Feminicidio: La pandemia sin vacuna

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Mujeres por la abolición

El nacer niñas, el ser mujeres, nuestro sexo, determina que suframos diferentes formas de violencia a lo largo de nuestra vida. Violencia sexual, reproductiva, menor acceso a la educación, matrimonios infantiles, mutilaciones genitales… La cúspide de esta pirámide de violencia y opresión, la ocuparía el feminicidio. Ser asesinadas por el mero hecho de ser mujeres. Vidas de mujeres, que fueron extirpadas porque un hombre creyó que eran de su propiedad.

Según los últimos datos oficiales publicados a nivel mundial, en el año 2017, 3 de cada 5 mujeres asesinadas lo fueron a manos de sus parejas o ex pareja o algún miembro de su familia varón. Cada día, a lo largo del Mundo, 137 mujeres son asesinadas por un hombre de su entorno cercano.

En América Latina, se comete un feminicidio cada dos horas y media. El Salvador  y Honduras son los países que presentan mayor prevalencia, si bien en número total de feminicidios los países con peores datos son Brasil y México.

Ser mujer y nacer en los países africanos como Sudáfrica, Senegal o República del Congo, supone tener un 69% de probabilidades de morir asesinada por un hombre (ya sea pareja, expareja o miembro de la familia), según indican diferentes informes de la ONU.

En Asia, en países como India, Pakistán o Afganistán, son muy frecuentes los denominados “crímenes de honor”. Mujeres que son asesinadas por sus familias o las de sus parejas, tras sufrir violaciones, u otros actos de violencia que “deshonran” a la familia, por cuestiones relativas a la dote, o por matrimonios con hombres de otro estatus social. El hombre, como ser irresponsable de sus actos y la mujer como “culpable” hasta de los actos ajenos.

En España, en lo que llevamos del 2021, 20 mujeres han sido asesinadas. Desde el 2003, son 1098 las mujeres matadas por sus parejas o exparejas. Desde el fin del Estado de Alarma, sobre todo durante el mes de mayo y lo que llevamos de junio, se ha producido una escalada de horror en la violencia machista.

Todos estos datos, acreditan un problema de índole mundial. Una verdadera pandemia. La enfermedad del machismo, inoculada en la sociedad desde el principio de los tiempos y contra la que no encontramos una vacuna efectiva.

Sin duda, fallan las políticas nacionales y supranacionales. No existe implicación suficiente por parte los que nos gobiernan. La vida de cualquier mujer, vale menos que la de cualquier hombre. Somos ciudadanas de segunda. El asesinato de una mujer a manos de un hombre, rara vez es portada de los medios de comunicación. Una breve reseña, unas pocas palabras. Una noticia que deja de serlo, antes incluso de que a otra mujer nuevamente un hombre la arrebate la vida.

Independientemente, del país en el que nazcamos, nuestros derechos humanos no están garantizados. El derecho fundamental prioritario deber ser el derecho a la vida, puesto que si él, no podemos tener ningún otro derecho.

En esta era postmoderna, en la que algunos defienden que las leyes nacionales e internacionales reconozcan derechos individuales basados en identidades sentidas, y no en realidades, a las mujeres nos siguen matando. Nos matan por nacer niñas, nos asesinan por ser mujeres. Nos ejecutan hombres que sienten que nuestras vidas son su propiedad, y como tal pueden disponer o ella a su antojo.

Se nos dice que denunciemos, que no estamos solas, pero la realidad se empeña en demostrarnos que las mujeres estamos solas a lo largo y ancho de nuestro planeta. Se nos traslada la responsabilidad de preservar nuestra propia vida, sin dotarnos de medios para protegernos en esta batalla por la supervivencia.

Nos dicen que no callemos, que el silencio no nos salvará. Hablamos, gritamos, salimos a las calles, pero nos siguen matando. Las instituciones, nos siguen maltratando por acción u omisión.

Nos asesinan, porque la defensa del derecho a la vida de las mujeres no es una prioridad, ni aquí ni en otra parte del Mundo. No bastan palabras, se precisan hechos. 

Millones de mujeres, sin nombre, sin rostro, cuya voz ahogo un hombre por odio. Un crimen de lesa humanidad.

Nos mataron, nos asesinan, lo seguirán haciendo, mientras la estructura de violencia y desigualdad que es el Patriarcado, no haya sido derribada desde sus cimientos. Seguirá ocurriendo, con la complicidad de los Gobiernos y de parte de la sociedad que considera que la violencia machista no es asunto suyo, que se trata de un tema del ámbito privado. Los que niegan nuestra realidad biológica y material, intentando borrar nuestra propia existencia y siendo también colaboradores necesarios de la violencia que sufrimos las mujeres.

Ser mujer no es un sentimiento, ser mujer es una realidad de violencia y opresión. Somos las víctimas de una estructura de desigualdad, en función de nuestro sexo. No existirá igualdad, ni democracia, ni DDHH, mientras la vida de la mitad de la población (las mujeres), no tenga valor. Cuando una mujer es asesinada, por serlo, el Patriarcado nos está violentado a todas. Nos está mandando un mensaje de odio hacia todas nosotras. Nuestra vida les pertenece, nuestros cuerpos son para su uso y disfrute.

Los asesinos nos son enfermos, son hijos sanos del Patriarcado. No son crímenes pasionales, no son fruto de un momento de enajenación transitoria. Las que estamos, las que vivimos, las que sobrevivimos, somos la resistencia. Nuestra voz, será la voz de todas aquellas que fueron silenciadas con el garrrote vil de la violencia machista. Porque sus nombres no caigan en el olvido de la historia. Por todas nosotras y por las que vendrán, nuestras vidas no son propiedad de los hombres. Por el derecho a la vida de todas las niñas y mujeres del Mundo. Una vida en libertad, libre de violencia y de miedo.

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