Que no es guitarra de ricos
ni cosa que se parezca
mi canto es de los andamios
para alcanzar las estrellas,
que el canto tiene sentido
cuando palpita en las venas
del que morirá cantando
las verdades verdaderas,
no las lisonjas fugaces
ni las famas extranjeras
sino el canto de una lonja
hasta el fondo de la tierra.
Con estos versos entonaba Víctor Jara la canción que abría y daba título al album Manifiesto, publicado de manera póstuma en 1974 usando grabaciones que habían quedado inéditas en vida. Palabras que son proféticas, pues el autor moriría cantando las verdades verdaderas, por cantarlas precisamente, en lugar de aceptar las lisonjas fugaces y las famas extranjeras. Detenido por su militancia en el Partido Comunista de Chile, fue torturado durante días, hasta ser baleado más de cuarenta veces durante las brutales represiones del golpe de Estado que se perpetraron en el Estado Chile, que hoy lleva su nombre.
En estos tiempos de predicadores de TV, activistas de lo suyo e influencers, el recuerdo de Víctor Jara se nos figura como de otra especie que no es la humana, como hecho de una pasta que ya no se fabrica. Y sin embargo cuentan que era una persona de lo más sencilla, que probablemente nunca imaginó que llegaría a tener renombre internacional, ni que su voz llegara a tener tanta fuerza que hiciera rabiar de ira a los fascistas que le asesinaron con tanta saña un 16 de septiembre como hoy de 1973.
Así, sencillo, podemos verle en una entrevista grabada en la televisión peruana meses antes de su asesinato. Mis comienzos fueron de pequeño -explica Víctor en esa ocasión-, en mi casa siempre había una guitarra, porque mi mamá era cantora, y cantaba esas canciones que se aprenden en el campo y que se transmiten por generaciones.
Sus padres eran humildes y trabajadores del campo, de familia cercana a un arraigado folklore en la que su madre sería una figura principal, como versa en uno de sus trabajos más conocidos, Te recuerdo Amanda. La ocasión de participar en el coro de la Universidad de Chile le lleva a participar en agrupaciones de estilo folclórico y a conocer a Violeta Parra, un gran impulso vocacional que le enfocó al mundo de la música.
De ahí parte su relación con grupos populares como Quilapayún o Inti Illimani, bandas chilenas de música folclórica, que formaron parte de la llamada Nueva Canción Chilena durante la década de 1960 y hasta hoy. En tiempos del gobierno de Salvador Allende, actúan como embajadores culturales de la Unidad Popular, con canciones que se convirtieron en himnos como el Venceremos:
Sembraremos la tierra de gloria;
socialista será el porvenir,
todos juntos haremos la historia,
a cumplir, a cumplir, a cumplir.
Venceremos, venceremos
mil cadenas habrá que romper
venceremos, venceremos,
al fascismo sabremos vencer.
O el también el canto que traspasó tantas fronteras El pueblo unido jamás será vencido. Las referencias a la patria entendida como la lucha del pueblo por su libertad fueron fundamentales para la extensión social del frente popular chileno. Debe entenderse esta lucha en el marco de los inicios del sanguinario Plan Cóndor, nombre con el que se conoce al complot terrorista y criminal del Gobierno de los Estados Unidos, que comprendía tanto el asesinato directo de líderes políticos como la desestabilización de gobiernos legítimos, con la finalidad de evitar que surgiesen focos izquierdistas en plena guerra fría que supusieran apoyos a la URSS en el continente americano. Argentina y Chile serían dos de las víctimas más conocidas y brutalmente azotadas por este plan bárbaro e infame.
Compagina su tarea de embajador cultural en los tiempos de Allende con su obra ya como solista, siempre en el entorno de la unión popular y la lucha contra el fascismo. En su obra aparecen recurrentes los temas campesinos y de claro arraigo andino, como símbolos de lo próximo a las costumbres de su tierra, en un énfasis por lo propio y auténtico como defensa de la invasión imperialista. «Levántate y mira la montaña, De donde viene el viento, el Sol y el agua», recita en la canción Plegaria a un labrador.
Ese compromiso antiimperialista y antifascista se aprecia fuerte, incluso en su voz tierna y su modo de cantar tan dulce y sosegado, en otras canciones conocidas como El derecho de vivir en paz, dedicada a Ho Chi Minh y a la libertad de Vietnam:
Indochina es el lugar
Más allá del ancho mar
Donde revientan la flor
Con genocidio y napalm
La Luna es una explosión
Que funde todo el clamor
El derecho de vivir en paz
Así también el sentimiento de solidaridad entre pueblos, como el mencionado a Vietnam o Cuba, es un hilo que une diversas de sus obras. Siempre con el sentido del compromiso presente, e incluso la burla al tibio e indiferente como en Ni chicha ni limoná: «Usted no es na’ ni chicha ni limoná, se la pasa manoseando, caramba zamba, su dignidad».
Para la barbarie fascista patrocinada por los EEUU, Jara era por tanto un símbolo peligroso que debía acallar. La vorágine del golpe de Estado del 11 de septiembre le sorprende en la Universidad Técnica del Estado, donde es detenido junto a profesores y estudiantes. Convertido en campo de concentración, el Estadio de Chile fue el lugar donde terminó finalmente torturado durante cuatro días, junto a cientos de otros presos políticos. Fue torturado durante horas, sus manos fracturadas y sometido a simulacros de fusilamiento. El 16 de septiembre hallan su cuerpo en los alrededores del Cementerio Metropolitano, con 44 impactos de bala.
En 2018 la justicia chilena condenó a ocho militares encausados como autores de ese y otros asesinatos y secuestros a penas de 15 años. En agosto de 2023 la Corte Suprema de Chile ratificó las resoluciones judiciales anteriores para siete de ellos. Uno de los condenados se suicidó antes de ser detenido y el resto están pendientes de detención o se encuentran prófugos.
Aunque parezca el tópico que suele mencionarse en sucesos de tan enorme dramatismo, su voz no fue acallada, como dicen los testigos que burlaron sus torturadores cuando, moribundo y con las manos destrozadas, le gritaban «toca la guitarra ahora». Más de cincuenta años después sus cantos son tan vigentes como entonces y su voz dulce es multiplicada por las gargantas de los pueblos de todo el mundo. Más ahora que tan necesario es que los pueblos deban unirse para cantar que venceremos, que ganaremos así el derecho de vivir en paz.