A pesar de las advertencias llevadas a cabo por la Unión Europea; Víctor Orban da un paso al frente y concierta con Rusia la compra de dosis de Sputnik V para un millón de personas.
Después del incumplimiento de contrato de Pfizer y Astrazeneca en la entrega de dosis a la Unión Europea, y evidentemente por la naturaleza apremiante de la calamidad que nos está asolando, Hungría desoye las recomendaciones de la Agencia Europea del medicamento y adquiere la vacuna rusa Sputnik V, además emprende negociaciones para adquirir la vacuna china Sinopharm, afirma El País.
La Unión Europea sospecha que las dosis de Astrazeneca y Pfizer que tenía apalabradas han sido vendidas a otros países a un precio mayor, a pesar de la inversión que hizo el organismo para su desarrollo. Sin embargo, la Unión Europea no ha tomado medidas significativas para obligar al cumplimiento del contrato, y las vacunas orientales (rusa y china) son repudiadas por la Agencia Europea del medicamento.
La aprobación de la Sputnik V en varios países como Argentina, Bielorrusia o México no sirve de precedente para la insititución europea; tampoco el crecimiento veloz de infectados y muertos parece motivo suficiente para la Unión para tomar medidas.
Y es que vemos una nueva paradoja que desmiente los tópicos mediáticos: La extrema derecha que gobierna en Hungría da un paso al frente, desafía a la Unión Europea, que es para muchos la imagen de democracia y progreso, y decide vacunar a su pueblo a marchas forzadas a pesar de las presiones de poderes supranacionales que socavan su soberanía. Y en el otro lado, el autoproclamado «progreso», que comulga y defiende con la Unión Europea (como institución y proyecto) se postra y acata las órdenes, aún con la insoportable tercera ola, aún con el colapso hospitalario, aún con el abatimiento de nuestros heroicos sanitarios, aún con nuestros infectados, con nuestros muertos y la crisis económica.
¿Dónde está el «progreso» y la «extrema derecha» en este caso?