España y su complicidad en la catástrofe humanitaria en Yemen

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Isa Ferrero

Se ha cumplido más de un año de la llegada del Coronavirus. Todos sabemos las funestas consecuencias humanas y económicas que ha tenido la llegada de la enfermedad a nuestras sociedades del bienestar. Muchas veces, el COVID-19 ha demostrado que a todos los niveles no vivimos tiempos muy prometedores. El gobierno más progresista de la historia (algo que es cierto) no tiene la suficiente fuerza para revertir décadas de neoliberalismo y de capitalismo salvaje.

Como siempre, este debate responde a una serie de parámetros económicos y culturales establecidos dentro de nuestra sociedad que nos hace solo ver una pequeña parte de todo el problema. Una buena prueba ha sido la gestión de las vacunas por parte del mundo más rico y la enésima intervención del Estado más en beneficio de una élite corporativa, que del público general; más en beneficio de un puñado de personas, que en beneficio de los países más pobres que sufren con dolor la falta de progreso en la cooperación internacional. Si la globalización asume el capitalismo salvaje, vamos camino hacia el desastre. Piensen en la crisis climática y en ejemplos por doquier que hace veraz esta afirmación. Cojan, por ejemplo, a India, la mayor democracia del mundo, y su deriva hacia un abismo no visto ni en tiempos de Indira Gandhi.

Estos debates se producen mínimamente dentro del consenso marcado en la opinión pública. Sin embargo, a la vez que se avanza en temas más delicados, se cumple la regla de que el apagón es cada vez más fuerte. Este es el caso de Yemen y de su gigantesca crisis humanitaria a raíz de la intervención militar de la Coalición liderada por Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Una crisis de la que solo somos capaces de hablar en cifras. Números que para una persona occidental no tienen mucho sentido si no las asimilamos. Por un momento, piensen que significa que 24 millones necesitan ayuda humanitaria, o que más de 170 mil personas han muerto de hambre o enfermedades durante estos seis años de guerra.

La regla en el caso yemení también produce una lógica macabra: a mayor responsabilidad de nuestros gobernantes, mayor ninguneo por parte de los medios. El tiempo dedicado en los medios es prácticamente nulo, pese a que las organizaciones en defensa de los derechos humanos han hecho un trabajo fantástico arrojando luz al conflicto y a que el activismo antimilitar se ha movilizado constantemente para desafiar la violencia y crueldad que desde países como España generamos en terceros.

En esta línea, nuestro deber desde la izquierda es atender a esta lucha y estas peticiones que pongan freno a la barbarie. Esta es la única manera de forzar a que nuestros gobernantes dejen de comportarse como crueles mafiosos y cínicos traficantes de armas. Si no conseguimos unir las suficientes fuerzas, nadie lo va a poder hacer porque es obvio que hay ciertos intereses que no son convenientes que se debatan. Tengan en cuenta que es mucho más fácil para un medio de derechas sacar la enésima disputa entre la izquierda, que sacar información sobre cómo desde España se venden instrumentos de guerra que son utilizados para matar a gente inocente.

También hay que tener presente que Yemen ha vivido con mucha dureza estos seis años de guerra. En el año 2018, estuvo a punto de vivir una hambruna descomunal que fue evitada a última hora. No parece que sea el caso en estos momentos, cuando una tormenta perfecta de recrudecimiento de la guerra, Coronavirus y de cataclismos naturales provocados por la crisis climática, han empeorado aún más la situación. A toda esa lógica, sucedió uno de los hechos más crueles que han sucedido en los últimos tiempos: la comunidad internacional ha dejado de financiar adecuadamente los programas humanitarios de las Naciones Unidas, que a día de hoy suponen el principal instrumento y sostén que tienen millones de personas para sobrevivir.

La Coalición liderada por Arabia Saudí y EAU ha bombardeado Yemen durante estos años y ha impuesto un bloqueo por tierra, mar y aire que ha buscado utilizar el hambre como método de guerra en un país que importaba y sigue importando el 90% de su comida. Los ataques aéreos que recibieron ayuda directa de Estados Unidos y Reino Unido, también buscaban destrozar la agricultura y han sido dirigidos en bastantes ocasiones contra instalaciones civiles.

De todas formas, creo preciso hacer una aclaración. Se pueden decir muchas cosas sobre el papel que ha tenido los Estados Unidos, Europa o incluso los propios hutíes, pero creo que es un error centrarnos en estos temas y no analizar el papel miserable del gobierno de España, un tema muchas veces no lo suficientemente comentado. No es debatible el hecho de que el gobierno ha alimentado la guerra y ha echado gasolina a sabiendas de que de esta forma estaba ayudando a matar a miles de yemeníes. Creo que tampoco lo es, concluir que desde los ministerios de Estado se ha decidido llevar a cabo una política colaboracionista con los señores de la guerra de Arabia Saudí y de Emiratos Árabes Unidos y de mirar para otro lado, mientras veíamos con indiferencia como esta guerra se dirigía especialmente contra la infancia.

Es “la falta de normalidad democrática”, una frase que la izquierda es plenamente consciente de ello, pero que supone algo completamente escandaloso para la derecha. La explicación está, en buena medida, en la manipulación mediática. Cualquier persona que conociera el papel del gobierno en la guerra de Yemen sabría que su rol ha tenido poco de democrático.

