Las niñas nos necesitan más que nunca

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Por Silvia Carrasco (profesora de antropología de la UAB y presidenta de Feministes de Catalunya)

Ha pasado sin pena ni gloria el Día Internacional de la Niña que se conmemora el 11 de octubre, un recordatorio y una denuncia de la situación de las niñas en el mundo y las desigualdades que les afectan de forma específica, conculcando sus derechos fundamentales. Meses enteros dedicados a causas minoritarias, cuando no dudosas, y un día para los millones de seres humanos más vulnerables es toda una declaración, sino de intenciones, sí de otros intereses y prioridades. Intentaré mostrar a continuación por qué esto mismo es ya una grave negligencia. 

Las niñas no gozan del mismo derecho a la vida que los niños. La tecnología que permite llevar a cabo abortos y feticidios selectivos ha multiplicado el impacto del infanticidio femenino directo o indirecto que todavía se practica en algunos lugares del mundo. Millones de niñas no llegan a nacer. Tampoco gozan del mismo derecho que los niños a tener una familia, porque sufren más abandonos. Ni a la alimentación en las mismas condiciones que los niños –recordemos a las alumnas que tenían que comer después de ellos en la escuela denunciada en el Reino Unido, inculcando en pleno siglo XXI la abnegación a favor de los hombres como virtud femenina. Su salud recibe menos atención -como ocurre con las mujeres-, y están más expuestas a los riesgos que conlleva la falta de acceso a la vivienda. En resumen, no disfrutan por igual del resto de Derechos de la Infancia proclamados en la Convención de 1989 firmada por una mayoría de países, aunque su escaso cumplimiento tampoco proteja adecuadamente a los niños.

Algunos medios se han hecho eco de informes de UNICEF y de diversas ONG sobre la situación de las niñas en el mundo. Pero hay que reconocer que es difícil investigar e informar de ello por la falta de perspectiva de género en la producción de estudios e informes: las niñas y las adolescentes a menudo son invisibles, desaparecen dentro de denominaciones generales por edad («la infancia, los menores») o por sexo («mujeres y niñas»). Y sin datos no podemos saber si existe progreso o retroceso. Esta carencia es aún más preocupante ahora que las políticas posmodernas borran también a las niñas -las hembras humanas menores de edad- como sujetos de pleno derecho.

Por ejemplo, el protocolo contra la violencia en el ámbito escolar de la Generalitat y los de muchas entidades que tratan con población menor no son específicos sobre la violencia contra las alumnas y, además, hablan de “personas que menstrúan” o “personas víctimas de violencia machista”, como si estas personas no fueran todas del sexo femenino . Por si fuera poco, promueven espacios que se han demostrado altamente peligrosos para las niñas y adolescentes en los centros educativos, como los baños mixtos, rebautizados como “baños inclusivos”. Y esto ocurre mientras la 4a ola del feminismo ha alzado la voz en todas partes para poner al descubierto la violencia sexual contra las mujeres.

Se tiende a pensar que existe un abismo entre la situación de las niñas en los países ricos, que suelen creerse democracias avanzadas, y en el resto del mundo, y sería demagógico negarlo en cuanto a las formas más generalizadas de desprotección. Según ha hecho público UNICEF este 11 de octubre, 1 de cada 8 niñas y adolescentes menores de 18 años ha sufrido violaciones o abusos sexuales y, de hecho, una parte importante de estas agresiones tiene lugar en los caminos de ida y vuelta de la escuela, si tienen acceso a ella, o mientras realizan tareas familiares en las que deben alejarse del hogar. Varias ONG han denunciado conjuntamente el impacto de los conflictos armados para las niñas, porque se han convertido en objetivos directos de los ataques como táctica de guerra en forma de secuestros y violaciones, y reclaman de la comunidad internacional una especial protección para ellas. 

Pero también en nuestro país vemos con enorme preocupación su situación. Las niñas son más del 90% de las víctimas de violencia sexual en todas las edades, mayoritariamente a manos de hombres de la familia y de chicos menores de edad, solos o en grupo, agresiones que se han cuadruplicado en los últimos años. Y si solo ahora estamos reclamando que la vergüenza empiece a cambiar de bando desde las voces de las mujeres adultas a raíz del terrible caso de Gisèle Pélicot en Francia, qué lejos estamos todavía de conseguir que las niñas no se sientan culpables ni avergonzadas a la hora de denunciar las agresiones y exponer a los agresores. 

Las menores tuteladas están desprotegidas por el Estado, por la sociedad y por la justicia, ante los sistemas de captación de los proxenetas. Se multiplican los casos en todo el Estado. Ninguna niña está segura en las calles y en las redes ante los depredadores sexuales, que gozan de una dolorosa impunidad a la vista de la sentencia vergonzante que han recibido los empresarios condenados por prostitución de menores en Murcia.

No podemos olvidar que hay chicas menores de distintos orígenes víctimas de matrimonios forzados también aquí y que tienen derecho a decir No Quiero, #NoVull, lema de la campaña de la asociación catalana Valentes i Acompanyades, un derecho que las autoridades les deberían garantizar. 

Mientras tanto, las niñas y las adolescentes son las principales víctimas de presiones estéticas, cosificación e hipersexualización, mientras sus expectativas de igualdad empeoran y se mantiene la brecha salarial, aun siendo las que obtienen mejores resultados educativos y las que más participan en organizaciones sociales. Incluso cuando la sociedad y los gobiernos se están dando cuenta del grave impacto de la pornografía en los menores a través de las pantallas de los móviles, las consecuencias sobre la violencia sexual contra las niñas parecen un tema secundario comparado con la preocupación por la sexualidad de los chicos.

No es extraño constatar que el malestar emocional de niñas y adolescentes empeora. Están sobrerrepresentadas en los indicadores de riesgo en salud mental, desde las autolesiones hasta las ideaciones suicidas. Uno de estos indicadores es que las niñas y las adolescentes son las principales víctimas del transgenerismo promovido desde los centros educativos, que defiende los estereotipos sexistas más rancios como identidades, en las antípodas de la educación para la igualdad entre mujeres y hombres que establecen las leyes: según el Informe Trànsit, el 70% de los casos de los menores entre 10 y 14 años que rechazan el sexo de su cuerpo y dicen querer “cambiar de sexo” son niñas, y en ese mismo grupo de edad y sexo los casos se dispararon un 5700% entre 2015 y 2021. Niñas que no quieren convertirse en mujeres en una sociedad que ven llena de presiones y violencia.

Las niñas nos necesitan con urgencia. Debemos crear conciencia, interpelar a las autoridades y trabajar encarnizadamente desde el feminismo para que el #DiaDeLasNiñas sea para celebrar sus derechos en un mundo en igualdad donde tengan vidas dignas, libres y seguras. 

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