Guzmán Villardón
No debería ser yo quien escribiera este artículo. Deberías ser tú. Debería ser tu pluma aguda. Tu sangrante pluma. En definitiva, tu corazón debería ser el protagonista de estas líneas lanzadas al viento.
Pero por desgracia no es así. No es, y lo que es peor, no lo será nunca. Desde este modesto rincón de la escritura quiero agradecerte todos esos momentos buenos que nos has hecho sentir gracias a tus poemas. Ahí es donde nos volvemos a encontrar contigo. Con tus palabras, con tus sentimientos y en definitiva contigo. Eso es lo que tiene la literatura. Que nos hace eternos. Te has hecho eterno.
Por eso, cuando te vuelvo a leer me reencuentro contigo, con tus pensamientos siempre al lado del prójimo, de la justicia, de la verdad.
Me quiero despedir con estos versos. En modo de agradecimiento infinito. Como decía aquel cantautor cubano: «poder decirte lo que aquí no he podido y llorar como un árbol, con mi sombra hacia ti”.
Flores rojas
Flores rojas por ti.
Rojas de sangre y sueños truncados.
Rojas de alma y hiel
de atardecer y muerte.
Te fuiste para jamás volver a verte
tan solo en sueños no soñados
en recuentos del olvido
de recuerdos tan ciertos como tu vida
tan ciertos como tu muerte.
Flores rojas para ti.
Flores con pétalos lanzados al aire
Pétalos que se clavan como balas.
Continúo esperando tu regreso imposible.
Mi anhelo eres tú.
Tú y tan solo tú.
Yo y tan solo tú.
¡Gracias por tanto!
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