Organizarse o morir: Los taxistas contra el capitalismo de plataforma

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Carlos Rodríguez Expósito

Todas y todos hemos necesitado alguno en alguna ocasión. Ya sea en una parada al salir del hospital o para acudir a la boda. Entre la soledad de la madrugada en la gran ciudad o un domingo cualquiera para acercarnos al centro. Haga calor o frío, llueva o haya salido el sol, el taxi es un elemento imprescindible en nuestras ciudades. Pero detrás de esta labor se encuentra la lucha sin descanso de un colectivo de trabajadores y trabajadoras por el futuro de un sector que solo en Madrid, mantiene más de 25.000 puestos de trabajo. La batalla contra dos gigantes que gracias a su poder y a sus influencias llevan años intentando monopolizar un sector esencial y del que dependen miles de personas para desplazarse a diario: El transporte de pasajeros.

Carlos Rodríguez Expósito es vicepresidente de la asociación Taxi Project, miembro de Élite Taxi Barcelona, una de las asociaciones más combativas del sector en España y militante de Podemos. También ha trabajado publicando sobre el taxi y colectivos en lucha como columnista en varios medios de comunicación como Canal Red, El Común, Nueva Revolución, Kaos en la red o Brave New Europe.

El autor nos presenta una historia que comienza 7 años atrás con la vuelta de Uber a España, meses después de que los tribunales la hubieran declarado ilegal y finaliza con las últimas elecciones generales de 2023 en las que Podemos, el principal apoyo de los taxistas, acaba relegada al grupo mixto tras haber sido parte del primer gobierno de coalición de la historia.

Durante el relato se explican en primera persona hechos como manifestaciones y protestas, demandas y juicios, victorias y derrotas, esperanzas y alegrías, traiciones y mentiras, proyectos y fracasos y sobre todo, política y poder.

Esta es la historia de un grupo de trabajadoras y trabajadores que han luchado por transformar el taxi enfrentándose cara a cara a dos gigantes empresariales que pretendían apoderarse de un sector estratégico a costa de acabar con el futuro de miles de familias obreras.

Capítulo I

Parte 1

El principio de todo

No recuerdo haber vivido un día más raro que el que acudí a la entrevista de trabajo para mi anterior empleo. Esa mañana tenía otras dos citas para empezar a trabajar cubriendo vacaciones, con el objetivo de conseguir algo de estabilidad, ya que desde hacía meses me encontraba en una situación laboral un poco complicada, dando tumbos en diferentes empleos, ya fuera como vendedor de telefonía, de seguros para coches, de hogar, de soporte web de una conocida juguetería o realizando la misma entrevista a la que me obligaba a ir el paro una y otra vez, pero no sé por qué, cuando recibí la llamada de otra empresa diferente a las que había presentado el currículum y con la que no tenía ninguna entrevista ese día, ante la insistencia de la persona encargada de hacerme la entrevista cuando antes, incluso desechando las otras citas, pensé que el riesgo merecía la pena porque de la necesidad que desprendían sus palabras creí que posiblemente había encontrado lo que estaba buscando. Así que finalmente no acudí a los dos procesos y en vista del resultado, creo que hice bien en arriesgarme. 

En este empleo conocí a grandes compañeros y compañeras, aunque por desgracia, tenía un sueldo bastante precario, no valoraban mi labor y estaba siendo explotado sistemáticamente, haciendo el trabajo de varias personas. Nada nuevo bajo el sol en este país, por otra parte.

Aunque no todo iba a ser malo, ya que poder trabajar en esa empresa me otorgó la posibilidad especializarme en algunas cuestiones que me serían de gran utilidad poco después para ayudar en la lucha del taxi contra las plataformas disruptivas.

