El nazismo otra vez en Europa

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Lidia Falcón, presidenta del Partido Feminista de España

“15 países piden deportar fuera de la UE a los migrantes que se rescata en el mar. Más de la mitad de los socios avalan el modelo de Meloni con Albania”. (El País, 17 de mayo 2024)

Noventa años más tarde de que se instalaran los campos de concentración nazis, la Europa democrática, construida sobre las ruinas que dejaron las guerras y convertida en el modelo de sociedad democrática, liberal, avanzada culturalmente, igualitaria y justa, “El jardín del mundo” como la calificó Josep Borrell, está organizando las operaciones de deportación de miles de personas a otros países, fuera de la bendita Unión Europea, para internarlas en campos de concentración y así librarse de ellas.

Ya sabemos que Carla Meloni -nuevamente un gobierno fascista en Italia- ha concertado esta operación con el gobierno de Albania; Rishi Sunak, presidente del gobierno británico, va a enviar, como si de mercancías se tratara, a los emigrantes “ilegales” -ya sabemos que hay seres humanos legales e ilegales- a Ruanda, país que como sabemos es un modelo de democracia. El gobierno de España negocia con Túnez y otros países africanos, las cantidades con las que evitarán que sus habitantes se lancen al Atlántico para intentar llegar a Canarias, aunque sean muertos.

El comercio trasatlántico de esclavos constituyó la mayor deportación de personas de la historia. Comprendiendo desde el siglo XVI hasta el XIX, involucró varias regiones y continentes: África, Norte y Sur de América, Europa y el Caribe; y resultó en la venta y explotación de millones de africanos por europeos.

España fue el último país en abolir la esclavitud. El 4 de julio de 1870, hace 150 años, se promulgaba en España la Ley preparatoria o de abolición gradual de la esclavitud, conocida también como “Ley de vientres libres” o “Ley Moret”.

Desde el siglo XV, el imperio español secuestró, transportó y esclavizó a millones de africanos, hombres, mujeres y niños, utilizándolos en los cultivos agrícolas, en las minas y en el servicio doméstico. A la vez, y sobre todo, se apropió de las riquezas naturales del continente. Las enormes riquezas que posee África han sido expoliadas por los países europeos durante cinco siglos. Y cuando, después de la II Guerra Mundial, la ONU decidió aprobar el derecho de autodeterminación de las colonias con la independencia de los movimientos de liberación que la reclamaban, dejó un continente dividido en territorios de falsas fronteras, que han provocado guerras internas exterminadoras -véase Ruanda con los hutis y los tutsis-, que todavía continúan, donde se instalaron las grandes multinacionales del mundo para seguir esquilmando el continente.

La esclavitud, la apropiación de los territorios, el robo exhaustivo de los bienes de producción, las guerras desencadenadas por las potencias europeas, de las que el complejo militar industrial europeo y estadounidense ha obtenido pingües beneficios, los trastornos climáticos por la contaminación producida por la industria europea, que están provocando sequías interminables e inundaciones apocalípticas, obligan a los africanos a huir hacia Europa para sobrevivir. La democrática Unión encarcela a los que arriban vivos, entierra en fosas comunes a los muertos, y amontona en campos de concentración a unos y a otros los deporta inmediatamente. Lo que se llama “devoluciones en caliente”.

Hace lustros que estas prácticas se producen sin mayor escándalo de los demócratas europeos. Cada país utiliza los sistemas que le parecen: amontonarlos en barracas, en pensiones inmundas, casas de acogida para los menores, a los que despiden a los 18 años sin trabajo ni posibilidad de encontrarlo, porque no se les ha preparado para ello, para que vaguen por las calles mendigando.

Este “fenómeno”, como lo denominan los sociólogos, parece causar mucho malestar a los nativos europeos, que aseguran que los emigrantes llegan para quedarse con los empleos que no consiguen los foráneos, cobrar grandes cantidades de la asistencia social, y que además se dedican a robar, agredir y violar a las europeas.

Este discurso contra los emigrantes ha tenido tanto éxito en los países europeos que ha impulsado la constitución de varios partidos políticos cuyos resultados electorales cada vez son más exitosos, hasta el punto de conseguir el gobierno en mayoría en Italia con Carla Meloni, nutrir las filas de los votantes del Frente Nacional de Francia, ganar las elecciones en Portugal y Países Bajos, gobernar en coalición en Noruega y establecer unas infames leyes en Dinamarca que permiten incluso expropiar las viviendas de emigrantes que llevan años viviendo en el país. España está recibiendo los coletazos de los gobiernos en los que VOX impone sus criterios, aunque todavía su influencia no es mucha. Quizá estamos un poco vacunados después de cuarenta años de fascismo.

En esta situación en que cada país aplica la represión según sus tendencias, la Unión Europea se plantea unificar la legislación en los 27 países. De ellos 15 piden crear centros fuera de la UE para migrantes rescatados en el mar. El grupo, liderado por Dinamarca, reclama abrir vías “innovadoras”, como el modelo italiano de enviar solicitantes de asilo a Albania. Pueden también imitar al Reino Unido y enviarlos a Ruanda. Y plantean “explorar” “fórmulas innovadoras” para frenar la llegada de migrantes a Europa. Plantean “explorar” la creación fuera de territorio comunitario de centros para enviar a los solicitantes de asilo rescatados en el mar.

Reclaman, además que se establezcan fórmulas para acelerar las deportaciones de los migrantes que no tengan derecho de asilo, y que se reevalúe la seguridad de terceros países que recibirían a los expulsados.

Mientras tanto, y a la vez, Europa, y en especial España tienen la natalidad más baja del mundo. Demógrafos, sociólogos, empresarios, publican ya el déficit de personal cualificado en determinados sectores de la producción. Nuestro país ha conseguido realizar la paradoja más extraña, mientras el paro laboral es el más alto de Europa, con el 12% que dobla la media de la Unión, la falta de trabajadores en la hostelería, la sanidad, la educación, la fabricación industrial, motiva la publicación de reportajes, artículos y demandas políticas por parte de los empresarios y de los sindicatos. 

Mientras tanto, las soluciones que proponen más del cincuenta por cierto de los países europeos, es devolver a sus países a los emigrantes que arriben vivos a nuestras costas, o encerrarlos en campos de concentración en aquellos que los admitan, previo pago.   

Este plan lo aprueban además de Chipre, Estonia, Lituania, y Malta, Dinamarca, República Checa, Bulgaria, Países Bajos, Austria, Polonia, Rumanía y Finlandia. Poco faltará para que Suecia, Francia, Alemania, Italia, Bélgica, España, los más grandes y avanzados lo admitan también. De ahí a los campos de exterminio ya no queda tanta distancia.

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