Julio Anguita y las banderas de la dignidad

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Cuando aún estábamos llorando la muerte de uno de los más importantes artistas españoles del último siglo, Juan Genovés, nos golpeaba la noticia del fallecimiento de Julio Anguita. Aunque sabíamos de su grave estado de salud muchos pensábamos que saldría de esta también, que el rojo corazón aguantaría, que podríamos verlo en la trinchera durante más tiempo para seguir aprendiendo.

Pero parece una cruel paradoja de la Historia que en estos tiempos oscuros que nos ha tocado vivir, en el momento que menos podemos encontrarnos y abrazarnos se vaya el pintor de las multitudes y los abrazos, y en un momento en el que la política se ha convertido en un nido de oportunismo y mediocridad, nos deje el político que representaba como pocos la honestidad, la lucidez y la honradez.

Con Julio Anguita muchos comenzamos a sentir pasión por la política como ciencia, como arte, como instrumento para cambiar las sociedades, para crear conciencia, conciencia de clase. Ver a Julio en la tribuna del Congreso, en una entrevista, un debate o un mitin, era motivo suficientemente importante para que se hiciera el silencio.

Con Julio aprendimos, pero también sufrimos. Sufrimos con la brutal y despiadada campaña desatada contra él y contra lo representaba por parte de las oligarquías económicas, políticas y mediáticas de este país liderada por el PSOE más corrupto y traidor de la historia de España. En un momento, incluso Joaquín Sabina participó en la guerra contra Anguita con una canción en la que le calificaba como «desfasao» y loaba a un miserable como Felipe González: «como mi Felipe, pa mi que no hay dos», decía.

Contra Anguita y el discurso de aquella IU, la guerra fue total y absoluta. En el momento en el bipartidismo y la Corona certificaban la venta la soberanía política y económica de este páis al neoliberalismo de Tratado de Maastricht y la Unión Europea, Anguita lo denunciaba implacablemente y no se lo perdonaron.

Tampoco le perdonaron a Julio que dijese lo que era una realidad incómoda: que la «Transición» había sido una estafa y no se cumplían los artículos más sociales y avanzados de la Constitución.

Han pasado casi 30 años, y lo que aquel Profeta Rojo advertía, se fue cumpliendo inexorablemente. El monstruo de la Unión Europea acabó devorando países, economías, culturas y el futuro de decenas de millones de trabajadores y trabajadoras.

Desde entonces hasta el día de su muerte, Julio mantuvo en pie aquellas banderas (contra el neoliberalismo, contra la UE, por la República, por la soberanía y la dignidad de los pueblos), y nosotros debemos seguir avanzando con ellas.

Julio se ha ido. Quedarán discursos y frases para la Historia. Correrán ríos de tinta hablando sobre su figura, su obra y su pensamiento. Se hablará de sus aciertos y sus errores. De las discrepancias. Yo mismo discrepé de su forma de ver la organización (que no la política). Pero nadie, absolutamente nadie, podrá discutir la dignidad y la honradez que guió su vida y su acción política, que era la dignidad que quería para este pueblo: «Con la dignidad no se come, pero un pueblo sin dignidad se pone de rodillas y termina sin comer».

La luz de Julio era tan brillante que durante su trayectoria no fueron pocos los que se acercaron y lo rodearon con objetivos muy distintos y mucho menos nobles y dignos que los que él perseguía. A estos, el tiempo poco a poco los va poniendo en su sitio.

Es injusto, tremendamente injusto, que no podamos darle a Julio el adiós de multitudes que merecía; aún resuenan en los corazones de los comunistas de este país aquellas palabras que Julio dedicó a Pasionaria en su despedida «Duerme, compañera Ibárruri. Reposa, camarada Pasionaria. Descansa, presidenta. Sueña dulcemente, madre Dolores». Sin embargo estoy seguro que su Partido, el conjunto de la izquierda de este país, su ciudad, España, y la República futura, sabrá darle a Julio el reconocimiento que merece.

Hasta siempre camarada.

2 COMENTARIOS

  1. Javier, tus palabras me han hecho ver con más profundidad la inmensidad humana e intelectual del camarada Anguita. Es mucho lo que se nos ha ido, es mucho lo que nos ha dejado.

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