El acto de clausura del hospital de Ifema celebrado ayer por los responsables de la Comunidad de Madrid terminó reuniendo todos los ingredientes de un esperpento valleinclanesco.
Un acto que pretendía ser el homenaje a los sanitarios que han estado en primera línea degeneró en una especie de mitin político con el que la presidenta y el alcalde madrileños trataban de acallar los gritos de protesta de los trabajadores fotografiándose con ellos. Las aglomeraciones de personas se produjeron sin ningún control y para poner la guinda final Ayuso y Almeida repartieron bocadillos en un puesto de comida rápida.
El suceso contiene tantos matices sarcásticos que es difícil enumerarlos todos. Se da la circunstancia de que hace apenas unas semanas era la propia Díaz Ayuso quien en la asamblea madrileña manifestaba que el 8M había sido el mayor «infectódromo» de España y ayer no dudó en reunir a cientos de personas en una especie de arenga política de su gestión frente al coronavirus.
El centro clausurado es un hospital de campaña instalado en el recinto ferial de la capital española para paliar el desastre que provocó el elevado número de contagios en la comunidad y la imposibilidad de afrontarlos todos, en una zona además especialmente afectada por los recortes en sanidad pública. Se calcula que unos 10.000 profesionales sanitarios se quedarán sin trabajo tras haber prestado sus servicios en la lucha contra el virus. Algunos de ellos trataron de manifestar su protesta en el improvisado mitin de Ayuso, quien se hizo la desentendida y aprovechó para fotografiarse con las personas que se le acercaban.
Ayuso y Almeida se permitieron para colmo la excentricidad de fotografiarse repartiendo bocadillos, indiferentes a la polémica suscitada tras haber alimentado durante semanas con productos de la cadena Telepizza a los niños de las familias que reciben ayudas comunitarias por estar en situación de vulnerabilidad.
Tras haber intentado culpar a Unidas Podemos de las aglomeraciones, por haber supuestamente convocado a los sanitarios afectados por despidos para reventar el acto, se supo que la propia Comunidad había invitado al acto a más de 130 parlamentarios, que en su mayoría declinaron la invitación por responsabilidad. Ayuso ha reculado hoy y en su cuenta de Twitter ha declarado que la «espontaneidad les desbordó» y que «hay que celebrar respetando las distancias».