Y como parece que hay que presentar el currículum para que tu trabajo tenga credibilidad independientemente de su calidad, tengo que decir que durante esos años me formé en varias aspectos relacionados con algunos servicios públicos, pero sobre todo en casos prácticos de procesos administrativos y de normativa aplicada tanto a derechos de los usuarios de telecomunicaciones, como de consumidores y usuarios, ya que al trabajar para la administración resolviendo dudas de ésta índole, era necesario tener una capacitación específica en esas áreas. Esto repercutió en que todos los conocimientos que había adquirido me sirvieron para poder abrir una brecha en la batalla que los taxistas empezaban a librar contra Uber y Cabify al descubrir la posibilidad de poder ejecutar acciones desde otros ámbitos que estaban perjudicando de igual manera a taxistas y a clientes de estas plataformas pero que en ese momento eran desconocidos para las asociaciones tradicionales que lideraban el sector. En este caso todo gira alrededor del hecho de que al final, Uber y Cabify pese a prestar un servicio de traslado de pasajeros mediante un vehículo de transporte discrecional, se declaran como unos simples intermediarios en lugar de como empresas de transporte (que es realmente lo que son), con el fin de evadir impuestos e inhibirse de toda responsabilidad sobre el viaje ya que realmente son ellos quienes controlan e imponen todas las condiciones tanto a los conductores como a los clientes, desde las claúsulas de contratación del servicio pasando por los precios, las jornadas de trabajo hasta el sueldo de los conductores, algo que podía suponer un atentado tanto contra la legislación de transportes como de la de consumidores y usuarios, que la especialidad que yo controlaba pero que a las organizaciones del taxi se les escapaba. No obstante, yo en ese momento no tenía más interés en la lucha del taxi que el de revisar estos contratos para poder encontrar cláusulas sospechosas, un poco por mi trabajo y pensando que al final como sucede en telecomunicaciones, por mucho que parecieran condiciones totalmente abusivas, siempre acababa apareciendo alguna ley que justificaba los abusos de ciertas compañías.

Además, en esa época tampoco conocía a ningún responsable a nivel organizativo dentro del mundo del taxi para poder trasladarle ésta información, más allá de familiares y conocidos por lo que al final, todo este trabajo se quedó como algo más personal. La cuestión era que para acudir a mi puesto de trabajo tenía hora y pico de viaje en metro por delante y pese a que mi móvil no era capaz de coger cobertura, por suerte, podía acceder a Twitter, por lo que me pasaba las horas entre idas y vueltas en la red social, lo que me sirvió para poder establecer contacto con muchos colectivos, entre ellos algunos de grupos de taxistas que se movían por internet en ese momento.

A nivel político era una época de cambios, lo que significó para mí un aliciente para acceder a Twitter a diario también fuera de mis viajes en metro, ya que, aunque nunca me había interesado por la política, todo cambió gracias a la aparición de Podemos. Además, habían pasado sólo unos meses desde el ascenso de Ahora Madrid a la alcaldía, por lo que la situación era más que idónea para poder empaparme de todo lo que se cocía en esta red social. De ese modo, comencé a analizar cada uno de los tuits y de las discusiones que se generaban, entrando en decenas de perfiles de periodistas, medios de comunicación, líderes de opinión, políticos y de partidos de todos los colores. Al principio sólo me dedicaba a leer, por aquello de no saber interactuar, sobre todo tras comprobar el nivel tan alto que había en cuanto a los temas que me interesaban en ese momento. A veces creo que eso, por una parte fue buena idea para aprender, pero por otra, me generó más miedo para poder comenzar. Aunque si hay algo que siempre me ha gustado de Twitter y que considero que es su mejor valor es que, obviando el número de seguidores, cualquier persona dispone de la oportunidad de dirigirse a ciertas figuras que de otro modo serían inalcanzables.

Que te lean o no ya es otra cosa, pero la posibilidad que no tienes en otras redes está ahí, y creedme cuando os digo que según mi experiencia, pese a que en la mayoría de las ocasiones parece que nadie nos lee, sobretodo cuando estamos empezando, os sorprendería hasta dónde podemos llegar gracias a esto.

Así pues, llegó el día en el que me puse manos a la obra y pasé de únicamente leer, a replicar. Y empecé fuerte, respondiendo sin parar y directamente a tuits de políticos del PP y de algunos periodistas de derechas, intentando captar su atención para poder abrir un debate. Además, por esa época todas estás personas ya llevaban tiempo con su particular campaña de desprestigio contra Podemos en los medios, por lo que también comencé a dedicar mucho tiempo a buscar y seguir sin descanso a perfiles que me gustaban o con los que podía tener cierta afinidad para que apoyarles y que me sirvieran de apoyo en esta cruzada que me había montado gracias a que cada vez podía dedicarle más tiempo. Pero por desgracia, tras unos días me di cuenta de que todos mis esfuerzos no tuvieron el efecto que esperaba. Nadie me contestaba ni mis seguidores subían y aunque en ese momento no tenía más pretensión que la de entretenerme y aprender, tengo que reconocer que fue bastante desalentador.

