de pobreza, calidad de vida y esperanza de vida, este último dato superando incluso a los mismísimos EE.UU.

Todo ello no evita que Cuba tenga problemas que solucionar y cosas que mejorar y que haya personas, de buena fe, que hayan salido a la calle exigiendo cambios en el día a día. Pero la realidad es que quienes organizan los alborotos en Cuba no buscan nada de eso, buscan subvertir el orden para recuperar sus privilegios añorados. Por eso no tienen empacho en asaltar edificios, volcar automóviles, agredir a funcionarios o sembrar el terror en las calles. Porque eso no se está contando en las TV, los periódicos u la prensa occidental, y quienes lo hacen saben que no se contará. Los medios occidentales, los mismos medios que han estado mudos en Colombia, con miles de heridos, cientos de agredidos, varias violaciones de policías, más de cien muertos y otros cien desaparecidos, los mismos que guardan silencio con la masacre de manifestantes en Sudáfrica, que supera los 80 muertos en 3 días, están a tope con Cuba. ¿Qué hay que vender un corte de internet en la isla y dos horas después denunciar una fake-detención de una influencer opositora mientras hacía directos desde una isla “sin internet” con las TV españolas? Pues se hace. ¿Qué hay que coger imágenes de Egipto, Argentina, España, Cataluña, Irak o Venezuela y hacerlas pasar por Cuba? Pues lo hacen. ¿Qué hay que difundir que una persona ha sido asesinada y acaba entrevistado dos días después por una TV cubana, en un claro ejemplo de resurección de los “muertos del comunismo”? Pues se difunde. Todo vale, no importa cómo de grande sea la mentira, mientras el embuste sirva para la causa.

Por eso animo a todas las personas que lean este escrito, piensen lo que piensen sobre Cuba y defiendan lo que defiendan, a contrastar, a comprobar, a documentarse o a, como mínimo, dudar de las informaciones que lleguen sobre Cuba. Que se pregunten, al leer una noticia, quien paga la tinta del periódico que están ojeando, porque les ayudará a entender muchas cosas y a evitar picar, una vez más, en un show promocionado por los medios de comunicación, esos mismos que guardan sepulcrales silencios cuando se tratan de otros países.

Algunos, en su día, abrimos de golpe como platos los ojos y nos caímos del caballo cómodo de la mayoría que no se cuestionaba nada y solo repite aquello que aparece en todas las TV. Por eso estamos con el pueblo de Cuba pero abiertamente en contra de los que tratan de meter a Cuba en el pozo negro en el que estuvo Rusia o el este de Europa en los años 90. Porque la primera regla al hablar de países antiimperialistas, como pasa actualmente con Cuba, es que NADA ES LO QUE PARECE.

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