Sin embargo, el público general está bastante al margen de cualquier debate que pueda enturbiar la razón de los partidos constitucionalistas. Nada más lanzar la intervención militar, el gobierno de Mariano Rajoy apoyó decididamente a Arabia Saudí vendiendo 400 bombas para mostrar apoyo diplomático a una guerra que se preveía desde un primer momento desastrosa. Un apoyo que no solo vino por parte del gobierno, sino de la Casa Real y de Felipe VI que aprendió muy bien de Juan Carlos a cuidar los lazos con las monarquías absolutistas del golfo pérsico. El apoyo diplomático a señores de la guerra se ha mantenido inquebrantable a pesar de que Arabia Saudí no lo ha puesto nada fácil. Recuerden el asesinato de Jamal Khashoggi a finales de 2018 y cómo España blanqueó este repugnante asesinato gracias de nuevo a la acción diplomática de Juan Carlos y de la monarquía española.

Conviene recordar que meses antes, la labor conjunta de Felipe VI, Juan Carlos y el gobierno de Mariano Rajoy consiguió el contrato de las corbetas a Arabia Saudí, un suculento contrato de 1.800 millones de euros para construir 5 buques de guerra. En estos años se han vendido armamento por cientos de millones de euros a Arabia Saudí y EAU y se han firmado contratos en infraestructuras que superan ampliamente los 6 mil millones de euros, como es el caso del AVE a la Meca.

En el año 2019, un informe realizado por el Frederick S. Pardee Center for International Futures para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo llegó a la conclusión de que aproximadamente 233 mil personas habían muerto en Yemen. Una cifra que hoy en día supera las 300 mil muertes y que demostraba que la guerra de Yemen apoyada desde el gobierno de España escondía una cifra atroz. Aproximadamente 1 niño moría cada menos de 12 minutos. Estas eran las consecuencias del brutal bloqueo de la Coalición de Arabia Saudí, algo que no generaba ninguna autocrítica dentro de nuestros gobernantes y que evidentemente no tendría ninguna consecuencia en la intención de seguir vendiendo estos buques de guerra para que se siga matando de hambre a generaciones enteras de niños.

Sin embargo, la colaboración en estas muertes no solo se reduce aquí. Como decíamos antes, la crisis humanitaria empeorada en este año 2020 produjo que la amenaza del hambre se extendiera como nunca dentro de una población de 30 millones de personas. En este sentido, desde Naciones Unidas, un organismo que no suele ser especialmente alarmante, advirtió que millones de personas estaban en peligro de hambruna si la comunidad internacional no actuaba. La respuesta del gobierno de España fue seguir ignorando las peticiones para no enviar ayuda humanitaria a una población desesperada. Durante el primer semestre de 2020, el gobierno autorizó en armamento más de 120 millones de euros a Arabia Saudí y EAU, y no entregó ni un solo euro en ayuda humanitaria. Me parece bastante oportuno recordar las palabras de Joan Josep Nuet: “estas cifras me hacen poner rojo: de ira y de vergüenza”.

Durante el 2020, el gobierno ha entregado poco más de 300 mil euros en ayuda humanitaria a Yemen, una cifra ridícula y miles de veces inferior que el contrato de los cincos buques de guerra. Las advertencias del Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, de que “Yemen podía vivir la peor hambruna que el mundo ha visto en décadas” no ha tenido ninguna implicación para nuestras élites. Tampoco lo ha tenido que, desde la izquierda al Partido Socialista, se haya presionado a la secretaría de comercio y al propio PSOE para que se deje de vender armas y se atienda el caso urgente de Yemen sin ningún éxito. Uno de los últimos intentos fue una proposición no de Ley presentada por Roberto Uriarte y apoyada por Jon Iñarritu y Joan Josep Nuet que el PSOE diluyó presentando una transaccional.

Pero el culmen de la inmoralidad y de la falta de compromiso para respetar los derechos humanos nos la ha vuelto a dar la ministra de asuntos exteriores, Arancha González Laya, al realizar una gira por Arabia Saudí y EAU, mientras Biden está presionando a los países del golfo pérsico para que finalicen su intervención militar. Una presión ejemplificada en la paralización de la venta de armas a Arabia Saudí y EAU por Estados Unidos e Italia. El hecho de que el gobierno de España siga con la intención de suministrar armamento a estos países y de que haya dado una gira para firmar acuerdos en cooperación contra el crimen y a ensalzar la política antiterrorista de Arabia Saudí es de una obscenidad notoria.

Desde la izquierda, creo que es pertinente recriminar al gobierno, que la posición que mantiene ahora España nos asemeja más a los sectores más extremistas del Partido Republicano y a los trumpistas que al Partido Demócrata, pese a que en los medios liberales se ha ensalzado desde siempre a este último. En cualquier caso, convendría hacernos la pregunta de cómo es posible que, en políticas de Estado, de inmigración y de defensa estemos tan a la derecha. Es evidente que para el poder en España sigue siendo conveniente seguir como siempre a pesar de que no seamos capaces de cumplir nuestra propia ley, la legalidad internacional ni lo que dicen los Estados Unidos. La explicación está en los miles de millones de euros que nos jugamos y que seguirán estando detrás de que España sea cómplice en la peor catástrofe humanitaria del mundo, a menos de que seamos capaces de presionar a nuestros gobernantes y obligarlos a cambiar.

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