¿Qué es el feminismo?

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Lidia Falcón, presidenta del Partido Feminista de España

Esta pregunta sigue a la de otro artículo que titulé hace poco: “¿Dónde está la izquierda?”, cuestiones estas que hace más un siglo no se hubieran planteado.

La degradación del pensamiento filosófico, la ausencia de verdaderos debates entre vertientes ideológicas dentro del mismo propósito transformador, a que ha conducido la llamada postmodernidad nos ha llevado a la más indigente época del pensamiento político. En esta turbulenta y peligrosa época que estamos viviendo -y yo matizaría la expresión diciendo que sobreviviendo, ya que no hallo la suficiente conciencia en la sociedad para dirigir su vida- el mayor mal es la falta de entendimiento de los sucesos que nos están dirigiendo a Europa y en consecuencia a España, a una catástrofe económica, moral e incluso bélica, en muy poco tiempo.

La mayor desgracia del siglo XX fue la destrucción de la URSS. El Capitalismo victorioso está impune para dominar el mundo. Ni los trabajadores, ni las mujeres, ni los intelectuales, ni los científicos, ni el planeta, tienen ahora protección frente a la explotación por parte de los grandes consorcios económicos, militares, espaciales, que consumen el 90% de los recursos, mientras hunden en la miseria, las emigraciones, la esclavitud, a las masas trabajadoras de todos los continentes.

Los más graves acontecimientos que anuncian este apocalíptico futuro que se nos viene encima, son la guerra de Eucrania y el genocidio de Palestina, contemplados por la ciudadanía de nuestra Europa satisfecha con total indiferencia e incluso ignorancia. Pero al amparo de la distracción que nos ofrecen las crónicas de la terrible violencia que se multiplica a pocos kilómetros de nuestras bonitas ciudades, aumentan las injusticias, las represiones, las explotaciones, el esquilmo de la tierra, el aumento del comercio de armas que nos arruina mientras los mendigos mueren en las aceras y los ancianos en las residencias, sin asistencia alguna; las mujeres y los niños son asesinados por su propio padre y marido en nuestros avanzados territorios europeos, sin que el índice de feminicidios y violencia vicaria disminuya, ni el Movimiento Feminista haya avanzado un ápice desde diecisiete años, en la consecución de las centenarias  demandas que repetimos ritualmente cada año.

No sólo no disminuye un ápice la violencia machista destructiva -cuando escribo esto leo que seis mujeres y dos niños han sido asesinados por su padre en esta semana-, ni se sueña con acabar con la prostitución, sino que a las atrocidades que sufrimos milenariamente se unen las que pueden conseguirse en nuestra época, gracias al avance de la técnica. A las mujeres se les extraen los óvulos como si fueran muelas careadas y se venden, y luego se fabrican niños en los úteros de mujeres que los entregarán a quien se los paguen. Se hormonan niños de 12 años, se les castra en la pubertad, se les injertan pechos y úteros a los varones, y se les practican mastectomías a las niñas, y se finge que esas desgraciadas criaturas son felices, convertidas en enfermas crónicas, que si un día despiertan de tal pesadilla se desesperarán al ver que han malogrado su vida.

Y que  las mujeres no disputen competiciones deportivas con “mujeres trans” porque las tienen perdidas.

El discurso posmoderno se ha apoderado del pensamiento filosófico, ha penetrado en el debate feminista e incluso sociológico y antropológico, como si fuese el único tema que definiera las controversias y disputas teóricas actuales.  Y lo que resulta más disparatado es que se ha convertido en el portavoz del feminismo. Recuerdo la expresión de desafío con que la ilustre ministra de Igualdad  Irene Montero, respondió a un periodista que le preguntó qué era una mujer trans, “Una mujer trans es una mujer”. Y zanjó la cuestión. Y con ello abolió la realidad.

Pero no ha sido este episodio el único y el determinante ni mucho menos olvidado. La actual Ministra de Igualdad Ana Redondo, que creímos que había sido designada para atemperar la furia descarada de la Montero, e intentar con ello aplacar el enfrentamiento que mantenía con el Movimiento Feminista y sus más ilustres dirigentes, acaba de declarar que la ley trans es perfecta porque reconoce los diferentes “géneros” que los hombres y las mujeres pueden escoger, y añade que la prostitución es una manifestación de libertad.  No sé qué le habrán pagado para hacer estas declaraciones ya que antes de haber sido nombrada, y durante toda su anterior carrera política, se manifestó de forma contundente contra la ley trans y otras monstruosidades actuales. Pero aquellas que creyeron que la nueva ministra pondría un poco de inteligencia y sentido común en su mandato, que pierdan toda esperanza.

Y la pregunta de hoy, ¿qué es el feminismo? Se me ha quedado sin respuesta.

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