Resilientes

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Nadie se preocupa de las enfermedades crónicas salvo cuando las padece una misma o algún familiar o del círculo de amistades al respecto, normalmente la humanidad no es consciente ni empatiza con lo ajeno salvo cuando les toca el bolsillo o la salud, y ésta última a nadie importa y cada vez menos, estamos en la sociedad del sálvese quien pueda.

Conocer las preocupaciones de una persona que no es considerada por el sistema como un producto que ayuda al estado y se le puede sacar tajada mediante impuestos, sino más bien es el estado el que tiene que ayudarlo y hacerse responsable de su bienestar no es lo mismo, si no produces no importas y si no importas no existes, duro pero real.

Hay enfermedades crónicas muy incapacitantes que no son reconocidas porque el sistema decide que no lo son, las que lo son, ponen todo tipo de trabas, los tribunales médicos están para dictaminar si te corresponde un grado de minusvalía o tienes derecho a una pensión para vivir dignamente como persona, una serie de personas que no ven el día a día. Dictaminan si eres apto para producir o no, si tienes derecho y puedes optar a disfrutar de la vida o no. Se basan en unos informes médicos que vas recopilando a lo largo de las interminables listas de espera y pruebas que se van dando a lo largo de meses y todo se va traduciendo en años, la vida pasa y la enfermedad te va minando la salud y el interior mientras el sistema decide que hay que hacer cola. Hay personas que soportan la enfermedad viviendo cada día alquilando habitaciones para poder pagar facturas mientras acuden a comedores sociales para subsistir, manualidades muy costosas de hacer con el dolor en las manos para sacarse unos cuartos y poder comer, las facturas las pagan los familiares si tienen la suerte de tener, otras viven gracias a la nómina de cada mes de su pareja, y otras no tienen nada y piden malviviendo y de la generosidad de los vecinos, no es invent, es la realidad de muchos enfermos crónicos en éste país, donde no producen y para el sistema no cuentan.

Es difícil si no tienes un puesto laboral pagarte medicación y optar a terapias que no están en el sistema público sanitario, porque se facilitan en el sector privado, complicado hacer vida normal cuando no tienes un chavo para tomarte ni un mísero café cuando te apetezca, de comprarte ropa porque la necesitas o darte un «capricho» como comprarte un libro para leer. Personas que cada día les cuesta levantarse de la cama para hacer lo más básico como asearse y si están en pleno brote es medianamente imposible, les están diciendo NO en los tribunales médicos porque parece ser que hay que ir medio muerto o tener alguna tara mental severa para que te hagan caso.

No miran ni escuchan, no se puede valorar la vida de una persona simplemente en unas cuantas hojas de papel, el día a día es importante y escuchar es lo que cuesta, horas de viaje muchos para en 15 minutos darles un portazo y considerarlos aptos para trabajar cuando no pueden ni hacerse una coleta en el pelo o abrocharse una camisa.

Los afortunados que tienen un trabajo pasan por otro calvario, en ésta sociedad tan egoísta que poco importa el mal ajeno, las ausencias laborales producen pánico al crónico, perder el trabajo para poder subsistir es morirte en vida, pero currar cuando tu cuerpo está diciendo basta y no puedes más es un sufrimiento, como no des con una empresa cuyo líder supremo sea comprensible y entienda lo que padeces, te ponen de patitas en la calle, el sistema laboral quiere gente que produce y no personal que cada dos por tres pilla bajas, la seguridad social está para deducirla de tu nómina pero cuando necesitas usarla te encuentras que hay muchos vacíos para según que enfermedades. No existe un sistema pensado ni que piense en las personas con enfermedades crónicas, ni hay trabajos adaptados a éstos seres humanos, no hay empatía ni hay facilidades para ayudarlos a tener una vida laboral, familiar y social, se les aparta como si fuesen invisibles y cuando alguno decide pensar en el suicidio se les trata como enfermos mentales sin mirar que lo que les produce la enfermedad mental muchas veces, es la misma impotencia de sufrir una enfermedad incapacitante y estar rodeados de una sociedad y sistema que no empatiza ni te entiende.

Faltan especialistas en el sistema público sanitario a los que se pueda optar cuando requieres un tratamiento médico puntual o crónico, falta más formación y empatía a la hora de tratar a un paciente, las palabras hacen daño y una crítica negativa puede desencadenar una tragedia en éstos pacientes, falta considerarlos personas que es lo que no tiene en cuenta el sistema capitalista que nos han formado, donde si no produces no cuentas ni existes, lo único que queda es luchar cada día por conseguir más derechos como ciudadanos y ser iguales al resto, poder optar a servicios públicos sin privatizarlos, cualificar debidamente a cada individuo y no colectivamente, cada ser humano es un mundo y su dolor es incuestionable. Les da igual que sea mueran, total menos gasto para las arcas públicas, un ser vivo menos en la cola del sistema sanitario y menos bajas laborales, no existías antes menos ahora.

La lucha y no caer es el camino de todos resilientes que cada día piensan si la vida vale a veces la pena, resistir y vivir. Miraos un poco ése ego capitalista y empezar a considerar a las personas como seres humanos que ya toca.

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