De ese modo pasaron los meses y durante todo ese tiempo, de entre todas estás cuentas de Twitter, comencé a seguir también a varios perfiles de taxistas que ya empezaban a asomar la cabeza dando guerra que habían conseguido llamar mi atención por el ruido que estaban haciendo en la red y por la simpatía que me generaban teniendo a mi padre y a mi hermano en el gremio, pero nada especial, sino como unos perfiles más con los que sentía que podía tener algo en común.

Es más, pese a que por aquellos días todavía no tenía mucho interés en la batalla que se estaba librando contra Uber y contra Cabify, un año antes ya había acompañado a mi padre a una de las manifestaciones del sector frente a las puertas de la CNMC para protestar ante el “Superregulador” contra el intento de liberalizar el sector de transporte de carretera. Una medida claramente enfocada a favorecer a Uber que en ese momento trabajaba con vehículos particulares (como si fueran auténticas “cundas”, el famoso Uber Pop que tiramos en Europa tras años de pleitos).

En ese entonces lo cierto es que no entendía mucho qué era lo que estaba sucediendo con el taxi, Uber, la CNMC o los VTC, simplemente acudí para apoyar a mi padre y a sus compañeros y compañeras taxistas en un momento en el que tras años siendo engañados, empezaban a ser conscientes de lo que se les venía encima.

Siguió corriendo el tiempo y si bien no terminaba de asentarme en Twitter, o por lo menos no terminaba de encontrar mi sitio más allá de dedicarme a intentar que me hicieran caso, llegó marzo de 2016 y con ello se produjo uno de los hechos que supuso un importante punto de inflexión, tanto en mi vida profesional como en la lucha del sector del taxi: Uber volvió a España, más concretamente a Madrid y fue un auténtico desastre para los taxistas. Mediante una campaña de marketing brutal, el gigante de Silicon Valley, campeón en influir en gobiernos, en explotar a sus trabajadores y evadir impuestos y en presionar a las administraciones para legislar a su favor, retornaba a España por la puerta grande y soltando bien la billetera tras meses en el ostracismo a consecuencia de una demoledora sentencia en la que fueron condenados con abandonar el país por ejercer competencia desleal contra el taxi. Esto lógicamente hizo entrar en pánico a los taxistas, provocando una verdadera situación de terror en el sector ya que nadie en el sector esperaba que un gigante tan peligroso como Uber pudiera volver y menos tras haber pasado sólo unos pocos meses desde que se consiguió expulsarle del país al demostrar que estaban violando la ley de manera flagrante. En este caso la diferencia radicaba en que Uber, al no poder prestar su servicio mediante vehículos particulares como estaba haciendo en un principio, se vio obligado a utilizar vehículos VTC al tratarse de un tipo de autorización administrativa para realizar transporte de pasajeros. No obstante, el peligro seguía estando ahí, ya que Uber, de mismo modo que había hecho cuando usaba vehículos particulares, no se hacía responsable de la seguridad del servicio ni de que cumpliera con los requisitos legales y técnicos para poder operar, por lo que el problema principal de la falta de garantías para el usuario y para el resto de actores de la movilidad seguía (y sigue) estando presente, como explicaré más adelante.

Al principio yo no sabía nada de todo esto ni tampoco fue algo que me hubiera llamado la atención hasta que mi hermano contactó conmigo prácticamente en estado de shock y con una gran incertidumbre por todo lo que estaba sucediendo para que pudiera defender el frente, ya que sabía que yo andaba por Twitter, el canal donde Uber estaba haciendo más presión y ya empezaba a tener algunas interacciones importantes.

Recuerdo ese día como el principio de todo y tristemente, también lo recuerdo por ser cuando se me empezaron a caer algunos mitos que se vendieron a Uber. De aquí a estos últimos años he pasado por varias fases en las que personas a las que tenía una cierta admiración por su trabajo o por sus obras, me han defraudado, ya sea como fue en este caso vendiéndose a una empresa, o ideológicamente. Y ese día fué uno de los puntos más álgidos.

Todo fue una vorágine para la cual los taxistas y las personas cercanas al sector no nos habíamos preparado, por lo que la situación nos pasó literalmente por encima.

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